viernes, 30 de julio de 2010

NOTAS SOBRE LA TEORÍA DE LA COLONIALIDAD DEL PODER Y LA

Papeles de Trabajo Nº19-Junio 2010 - ISSN 1852-4508
Centro de Estudios Interdisciplinarios en Etnolingüística y Antropología Socio-Cultutal

NOTAS SOBRE LA TEORÍA DE LA COLONIALIDAD DEL PODER Y LA
ESTRUCTURACIÓN DE LA SOCIEDAD EN AMÉRICA LATINA
Pablo QUINTERO1

Resumen
La teoría de la colonialidad del poder formulada originalmente por Aníbal Quijano, a principios
de los años noventa, y ampliada posteriormente por la red latinoamericana de intelectualesactivistas
ligados a lo que se ha denominado “Proyecto Modernidad / Colonialidad /
Descolonialidad”, es una de las propuestas epistémicas más debatidas en el escenario intelectual
contemporáneo en América Latina. Especialmente en la región andina, esta propuesta ha sido -y
es actualmente- central en el proceso de emergencia de nuevas perspectivas críticas e ideas
radicales, no sólo en el campo académico, sino fundamentalmente junto al accionar epistémico
y político de los diferentes movimientos sociales. En este trabajo realizamos una revisión de los
núcleos fundamentales de esta teoría, centrándonos en las elaboraciones del propio Aníbal
Quijano. Introducimos los principales componentes conceptuales de la colonialidad del poder,
para luego inscribir la potencialidad explicativa que contienen estos elementos teóricos en la
comprensión de la estructuración de las sociedades y los Estados-nación en América Latina.
Palabras clave: Poder, Colonialidad, Sociedad, América Latina.
Abstract: The theory of the coloniality of power by Anibal Quijano, was originally formulated
in the 90s, and subsequently extended by the Latin American network of intellectuals-activists
linked to has been called "Project Modernity / Coloniality / Decoloniality", is a of the proposals
epistemic most debated in the contemporary intellectual scene in Latin America. Especially in
the Andean region, this proposal has been central in the process of emergence of new critical
perspectives and radical ideas, not only in the academic field, but mainly along the epistemic
and political actions of different social movements. This paper is a review of the fundamental
core of this theory, focusing on the working of Anibal Quijano. Here are introduced the main
conceptual components of the coloniality of power, and its potential explanatory of these
theoretical elements in understanding the structure of societies and nation states in Latin
America.
Keywords: Power, Coloniality, Social Structure, Latin America.
Résumé: La théorie de la colonialité du pouvoir, originalement formulée par Aníbal Quijano, au
debut des années ’90, et amplifiée plus tard par le réseau latinoaméricain d’intellectuelsactivistes
liés au “Projet Modernité / Colonialité / Décolonialité”, est une des propositions
épistémiques plus débattues dans la scène intellectuelle contemporaine en Amérique Latine.
1Instituto de Ciencias Antropológicas, FFyL-UBA / CONICET
pquintero@filo.uba.ar
Fecha de recepción del artículo: Marzo 2010
Fecha de evaluación: Mayo 2010
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Particulièrement dans la región andine, cette proposition a été –et est actuellement– centrale
dans le procès d’émergence de nouvelles perspectives et idées radicales, non seulement dans le
champ académique, mais surtout avec l’action épistémique et politique des différents
mouvements sociaux. Dans ce travail nous réalisons une révision des points fondamentaux de
cette théorie, en focalisant l’analyse sur les propres élaborations d’Aníbal Quijano. Nous
introduisons les principales composantes conceptuelles de la colonialité du pouvoir, pour
inscrire ensuite la potentialité explicative contenue par ces éléments théoriques dans la
compréhension de la structuration des sociétés et des Etats-nations en Amérique Latine.
Mots-clé: Pouvoir, Colonialité, Structure Sociale, Amérique Latine.
La Cuestión del Poder desde América Latina
Durante todo el siglo XX los debates teóricos sobre la cuestión del poder estuvieron
profundamente ceñidos a dos de las principales corrientes de la teoría social occidental y sus
centros hegemónicos. Por un lado el liberalismo, que tuvo como máximo agente contemporáneo
a la obra de Talcott Parsons y sus continuadores de la Escuela de Chicago en Estados Unidos. Y
por otra parte, ese fragmento de la honda obra teórica de Karl Marx, que vino a denominarse
materialismo histórico, representado por un cúmulo numeroso de intelectuales apegados al
denominado Marxismo-Leninismo agrupados en torno a las principales academias de la extinta
Unión Soviética. Ambas corrientes teóricas que fueron copiadas al calco en América Latina,
fundamentaron su concepción del poder basándose ontológicamente en la escogencia
privilegiada -y políticamente conveniente- de un único ámbito vital de la existencia social.
Por una parte la tradición del liberalismo, al menos desde Thomas Hobbes, ha concebido la
estructuración de la sociedad como una condición determinada causalmente por la creación del
contrato social como acuerdo general consensuado entre los individuos, en pos de resolver el
“estado natural” de dispersión y violencia de los agrupamientos sociales. Esta concepción
privilegia la conformación de un consenso de gobernabilidad, representado en la constitución de
una autoridad colectiva, y recreada en las sociedades contemporáneas por el Estado. Desde este
punto de vista, el poder y sus relaciones concomitantes son invisibilizados por la teoría del
consenso, que define en última instancia la idea de poder como una capacidad o como un
posicionamiento de carácter individual dentro de la autoridad institucional del Estado. Así en el
liberalismo, el poder quedó restringido a la esfera ontológica artificial de “lo político”. En la
otra banda, el materialismo histórico, desnaturalizando las concepciones liberales, historizó la
conformación de las diferentes formas de autoridad colectiva mostrando la importancia de las
relaciones de poder dentro de dichas disposiciones. No obstante, al restringirse al análisis
infraestructural caracterizado en las relaciones de producción, el materialismo histórico acotó al
plano ontológico artificial de “lo económico” los demás ámbitos vitales de la existencia social,
mostrándolos como objetos derivativos y determinados por el control de la fuerza de trabajo y
de los recursos naturales. De esta manera, el poder en el materialismo histórico- aunque ocupa
un lugar central- está particularmente referido y limitado a la dimensión de la producción.
Dentro de este constreñido escenario de debates, la cuestión del poder o fue excluida de la teoría
social o quedó indefectiblemente atada a la reducción limitante de la ontología moderna. A
partir de la segunda postguerra, y más precisamente con el deceso del socialismo realmente
existente y su horizonte de futuro, se desplegó un fuerte proceso de penetración en el sentido
común a nivel global de la teoría liberal. El poder comenzó a ser estudiado esta vez como un
ejercicio básicamente discursivo y representacional. Los debates de fines de los años ochenta
ya no estaban, si quiera, ceñidos a un campo de disputa utopística en el que estuvieran en pugna
diferentes modelos sociales de “lo político” o de “lo económico”, precisamente porque estas
disputas habían perdido sentido frente a la conformación de los imaginarios hegemónicos del
mercado total y del fin de la historia. Las discusiones en la teoría social comenzaron a pulular
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entonces acerca del carácter específico de esa historia planetaria actual, componiéndose el
debate entre modernidad y postmodernidad. En estos debates la cuestión del poder se hizo aún
más invisible al estar esencialmente abocados a la descripción de los principales aspectos de la
vida social contemporánea y sus novedosas características.
En América Latina, como territorio periférico del sistema-mundo moderno, históricamente la
cuestión del poder ha sido fundamentalmente visible y evidente. El pensamiento crítico
latinoamericano desde sus albores se ha preguntado por la constitución y las características del
poder, especialmente sobre el ejercicio del poder en nuestro continente. Precisamente hacia la
cuestión del poder han apuntado los celebres debates de la intelectualidad latinoamericana en
torno a los temas centrales referidos a la conquista de América, a las nacionalidades e
identidades latinoamericanas, a la pregunta por el desarrollo, a la cuestión de la dependencia, y
al imperialismo. A medida que se iban articulando en los centros mundiales de enunciación las
discusiones entre modernidad y postmodernidad, fue conformándose en América Latina una
tendencia crítica que revisitaba este debate a la luz de la cuestión del poder, más
específicamente del poder colonial. De esta manera, a principios de los años noventa, a raíz de
las divergentes posiciones que en esa época caracterizaban el ya citado debate, principalmente
en Europa y Estados Unidos, y considerando tanto la experiencia colonial como la particular
dependencia histórico-estructural de América Latina, la irrupción de Quijano (y otros
intelectuales latinoamericanos que lo acompañarían) en este debate, redimensionó los términos
de las discusiones hasta ese entonces producidas, al colocar en el centro de su argumentación
una nueva disquisición sobre el poder y sus relaciones2. Las ideas del sociólogo peruano
generaron un nuevo marco de interpretación de la modernidad a la luz de la experiencia
histórica y cultural latinoamericana, erigiéndose la categoría de “colonialidad” (Quijano, 1992)
como el nodo epistémico de la propuesta sobre la estructuración del poder en la modernidad.
La noción de colonialidad del poder fue el término dispuesto por Quijano para caracterizar un
patrón de dominación global propio del sistema-mundo moderno/capitalista originado con el
colonialismo europeo a principios del siglo XVI. En lo que sigue nos centraremos en los
desarrollos teóricos de Aníbal Quijano sobre está categoría, integrándolos únicamente con las
propuestas de algunos otros autores del proyecto MCD que nos parezcan imprescindibles para
esclarecer y complementar algunas de las ideas desplegadas por Quijano. Para consumar lo
anterior, nos permitiremos citar en varias oportunidades al autor a fin de establecer un mapeo
epistémico sobre la cuestión de la colonialidad. Las notas a pie de página que aparecerán a lo
largo del texto pretenden ser una guía para rastrear los umbrales de las ideas de Quijano, y
asimismo para recorrer -por medio de sus escritos principales- algunas categorías conceptuales
medulares de su pensamiento. Esta cartografía sólo pretende aproximar al lector a los
postulados centrales de la teoría de la colonialidad del poder, pero bajo ningún concepto intenta
ser una introducción y mucho menos un manual para la comprensión de dicha teoría y de sus
corolarios para repensar América Latina.
Los planteamientos de Quijano y del proyecto MCD son nombrados y considerados aquí con el
estatus de “teoría”. Aún cuando este epítome puede resultar incompleto, pues en realidad el
conjunto de reflexiones que se articulan en torno a la idea de la colonialidad del poder,
representan más bien una profunda perspectiva epistémica y política que no puede ser reducida
en su conjunto a la dicción de “teoría” pues abarca mucho más que esto último. No obstante, y
aunque resulta más adecuado referirse a este conglomerado epistémico y político como
“perspectiva”, preferimos en este texto hablar atenuadamente de “teoría” al reducirnos aquí a la
dimensión explicativa y sistemática de los postulados principales de Aníbal Quijano en relación
a la colonialidad del poder.
2Para ver los orígenes de la inserción y participación crítica de Quijano y otros autores latinoamericanos
en el debate modernidad/postmodernidad pueden verse Dussel (1994), Lander (1997) y Quijano (1990).
Para una caracterización más amplia del proyecto MCD, ver Escobar (2005) y Palermo (2005).
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Poder y Estructuración Social
Para Aníbal Quijano, toda forma de existencia social que se reproduce en el largo plazo implica
cinco ámbitos básicos de existencia sin los cuales no sería posible: trabajo, sexo,
subjetividad/intersubjetividad, autoridad colectiva y naturaleza. La disputa continua por el
control de dichos ámbitos acarrea la (re)producción de las relaciones de poder. Desde esta
perspectiva, el fenómeno del poder se caracteriza por ser un tipo de relación social constituida
por la co-presencia y la interactividad permanente de tres elementos: la dominación, la
explotación y el conflicto. Estos tres elementos afectan a los cinco ámbitos básicos de la
existencia social y son a la vez el resultado y la expresión de la disputa por el control de ellos, a
saber: 1) El trabajo, sus recursos y sus productos; 2) El sexo, sus recursos y sus productos; 3) La
subjetividad/intersubjetividad, sus recursos y sus productos; 4) La autoridad colectiva (o
pública), sus recursos y sus productos; 5) Las relaciones con las demás formas de vida y con el
resto del universo (naturaleza):
Podría decirse, en tal sentido, que el poder es una relación social de dominación, explotación y
conflicto por el control de cada uno de los ámbitos de la experiencia social humana (Quijano,
2001b: 10).
Figura 1. El poder y los ámbitos básicos de la existencia social.
En este marco propositivo, la dominación se erige como el elemento más general de las
relaciones de poder y por ende como su condición básica. Dicha condición se funda en una
relación asimétrica en donde algunas agrupaciones sociales ejercen el control sobre el
comportamiento de otras. Aunque la dominación recae sobre todos los ámbitos de la existencia
social y se establece como condición primordial para su control, son la autoridad colectiva y la
subjetivad/intersubjetividad sus ámbitos centrales. Así, la imposición de la dominación por
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(Inter)
Subjetividad
Autoridad
Colectiva Sexo
Naturaleza
Trabajo
Poder /
Relaciones de
Poder
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medio de la violencia organiza una estructura de autoridad (colectiva) al tiempo que se legitima
en la subjetividad/intersubjetividad3.
La dominación del trabajo, es decir la explotación, radica precisamente en el mantenimiento de
una relación de inequidad persistente, sustentada -por parte de un grupo o individuo- en la
obtención constreñida del trabajo de los demás, sin retribución equivalente o compartición con
ellos. La prolongación en el tiempo de la explotación, en tanto dominación del trabajo,
constituye las relaciones de propiedad y las relaciones de producción. De esta forma, se
instituye la dominación como la condición de posibilidad de la explotación, pero no a la
inversa4. La dominación y la explotación -como elementos permanentes del fenómeno del
poder- implantan necesariamente el conflicto como tercer elemento de esta triada. El objetivo
del conflicto es el cambio o la destrucción de los recursos y de las instituciones configuradas y
reproducidas por la dominación, aún cuando también éste se funda en la tentativa por controlar
los ámbitos básicos de la existencia social5.
Con esta propuesta aún en pleno desarrollo, Quijano se refiere sucintamente al control del
trabajo moldeando principalmente el manejo y manipulación del medio ambiente y de las
tecnologías de sobrevivencia. Mientras que el control del sexo y de la reproducción sexual
estaría articulado a la generación de placer/displacer y a la reproducción de la especie. Por otro
lado, el control de la subjetividad/intersubjetividad se refiere a la producción de sentidos
sociales incluidos aquí los imaginarios, las memorias históricas y las perspectivas centrales de
conocimiento. El control de la autoridad colectiva remitiría a la organización social y,
finalmente, el control de la naturaleza expide a la obtención de recursos y la reproducción de la
vida.
3Es plausible denotar en este punto la influencia del marxismo latinoamericano de José Carlos Mariátegui
(1928) en la visión que tiene Quijano sobre la dominación. Aún con más ahínco se nota la distancia entre
nuestro autor y la concepción weberiana de dominación y sus subsiguientes clasificaciones tipológicas tan
caras al liberalismo contemporáneo. Sobre el desarrollo de la idea de dominación, ver Quijano (2007b:
96), (2001a: 34 y ss.), (2001b: 8 y ss.), (1998: 29 y ss.), (1993: 171 y ss.), (1990: 38), (1979: XLIII y ss.),
y (1975: 91 y ss.).
4La propuesta conceptual de Quijano sobre la explotación como elemento del poder social, se refiere a
una relación desigual tanto desde el punto de vista económico como ético. En ambos puntos de vista es
posible denotar una veta de la última etapa del pensamiento de Karl Marx, (principalmente en el primer
tomo de El Capital). No obstante, para Quijano -a contramano del materialismo histórico- la explotación
no es la única forma de dominación existente. Para rastrear esta concepción sobre la explotación puede
verse, Quijano (2004: 75 y ss.), (2001a: 35 y ss.), (2001b: 8), (2000a: 204 y ss.), y (2000b: 74 y ss.).
5La conceptualización del conflicto que hace Quijano se aleja de la versión de la teoría sociológica liberal
tradicional, que suele considerar al contrato social, al consenso o a la integración como la condición
primordial de la existencia social, visibilizando en líneas generales al conflicto como un estado social
perjudicial o atípico. Probablemente el influjo más patente en el pensamiento de Quijano sobre el asunto
del conflicto provenga de Charles Wright Mills (1961) y su consideración del conflicto social, no como
un desajuste o desorden, sino más bien como un elemento concomitante de la sociedad que responde
directamente a lo que él mismo denominó como “la organización del poder”. Para seguir la pista de los
planteamientos sobre el conflicto, ver Quijano (2007b: 96), (2001a: 25 y ss.), (2001b: 10), (1998: 27 y
ss.), y (1975: 99 y ss.).
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Figura 2. La tríada de elementos del poder y los ámbitos básicos de la existencia social.
Como se ve, cada uno de estos cinco ámbitos básicos de la existencia social son afectados por la
tríada de elementos que constituyen el poder. Por ende, las formas de existencia social, no
pueden existir u operar separadas o de manera independiente. Asimismo, las relaciones de poder
que se constituyen en la disputa por el control de dichas áreas de la existencia social, tampoco
pueden existir u operar las unas sin las otras, precisamente porque forman un complejo
estructural y una totalidad histórica6. Pero en esa misma medida, las relaciones de poder en cada
ámbito se comportan con ritmos y maneras diferentes, siempre dentro de la estructura conjunta.
Estos diferentes ritmos y maneras que se articulan en cada ámbito así como en la estructura
conjunta, dependen directamente de las conductas concretas de los colectivos humanos, lo cual
le otorga al complejo estructural un carácter necesariamente histórico, heterogéneo y
discontinuo.
Desde esta perspectiva, las relaciones sociales son formaciones configuradas por las acciones de
los sujetos y de las agrupaciones sociales en el devenir de sus disputas y conflictos. Cuando
estas acciones se reproducen tendiendo a la permanencia producen pautas o modelos de
comportamiento. Dichos modelos de conducta mantenidos en el largo plazo conllevan a la
conformación de instituciones sociales que posteriormente darán forma a las acciones y
6La idea de totalidad tal como la expresa Quijano, no representa la teorización de una estructura
homogénea, cerrada o sistémica-orgánica de corte estructural-funcionalista. Muy por el contrario, la
noción de totalidad representa aquí una estructura abierta y heterogénea tanto en su comportamiento
como en sus determinaciones. A lo que apunta Quijano con la idea de totalidad, es hacia la articulación de
historias específicas, heterogéneas y discontinuas (historias locales) en una nueva estructura global de
poder social que se constituye con la modernidad/colonialidad. Para esto puede consultarse Quijano
(2007b: 98 y ss.) y (2001b: 7 y ss.).
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Dominación
Trabajo (Inter)
Subjetividad
Autoridad
Colectiva
Sexo Naturaleza
Explotación
Conflicto
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conductas de los sujetos. Según Quijano, estos patrones de comportamiento y sus respectivas
instituciones, podemos denominarlos como estructuras, es decir, directrices medulares para la
reproducción de las formas de comportamiento de los sujetos y agrupaciones sociales que se
gestan, a su vez, dentro de ciertos modelos generales configurados por las instituciones sociales
(Quijano, 2001b:10).
Lo interesante aquí, es que la historia conocida, es la disputa por el control de todos y cada uno de
aquellos ámbitos de la existencia social y el poder resultante –relaciones de dominación /
explotación / conflicto- lo que da configuración al comportamiento social de las gentes es decir las
“estructuras”. Y dentro de tales “estructuras”, las conductas estructuradas de las gentes, es decir
los “procesos”, se reiteran hasta que las tensiones, las contradicciones y el conflicto las hace
estallar y vuelve el viejo ciclo de disputas y de victorias y derrotas y de reproducción de las
conductas impuestas, incluidas las formas de conflicto. En otros términos, puesto que en todas las
sociedades de las cuales tenemos información el poder ha estado presente, no es arbitrario afirmar
que es eso –el poder- lo que articula las diversas y dispersas experiencias sociales en una
estructura conjunta que reconocemos con el nombre de sociedad (Quijano, 2001b: 11).
Por lo tanto, las relaciones sociales no son de ninguna manera el producto consecuente de un
acuerdo atemporal, y por ende espontáneo o natural, entre los individuos de una sociedad, tal
como se afirma en el liberalismo. De la misma forma, las relaciones sociales no son tampoco el
resultado de factores y agentes universales, externos e independientes a la sociedad, como
propugna el materialismo histórico. En consecuencia, las relaciones sociales y los patrones de
poder que configuran a éstas, son necesariamente específicos e históricos, pues se desenvuelven
en cronotopos particulares.
Colonialidad del Poder y Estructuración Social en la Modernidad
El actual patrón específico e histórico de poder, designado por Aníbal Quijano con el epíteto de
colonialidad, se compone a partir de la asociación estructural de dos ejes centrales que fueron
constituyéndose a partir de la conquista de América entre fines del siglo XV y principios del
siglo XVI. En palabras de Quijano:
La colonialidad del poder es uno de los elementos constitutivos del patrón global de poder
capitalista. Se funda en la imposición de una clasificación racial/étnica de la población del mundo
como piedra angular de dicho patrón de poder, y opera en cada uno de los planos, ámbitos y
dimensiones, materiales y subjetivas de la existencia cotidiana y a escala social. Se origina y
mundializa a partir de América. Con la constitución de América (Latina), en el mismo momento y
en el mismo movimiento histórico, el emergente poder capitalista se hace mundial, sus centros
hegemónicos se localizan en las zonas situadas sobre el Atlántico -que después se identificarán
como Europa-, y como ejes centrales de su nuevo patrón de dominación se establecen también la
colonialidad y la modernidad. En otras palabras: con América (Latina) el capitalismo se hace
mundial, eurocentrado y la colonialidad y la modernidad se instalan, hasta hoy, como los ejes
constitutivos de ese específico patrón de poder (Quijano, 2007b: 93-94).
El primer eje consiste en un sistema de dominación asentado en un entramado de relaciones
sociales intersubjetivas, basadas en la clasificación social jerárquica de la población mundial,
sostenida en la configuración y naturalización de la idea de “raza”. La idea de raza como
primera categoría social de la modernidad (Quijano, 1992), ha desempeñado un papel central
dentro de las nuevas identidades geoculturales globales que se constituyeron con el
colonialismo hispánico a principios del siglo XVI, articulándose posteriormente con otras
formas de clasificación social basadas en las ideas de clase y de género/sexualidad7.
7Quijano afirma que la clasificación social basada en la idea de género es la más antigua en la historia de
la humanidad, no obstante, reconoce que esta primera idea es rearticulada y supeditada a la noción de raza
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Con la formación de América se establece una categoría mental nueva, la idea de raza. Desde el
inicio de la conquista, los vencedores inician una discusión históricamente fundamental para las
posteriores relaciones entre las gentes de este mundo, y en especial entre europeos y no-europeos,
sobre si los aborígenes de América tiene alma o no; en definitiva si tienen o no naturaleza humana.
La pronta conclusión decretada desde el Papado fue que son humanos. Pero desde entonces, en las
relaciones intersubjetivas y en las prácticas sociales del poder, quedó formada, de un parte, la idea
de que los no-europeos tienen una estructura biológica no solamente diferente de la de los
europeos; sino, sobre todo, perteneciente a un tipo o a un nivel inferior. De otra parte, la idea de
que las diferentes culturas están asociadas a tales desigualdades biológicas y que no son, por lo
tanto, producto de la historia de las relaciones entre las gentes y de éstas con el resto del universo.
Estas ideas han configurado profunda y duraderamente todo un complejo cultural, una matriz de
ideas, de imágenes, de valores, de actitudes, de prácticas sociales, que no cesa de estar implicado
en las relaciones entre las gentes, inclusive cuando las relaciones políticas coloniales ya han sido
canceladas. Ese complejo es lo que conocemos como racismo (Quijano, 1993: 167)8.
En el patrón de poder de la colonialidad, la idea de raza y el complejo ideológico del racismo,
impregnan todos y cada uno de los ámbitos de existencia social y constituyen la más profunda y
eficaz forma de dominación social, material e intersubjetiva (Quijano, 2000b). Es por ello que la
posición subalterna de los pueblos sometidos por este específico e histórico patrón de
dominación, será vista no como el resultado de un conflicto de poder sino como la derivación
lógica de una inferioridad esencial en su naturaleza9.
El segundo eje de la colonialidad, como actual patrón de poder, esta compuesto por un sistema
de relaciones sociales materiales que se gestó en el mismo movimiento histórico de producción
y de control de subjetividades que da origen a los ejercicios clasificatorios descritos en el primer
eje. En este sentido, con la conquista de América, comienza a gestarse paralelamente un nuevo
sistema de control del trabajo, que consiste en la articulación de todas las formas conocidas de
explotación en una única estructura de producción de mercancías para el mercado mundial,
alrededor de la hegemonía del capital. La categoría analítica de “capitalismo” se refiere
precisamente al conjunto formado por dicha articulación estructural. Efectivamente, el
capitalismo se desarrolló desintegrando a todos los antiguos patrones de control del trabajo,
absorbiendo y redefiniendo todos los fragmentos estructurales anteriores que le fueran útiles.
Aunque este eje del actual patrón de poder se manifiesta globalmente desde sus comienzos, no
ha existido nunca de modo histórico homogéneo. Por el contrario, debido a su propio carácter,
el capitalismo articula (además de diferentes formas de explotación) múltiples contextos
histórico y estructuralmente heterogéneos, configurando con todos ellos un único orden mundial
encarnado en el actual patrón global del control del trabajo10.
como categoría central de diferenciación social de la colonialidad (2007a: 132 y ss.). En el mismo
sentido, Quijano advierte la potencia contemporánea de la idea de clase, pero recuerda que este término
sólo apareció en el siglo XVIII bajo los estudios naturalistas, probablemente siendo propuesta por primera
vez por Carl Linneo (Quijano, 2007b: 111 y ss.). Para un intento reciente por redimensionar el papel que
juegan tanto el género como la sexualidad en la colonialidad del poder, a partir de los planteamientos de
Quijano, puede verse Lugones (2008) y Palermo (2006).
8Para una revisión más completa sobre la formación histórica de la idea de raza, puede consultarse
Quijano (2009: 3), (2007a: 130 y ss.), (2000a: 202 y ss.), (2000c: 37 y ss.), y (1993: 168 y ss.).
9Walter Mignolo (2003) ha caracterizado esta lógica clasificatoria bajo el apelativo de “diferencia
colonial”. La diferencia colonial sería así, un dispositivo producido por la colonialidad del poder, que
consiste en clasificar grupos humanos o poblacionales, identificándolos con sus “faltas o excesos” de
acuerdo a los patrones eurocentrados de la colonialidad, lo cual marca la distinción y la inferioridad con
respecto a quien clasifica.
10Dentro de la extraordinariamente extensa literatura crítica sobre el modo de producción capitalista, las
ideas de Aníbal Quijano sobre estos asuntos se han visto influenciadas principalmente por su lectura
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En el proceso de constitución histórica de América, todas las formas de control y de explotación
del trabajo y de control de la producción-apropiación-distribución de productos, fueron articuladas
alrededor de la relación capital salario y del mercado mundial. Quedaron incluidas, la esclavitud,
la servidumbre, la pequeña producción mercantil, la reciprocidad y el salario. En tal ensamblaje,
cada una de dichas formas de control del trabajo no era una mera extensión de sus antecedentes
históricos. Todas eran histórica y sociológicamente nuevas. En primer lugar, porque fueron
deliberadamente establecidas y organizadas para producir mercaderías para el mercado mundial.
En segundo lugar, porque no existían sólo de manera simultánea en el mismo espacio/tiempo, sino
todas y cada una articuladas al capital y a su mercado, y por ese medio entre sí. Configuraron así,
un nuevo patrón global de control del trabajo, a su vez un elemento fundamental de un nuevo
patrón de poder, del cual eran conjunta e individualmente dependientes histórico-estructuralmente.
Esto es, no sólo por su lugar y función como partes subordinadas de una totalidad, sino porque sin
perder sus respectivas características específicas y sin perjuicio de las discontinuidades de sus
relaciones con el orden conjunto y entre ellas mismas, su movimiento histórico dependía en
adelante de su pertenencia al patrón global de poder. En tercer lugar, y como consecuencia, para
colmar las nuevas funciones cada una de ellas desarrolló nuevos rasgos y nuevas configuraciones
histórico-estructurales (Quijano, 2000a: 204)11.
Sobre la configuración de estos dos ejes, por un lado, la producción de nuevas identidades
geoculturales (indios, negros, blancos, y en otro sentido, América, Europa, Occidente, Oriente,
etc.) y por otra parte, el control del trabajo a través del surgimiento de nuevas relaciones
sociales materiales de producción, se conforma la colonialidad como patrón de poder global.
Aunque posee un carácter global, es claro que la colonialidad del poder se ha gestado en los
diferentes espacios y tiempos planetarios de forma específica y heterogénea, sufriendo además
constantes transformaciones históricas pero no por eso dejando de existir como fundamento de
las relaciones de dominación, explotación y conflicto12.
heterodoxa y abierta de la obra de Karl Marx, así como por el modelo de sistemas históricos propuesto y
desarrollado ampliamente por Immanuel Wallerstein (1990) y por las investigaciones aún en curso de
Dale Tomich (2004). La modalidad bajo la cual se articulan las diferentes formas de control y de
explotación del trabajo en Quijano dista mucho de la propuesta de articulación de modos de producción al
estilo del estructuralismo marxista de la escuela francesa. Quizás los clásicos estudios de Claude
Meillassoux (1977) encierren alguna similitud con las ideas propugnadas en este punto por Quijano. No
obstante, este último en un tono heterodoxo reconoce la existencia de relaciones socioeconómicas
alternativas o al menos semi-exteriores al capitalismo (Quijano, 2004: 81), lo cual da lugar a pensar en
una utopía de futuro, muy al contrario de Meillassoux donde nos encontramos ante un panorama
negativista donde un capitalismo deificado domina sin excepción todas las relaciones socioeconómicas.
11Para una historización de las principales transformaciones del capitalismo en relación con la
colonialidad del poder, ver Quijano (2009: 5 y ss.), (2004: 76 y ss.), (2001a: 29 y ss.), y (2000a: 204 y
ss.).
12Ha de notarse que el concepto de colonialidad del poder difiere de la noción de colonialismo.
Colonialismo designa una relación política y económica, en la cual la soberanía de un pueblo reside en el
poder de otro pueblo o nación. En contraposición a esto, la colonialidad se refiere a un patrón de poder
que emergió como resultado del colonialismo moderno, pero que en lugar de estar limitado a una relación
de poder entre dos pueblos o naciones, más bien se refiere a la forma como el trabajo, el conocimiento, la
autoridad y las relaciones intersubjetivas se articulan entre sí a través del mercado capitalista mundial y
de la diferencia colonial. Así, pues, aunque el colonialismo precede temporalmente a la colonialidad, la
colonialidad, en tanto matriz de poder, sobrevive al colonialismo.
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Figura 3. El proceso de estructuración de la colonialidad del poder.
De la misma forma, dentro de los ejes de la colonialidad del poder, los modos de producción y
de control de la subjetividad adquieren un carácter específico supeditado a este patrón de poder.
Como enunciamos, la subjetividad, es desglosada por Aníbal Quijano en tres elementos
fundamentales: el imaginario social, la memoria histórica y las perspectivas de conocimiento
(2002). Dentro del patrón de poder de la colonialidad estos tres elementos se expresan en el
“eurocentrismo”. Así denomina Quijano el modo de producción y de control de las relaciones
intersubjetivas, que fue elaborado y sistematizado a mediados del siglo XVII en Europa, como
parte del eurocentramiento del patrón de poder moderno/colonial. Así, el eurocentrismo está
caracterizado por un imaginario social, una memoria histórica y una perspectiva de
conocimiento, dependientes tanto de las exigencias del capitalismo como de la necesidad de los
colonizadores de perpetuar y naturalizar su dominación. Esto obviamente, ha incluido
históricamente la apropiación de los logros intelectuales e incluso tecnológicos de los
colonizados. No obstante, el rasgo más potente del eurocentrismo ha sido un modo de imponer
sobre los dominados un espejo distorsionante que les obligará, en adelante, a verse con los ojos
del dominador, bloqueando y encubriendo la perspectiva histórica y cultural autónoma de los
dominados bajo el patrón de poder actual13:
El eurocentrismo, por lo tanto, no es la perspectiva cognitiva de los europeos exclusivamente, o
sólo de los dominantes del capitalismo mundial, sino del conjunto de los educados bajo su
hegemonía. Se trata de la perspectiva cognitiva producida en el largo tiempo del conjunto del
mundo eurocentrado del capitalismo colonial/moderno, y que naturaliza la experiencia de las
gentes en este patrón de poder. Desde el siglo XVIII, sobre todo con el Iluminismo, en el
eurocentrismo se fue afirmando la mitológica idea de que Europa era preexistente a ese patrón de
13La idea de eurocentrismo tal como la concibe Quijano, ha sido desarrollada acuciosa y extensamente por
Enrique Dussel (2000 y 1994). Por otro lado, Fernando Coronil (2000), ha desplegado sendas nociones
que historizan y complejizan la idea de eurocentrismo de Quijano y Dussel.
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poder; que ya era antes un centro mundial del capitalismo que colonizó al resto del mundo y
elaboró por su cuenta y desde dentro la modernidad y la racionalidad. En este orden de ideas,
Europa y los europeos eran el momento y el nivel más avanzado en el camino lineal,
unidireccional y continuo de la especie. Se consolidó así, junto con esta idea, otro de los núcleos
principales de la modernidad/colonialidad: Una concepción de la humanidad, según la cual la
población del mundo se diferencia en inferiores y superiores, irracionales y racionales, primitivos
y civilizados, tradicionales y modernos (Quijano, 2007b: 94-95).
De esta manera, al hablar de colonialidad se está denotando el patrón de poder global del
sistema-mundo moderno/capitalista originado con la conquista de América, por parte del
colonialismo europeo del siglo XVI (principalmente español y portugués), continuado bajo la
hegemonía francesa y holandesa durante el siglo XVIII, prolongado con el imperialismo inglés
en el siglo XIX, y extendido con el dominio del imperialismo norteamericano desde principios
del siglo XX hasta hoy en día, a través de una larga lista de transformaciones y transmutaciones
de las dimensiones subjetivas (clasificaciones sociales) y materiales (formas de control del
trabajo) de este patrón. Por ende, es posible hablar de una matriz colonial del poder, en tanto
que sistema ordenador y acumulativo de las relaciones sociales y de la disposición del poder, en
la trama de relaciones sociales que constituye la historia de América Latina (Palermo, 2006).
Ciertamente, con la independencia latinoamericana a principios del siglo XIX, se inicia un
proceso de descolonización pero no de descolonialidad. Es decir, los nuevos estados-nacionales
latinoamericanos logran independizarse de las potencias hegemónicas, pero la colonialidad y
sus efectos fundamentales siguen operando a lo interno de los distintos países, produciéndose,
con el tiempo, diferentes estructuraciones sociales, todas, no obstante, articuladas bajo el manto
de la diferencia colonial y del control del trabajo por medio del capitalismo. Sin duda alguna, la
colonialidad del poder es el elemento central de la estructuración de la sociedad en América
Latina.
Notas sobre la Estructuración de las Sociedades Latinoamericanas
El proceso de conformación de los Estados-Nación y de las identidades nacionales que se gestó
en Europa, estuvo acompañado por el desarrollo del capital como relación social, esto conllevó
un proceso de clasificación social basado en la idea de clase (burguesía, sectores medios,
asalariado urbano, etc.) dentro de una población étnica y racialmente homogénea, desde la
perspectiva de la diferencia colonial. Este sumario trajo consigo una mercantilización de las
relaciones sociales y una secularización de la subjetividad (Quijano, 2000a). Así, los derroteros
de las relaciones de dominación, explotación y conflicto estuvieron articulados en torno a las
dinámicas entre clases, particularmente, la conflictividad se desarrolló entre explotadores y
explotados. De esta manera, las conquistas de las clases subalternizadas por el control del
trabajo, permitieron la democratización de las relaciones sociales mediante la disputa por el
control de la autoridad colectiva, especialmente en aquellos territorios donde se gestaron
movimientos revolucionarios que permitieron destilar las relaciones de poder alrededor del
control de los medios de producción. El resultado más visible de estos procesos fue la
configuración de relaciones intersubjetivas de particular cuño que desarrollaron sentidos de
pertenencia, por un lado materiales, ligados a unidades territoriales específicas, y por otro lado
imaginarios, enlazados a la noción de patria.
Posteriormente a este proceso, la formación de los Estados-Nación y de las identidades
nacionales en América Latina, estuvo caracterizada por su carácter intrínsecamente colonial. En
el caso latinoamericano, a través de la imposición de la reproducción, subsumida al capitalismo,
de las demás formas de explotación del trabajo, se desarrolló un modelo de clasificación racial
entre blancos y las demás tipologías consideradas como inferiores. La supeditación de las
relaciones sociales al colonialismo, subordinó la producción de subjetividades de las
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poblaciones dominadas a la imitación o el remedo de los modelos culturales europeos (Quijano,
1998). En este mismo sentido, las relaciones de dominación, explotación y conflicto, han estado
históricamente asociadas a las distinciones raciales de la diferencia colonial. En consecuencia
las luchas que se han gestado en este campo de ningún modo han ocasionado el pleno
reconocimiento, por parte de las elites blancas, de la igualdad de los demás sectores.
En otras palabras, la colonialidad del poder ha hecho históricamente imposible una
democratización real en estas naciones. Por ende, la historia latinoamericana está caracterizada
precisamente por la parcialidad y la precariedad de los Estados-Nación, así como por la
conflictividad inherente a sus sociedades.
Efectivamente, la independencia latinoamericana reconfiguró el control de las relaciones de
poder en las antiguas unidades político-administrativas hispánicas. No obstante, este reacomodo
mantuvo y ratificó la colonialidad del poder, esta vez de la mano de los sectores blancos e
ilustrados de la sociedad. Aunque en cada una de las distintas sociedades, eran una reducida
minoría del total de la población, los sectores blancos ejercían la dominación y la explotación de
las mayorías de indígenas, afrodescendientes y mestizos que habitaban las nacientes repúblicas.
Estos grupos mayoritarios no tuvieron acceso al control de los medios de producción, fueron
impelidos de representar sus subjetividades (religiosas, idiomáticas, artísticas, etc.) y al mismo
tiempo quedaron imposibilitados para participar en la dirección de la autoridad colectiva. Como
lo ha hecho notar con claridad Aníbal Quijano, América Latina ha estado históricamente
conformada por Estados independientes pero con sociedades coloniales14.
Al ser la colonialidad del poder la base de la estructuración de la sociedad en América Latina, la
precariedad y parcialidad de la conformación de los Estados-Nación implica, a su vez, la difícil
sostenibilidad de las identidades nacionales. En este marco, el ordenamiento político,
administrativo y militar de las repúblicas latinoamericanas, dirigido por las elites blancas
estructuró, en el mismo movimiento histórico, la configuración de imaginarios sociales y
memorias históricas que instituyeran la identidad nacional, al tiempo que ocultaban las
jerarquías internas configuradas por la colonialidad del poder (Quintero, 2009).
En consecuencia, este particularismo de las sociedades latinoamericanas, produjo cuatro
trayectorias históricas y sedimentos ideológicos disímiles en las formaciones nacionales
latinoamericanas (Quijano, 2000a).
Primeramente, en naciones como México, Bolivia y Cuba, a través de revoluciones radícales, se
gestó un proceso inconcluso pero real, de democratización y de descolonización mediante una
política identitaria asimilacionista para con las mayorías étnicas. En segundo lugar, en la
mayoría de los países del cono sur, como en Chile, Uruguay y Argentina, se produjo un proceso
efectivo, pero incompleto, de homogeneización racial y cultural de la población a partir de
14Al igual que lo hiciéramos en una nota anterior para la noción de colonialismo. Es necesario en este
punto establecer una diferenciación entre la idea de colonialidad y la noción de colonialismo interno.
Entre finales de los sesenta y principios de los setenta, principalmente Pablo González Casanova (1969) y
Rodolfo Stavenhagen (1969), introdujeron la categoría analítica de colonialismo interno para caracterizar
la estructuración de las relaciones sociales en los países del Tercer Mundo. Teniendo como marco
analítico el capitalismo y anclada en el binomio desarrollo/subdesarrollo, la noción de colonialismo
interno exploraba las relaciones de dominación ejercidas por la burguesía y el latifundismo criollo sobre
las poblaciones periféricas o subdesarrolladas dentro del mismo Estado-Nación. Sí bien la categoría de
colonialismo interno antecede e incluso influye a la noción de colonialidad del poder, esta última se
edifica en un marco analítico de mayor extensión y complejidad. Hace pocos años González Casanova
(2006) intentó una reconceptualización del colonialismo interno defendiendo la vigencia de esta
categoría, mientras que muy recientemente Stavenhagen (2009) ha cuestionado el lado añoso e irregular
de su propio concepto, decantándose por el uso de la noción de colonialidad del poder.
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políticas de exterminio masivo de las masas indígenas y afrodescendientes, acompañadas de
enérgicas políticas de favorecimiento de la inmigración europea. En tercer lugar, en Perú,
Ecuador, Guatemala y Nicaragua, a través de políticas de exterminio se desarrolló un proceso
absolutamente frustrado de homogeneización de la población indígena y afrodescendiente, que
ha desembocado en violentos conflictos políticos e identitarios, principalmente entre criollos e
indígenas. Finalmente, en países como Brasil, Colombia, Panamá y Venezuela, donde la
población no blanca constituye una considerable mayoría, se ejecutó un proceso de
enmascaramiento de las jerarquías raciales, a través del mito de la democracia racial que logró
invisibilizar los conflictos étnico/raciales, aún cuando ellos forman parte de la cotidianidad de la
vida social en estas naciones.
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lunes, 28 de junio de 2010

DATACIÓN RADIOCARBÓNICA.

DATACIÓN RADIOCARBÓNICA. Año 2009
FUNDAMENTOS TEÓRICOS Y METODOLÓGICOS.

Raúl Carbonarti

1- INTRODUCCIÓN
Se denomina Carbono-14 (14C) o radiocarbono a un isótopo radiactivo del elemento químico Carbono. Designa también al método de datación radimétrica más utilizado en arqueología, geociencias e investigaciones del medio ambiente, para determinar edades absolutas de los últimos 40.000 años (Pleistoceno tardío).
Su gran versatilidad permite su aplicación tanto en sustancias orgánicas (carbón vegetal, madera, hueso, textiles, cueros, turba, materia orgánica de suelos/sedimentos, semillas, etc), en sustancias inorgánicas (carbonatos de suelos/sedimentos) y en sustancias inorgánicas producidas por organismos (valvas de moluscos, corales, etc).
Willard Frank Libby (1908-1980), con el descubrimiento de la datación empleando la velocidad de desintegración del 14C se constituyó en uno de los investigadores más destacados del siglo 20, siendo distinguido con el premio Nobel de Química en 1960.

2- ESTRUCTURA ELEMENTAL DEL ÁTOMO.
La estructura del átomo consiste en un núcleo y orbitales. Entre las partículas nucleares, distinguimos al protón (p) que es la unidad de carga positiva (+ 1) y al neutrón (n) que no tiene carga eléctrica. La partículas extranucleares son los electrones (e), tienen carga negativa (- 1), de igual intensidad que la de los protones y se encuentran en orbitales. Como el átomo es eléctricamente neutro, posee el mismo número de protones (ejemplo, 6p = 6 + ) en el núcleo (número atómico Z), que de electrones ( 6e- = 6 -). El número de protones en el núcleo identifica a un elemento químico. Ejemplo, 1 p es hidrógeno; 6 p es carbono; 7 p es nitrógeno; 8 p es oxígeno; 20 p es calcio; etc.

3- CARBONO. ISÓTOPOS.
Existen en la naturaleza tres estructuras atómicas diferentes cuyos núcleos tienen 6 p. Como tienen el mismo Número Atómico, corresponden a un mismo elemento químico: el Carbono (símbolo químico: C ). En orbitales se encuentran 6 electrones en las tres estructuras. Pero una tiene 6 n en su núcleo; otra, 7 n y la tercera 8 n. Tenemos tres estructuras con igual número de protones en sus núcleos, pero diferente número de neutrones. Se las conoce como isótopos del Carbono.
Debemos identificar a estos tres isótopos del Carbono. Para ello, sumamos el número de protones y neutrones en el núcleo (número másico A). En la primera estructura tenemos: 6 p + 6 n = 12; en la segunda: 6 p + 7 n = 13; y en la tercera: 6p + 8 n = 14. Los isótopos los identificamos como Carbono-12 (12C); Carbono-13 (13C) y Carbono-14 (14C).
El 12C y el 13C son isótopos estables; los núcleos de estos dos isótopos han permanecido constantes desde la formación de la tierra (4.500.000.000 años) . El número de protones y neutrones en el núcleo del 12C y 13C no se modifica a través del tiempo, independientemente de la reacción química y del compuesto químico que formen (carbonato; dióxido de carbono; hidratos de carbono; proteínas; grasas; etc.).
El 14C es un isótopo inestable o radiactivo. El número de protones (6 p) y de neutrones (8 n) en el núcleo, se modifican con el tiempo.

4.- HISTORIA DEL DESCUBRIMIENTO DEL CARBONO-14
Entendemos por radiación cósmica a aquellas partículas (principalmente protones de alta energía) que alcanzan la tierra desde el espacio interestelar, desde más allá del sistema solar. A través de colisiones con núcleos de moléculas de gas atmosférico, se produce un amplio espectro de partículas, entre ellas neutrones. En colisión con moléculas de aire, estos neutrones de alta energía, resultan en neutrones de baja energía (neutrones térmicos). Diferentes autores han postulado una relativa constancia del flujo de rayos cósmicos en el sistema solar durante cientos, miles y millones de años (Libby, 1947; Kuzminov y Pomansky, 1980).
En las capas más altas de nuestra atmósfera, aproximadamente a los 13.000 metros de altura, se encuentra la máxima densidad de esos neutrones libres (Korff y Danforth, 1939).
Se llevaron a cabo en laboratorio estudios acerca de los efectos de los neutrones sobre los elementos químicos más abundantes del aire, el nitrógeno (~ 80% del volumen del aire) y el oxígeno (~ 20% del volumen del aire) y se encontró la siguiente reacción nuclear dominante (1):

14N + 1 n Þ 14C + 1 p (1)
Nitrógeno-14 + 1 neutrón Þ Carbono-14 + 1 protón

Por consiguiente, se podía esperar que los neutrones originados por la radiación cósmica produjesen carbono-14 en la alta atmósfera terrestre (Libby, 1946). Posteriormente se constató que los neutrones de baja energía (menor a 1000 eV) reaccionaban con los núcleos del nitrógeno del aire (14N) produciéndose el isótopo radiactivo 14C.

5.- DISTRIBUCIÓN DE CARBONO-14 EN LA NATURALEZA.
Una vez formado el isótopo 14C en la alta atmósfera (2), se oxida rápidamente con el oxígeno del aire para dar una molécula de dióxido de carbono radiactivo (14CO2 ) (3):

14N + 1 n Þ 14C + 1 p ( 2 )
14C + O2 Þ 14CO2 ( 3 )

Dada la relativa constancia de la intensidad de la radiación cósmica, la producción de 14C ha sido aproximadamente constante por más de 50.000 años. Se producen alrededor de 120 átomos de 14C por cm2 de superficie terrestre y por cada minuto (120 átomos de 14C /cm2.min) (Castagnoli and Lal, 1980). La intensa circulación de las masas de aire uniformizan rápidamente la concentración de 14C en la atmósfera, produciéndose la mezcla con los otros isótopos estables ( 12C y 13C): 14CO2 + 13CO2 + 12CO2 (Anderson y Libby, 1951).
En el ciclo dinámico del carbono, el dióxido de carbono del reservorio atmósfera intercambia con los otros reservorios del carbono, principalmente la biosfera y los océanos, alcanzando un estado de equilibrio.
Como el 14C es inestable, parte de los átomos que se producen se desintegran (4):

14C Þ 14N + b- + υ + Q ( 4 )
Q = cuanto de energía.
υ = anti-neutrino
β- = electrones nucleares (máxima energía 156 keV).

La concentración en equilibrio dinámico significa que la cantidad de átomos de 14C que se originan es la misma que la cantidad que decaen (120 átomos de 14C / cm2.min). . En este equilibrio la abundancia relativa de los isótopos del carbono en la atmósfera y sus reservorios es aproximadamente: 98,9 % de 12C; 1,1 % de 13C y 0,0000000001 % de 14C. Ésta relación de abundancia isotópica, significa una actividad de 14C en unidades absolutas de 13,56 ± 0,07 desintegraciones por minuto y por cada gramo de carbono (13,56 ± 0,07 dpm / g C), medida en 1950, y en unidades relativas es del 100% de carbono moderno (100 pCM).
Libby (1949) postuló que la distribución planetaria de 14C en la biosfera y los océanos era uniforme en función del tiempo y el espacio (más adelante explicaremos algunas anomalías).
A través de la fotosíntesis, las plantas absorben CO2 atmosférico, para producir hidratos de carbono (celulosa, polímero de la glucosa) (5):

6 CO2 + 6 H2O Þ C6 H12 O6 + 6 O2 ( 5 )
dióxido de carbono + agua Þ hidrato de carbono + oxígeno

Los átomos de carbono de los hidratos de carbono ( C6 H12 O6 ) de las plantas (celulosa) provienen del CO2 atmosférico, por lo tanto tendrán una concentración de 14C del 100 pCM (la concentración en la atmósfera).
Figura. 1- Distribución del 14C en la naturaleza.
Los animales herbívoros incorporan carbono en sus tejidos a través de la alimentación con vegetales. Todos los animales en la cadena alimenticia, incluyendo los carnívoros, toman sus carbonos directa o indirectamente de las plantas. El efecto neto es que los compuestos orgánicos (hidratos de carbono; proteínas y grasas) formados en el proceso metabólico en todos estos organismos vivientes tienen la misma concentración de 14C de las plantas o del CO2 atmosférico: 100 pCM. (ver Figura 1).

6.-DESINTEGRACIÓN RADIOACTIVA.
PERÍODO DE SEMIDESINTEGRACIÓN (T1/2 ).
El 14C sufre un proceso que se denomina desintegración radioactiva (6), donde se modifica la proporción de protones y neutrones del núcleo, dando lugar a la formación de un núcleo estable, de otro elemento químico: el Nitrógeno-14 (14N), y emitiendo una partícula beta (β-) desde el núcleo (las propiedades de la partícula beta son similares a las del electrón):
14C Þ 14N + b- (6)
Carbono-14 Þ Nitrógeno-14 + β-
Neutrón → Protón + β-
De acuerdo a la ecuación (6), se establece una relación cuantitativa: por cada átomo de 14C que se desintegra se emite una partícula beta ( b- ). La detección de la emisión de ésta partícula, es usada en los dos métodos convencionales de medición de la actividad de éste isótopo (Contadores Proporcionales de Gas y Espectrómetros de Centelleo Líquido ) para determinar la concentración de radiocarbono en una muestra.
El proceso de desintegración radiactiva es espontáneo, pero no todos los núcleos de 14C desintegran a un mismo tiempo, sino que lo hacen a través de un tiempo t siguiendo una probabilidad .
El período de semidesintegración ó semiperíodo (half life o half period) ( T1/2 ) se define, para todo radionucleído, como el intervalo de tiempo necesario para que el

Decaimiento Radiactivo del 14C
número de átomos iniciales se reduzca a la mitad.
Poder determinar experimentalmente el valor del T1/2 ha sido esencial para desarrollar la metodología de la datación radiocarbónica, pues vincula la actividad del isótopo 14C en función del tiempo transcurrido.
Libby en 1955 efectuó tres determinaciones del período de semidesintegración del 14C (5580 ± 45; 5589 ± 85; 5513 ± 165) y calculó la media pesada en 5568 ± 30 años, valor conocido como “Libby half-life”. Este valor es a menudo redondeado en 5570 años. Posteriormente se efectuaron tres nuevas determinaciones (Mann et al. 1961, Watt et al. 1961, Olsson et al. 1962); de estos valores surgió una media de 5730 ± 40 años (Godwin 1962). Una cuarta determinación de 5660 ± 30 años fue sugerida por Bella et al. (1968).
En la Conferencia de Cambridge en 1962 (Godwin 1962), se estableció por convención, que los laboratorios de 14C continuaran calculando las edades con el valor medio de 5568 años para evitar la confusión en las miles de dataciones publicadas con anterioridad al año 1962 y que 5730 ± 40 años es el mejor valor disponible, que será usado solo para mediciones geofísicas. Este error sistemático puede corregirse multiplicando la edad por el factor constante 1,03 ( 5730 ÷ 5568 = 1,03).
El período de semidesintegración significa que, si suponemos una caja con 1.000 átomos del isótopo 14C (concentración inicial Ci ), cuando pasan 5568 años (1T1/2) se desintegran 500 átomos de 14C quedando en la caja otros 500 átomos de 14C (concentración final, Cf). Si pasan 5568 años más, se desintegrarán 250 átomos de 14C, quedando en la caja 250 átomos de 14C; y así sucesivamente. Cuando pasan 37.000 años solo quedará el 1% de los átomos iniciales de 14C. Es decir que, en la caja solo quedarán 10 átomos de 14C (1% de los átomos iniciales). Por ello, el límite de detección mínima de la actividad 14C, es de aproximadamente 0,68 pMC, que equivale a aproximadamente 40.000 años.

7.- DETERMINACIÓN DE LA EDAD RADIOCARBÓNICA.
Uno de los postulados iniciales consideraba que la concentración de 14C en la atmósfera había sido constante por lo menos en los últimos 100.000 años (constancia en la intensidad de los rayos cósmicos). Todos los organismos en distintas épocas, por ejemplo hace 40.000 años o hace 10.000 años o hace 500 años, etc., cuando vivían, tenían la misma concentración en 14C: 100 pCM (más adelante explicaremos algunas anomalías).
Cuando un organismo, animal o vegetal, muere, cesa la función metabólica y por lo tanto cesa la incorporación de átomos de carbono. Como el 14C es inestable, su concentración inicial (Ci ) que es del 100 pCM, comenzará a disminuir en función del tiempo transcurrido. Midiendo la concentración residual de 14C (Cf ) existente en un resto fósil podremos calcular la “edad de muerte” de ese organismo empleando la siguiente ecuación (7):

t = ( T1/2 / ln 2) . ln ( Ci / Cf ) ( 7 )

t = edad en años 14C antes del presente AP (BP).
Ci = 100 pCM (al momento de la muerte).
Cf = actividad neta de 14C en la muestra fósil.
ln = logaritmo natural.
Por ejemplo: la actividad neta medida en una muestra es de 12,5 pCM, aplicando la ecuación tendremos:

t = (5568 / ln 2). ln (100 / 12,5) = 8033 . ln 8 = 16.704 años 14C

Desde el punto de vista teórico, el desarrollo de la fórmula anterior explica el cálculo de la edad, pero desde el punto de vista aplicado, fue necesario desarrollar dos estándar para medir (con los equipos electrónicos adecuados) dos factores necesarios: Ci (concentración inicial que asumíamos teóricamente como 100 pCM y que es medida empleando un patrón de referencia de 0 años) y Cf (que es la medición de la actividad de la muestra). Vamos a ver en 7.2. , que para medir la actividad neta de la muestra (Cf) necesitaremos descontar una actividad que va ser medida también por los equipos electrónicos, que se refiere a ruido electrónico y a otras perturbaciones externas al sistema de medición. Esta actividad, que no proviene de la muestra, se denomina Fondo (Background).

7.1.- Determinación de la actividad del estándar ó patrón de referencia 14C de 0 años:
Es necesario utilizar una muestra común, de edad 0 (cero años), en todos los laboratorios dedicados a datación radiocarbónica, aunque en la práctica esto necesariamente no sucede. En 1959, en Groningen Radiocarbon Conference se decidió por Convención (Godwin 1959) emplear ácido oxálico distribuído por la U.S. National Bureau of Standards (NBS) conocido como SRM-4990. La actividad de ésta muestra patrón fue comparada con la actividad de un anillo de árbol de roble del año 1890 AD (estándar año 0 usado por los laboratorios soviéticos), determinándose que el 95% de la actividad 14C , en 1950 (año 0), del ácido oxálico SRM-4990 concuerda con la actividad 14C de la atmósfera de 1890 y que ese valor es de 13,56 ± 0,07 desintegraciones por minuto y por gramo de carbono y es considerado 100 % de carbono moderno (100 pCM). Ese valor de actividad significa el valor más probable para una muestra de árbol actual, que no hubiera sufrido alteraciones por “efecto de Vries” (efecto de la bomba atómica) o por “efecto Suess” (efecto de dilución por dióxido de carbono fósil de la era industrial).
Habiéndose agotado la cantidad de ácido oxálico NBS SRM-4990 (NBS HOx I). Se empleó el ácido oxálico SRM-4990-B (NBS HOx I), sucediendo con el correr de los años lo mismo. Actualmente se utiliza el ácido oxálico NBS RM-49 (NBS HOx II), sacarosa ANU (Australian Nacional Univ.), benceno marcado, GIN/HD-95 y C-3 (IAEA).

7.2.- Determinación de la actividad del Fondo (Background):
Así como es absolutamente necesario determinar con exactitud y precisión la actividad del estándar contemporáneo de referencia (año 0), tiene la misma importancia determinar con exactitud y precisión la actividad de una muestra Fondo (Background) que no tenga actividad 14C, para poder discriminar el “ruido” electrónico del equipo de medición y de factores ambientales, y poder obtener luego de un período de medición que comprende 1000 a 2000 minutos, la actividad 14C neta de la muestra y poder así calcular su edad. Lamentablemente cada laboratorio de datación tiene que emprender la búsqueda de la sustancia que emplee para Fondo, por ello se utiliza: antracita, benceno, calcita, carbón fósil, mármol, grafito, C 1 (IAEA), C 4 (IAEA).

8.- BÁSES DEL MÉTODO DE 14C.
En los inicios de la aplicación de éste sistema de datación (década del 50), se sostenían supuestos básicos que posibilitaron su desarrollo. Veremos más adelante, que se ha llegado a la actualidad, con importantes correcciones.
1. El 14C se genera constantemente en la atmósfera por efecto de la radiación cósmica, que siempre ha sido constante. El 12 CO2 , 13 CO2 y el 14 CO2 se incorpora en los océanos y lo asimilan las plantas. Debido a la continua
producción, al decaimiento radiactivo y al proceso de mezcla se alcanza un estado de equilibrio, como resultado del mismo el contenido radiocarbónico de los reservorios es constante y conocido.
2. Los organismos vivientes, durante su ciclo vital y los carbonatos en su cristalización, están en equilibrio de intercambio entre el 14C que ellos contienen (100 pCM) y el del reservorio en donde se encuentran (100 pCM). Después de la muerte del organismo o del cese de la depositación del carbonato, el intercambio isotópico cesa y la concentración radiocarbónica solamente disminuirá por decaimiento radiactivo.
3. El decaimiento radiactivo es inmutable, siendo independiente de la naturaleza del compuesto químico en el que reside el 14C y de las características físicas y químicas de su medio ambiente.

9.- FACTORES QUE INCIDEN EN EL RESULTADO SUMINISTRADO POR UN LABORATORIO DE DATACIÓN 14C.

9.1.- Exactitud y precisión en la medición de la actividad 14C en el laboratorio:
Todo laboratorio de datación radiocarbónica debe operar bajo condiciones controladas para lograr exactitud y precisión en sus resultados. La exactitud es la mayor aproximación posible entre la edad 14C determinada de una muestra y su edad verdadera . La precisión significa la menor variación posible entre mediciones repetidas de la actividad 14C de una única muestra.
Como la desintegración radioactiva es de naturaleza aleatoria, requiere para su análisis de la estadística matemática. Por consiguiente, las mediciones de la actividad 14C de una muestra y por ende su "edad" pueden presentar una mayor o menor aproximación a su "edad verdadera". La medición de la actividad 14C (mediante espectrometría de centelleo líquido) se realiza durante un tiempo total que oscila entre 1000 y 2000 minutos, con mediciones parciales y consecutivas de 100 minutos c/u, cuyo promedio constituirá, previo cálculo, la Edad de la muestra. Como cada una de esas mediciones parciales se distribuyen aproximándose a una curva Normal (Gauss), las variaciones azarosas son expresadas con una desviación estándar ( ± 1 s), la cual es informada por los laboratorios con el valor medio de la "Edad 14C" de la muestra. Por convención, siempre se deben informar los resultados con una desviación estándar (± 1s ).
Edad ± 1 σ error años 14C AP Ejemplo: 2050 ± 40 años 14C AP.
El mayor o menor aplastamiento de la “campana” de la curva Normal, significa mayor o menor dispersión de las mediciones. Este aspecto depende, entre otros factores de:
(a) la cantidad en gramos de carbono que contiene la muestra, usada en la medición de su actividad 14C. (Tabla 1).
(b) de la actividad 14C específica y por ende de la "edad 14C" de la muestra (una mayor actividad 14C corresponde una menor "edad" y viceversa). (Tabla 1).
(c) La magnitud de la desviación estándar (± 1s ), para igual cantidad de carbono y la misma edad 14C de la muestra, depende del tiempo de medición de la actividad 14C (Tabla 2).


1.0 g de muestra
4.0 g de muestra
Edad 14C AP


0
± 45
± 20
5.00 500
± 60
± 30
10.000
± 90
± 45
20.000
± 200
± 100
Tabla 1. Desviación estándar (± 1s ) que resultan del análisis de cantidades variables de carbón (1g y 4g) de diferentes edades 14C. El tiempo de medición es de 2880 minutos.

Tiempo deMedición
1000 min
2000 min
4000 min
± 1 σ
± 80
± 56
± 40
Tabla 2- Desviación estándar en función del tiempo de medición (con la misma cantidad de carbono muestra y "edad" 14C).
Los laboratorios obtienen edades 14C con una precisión de aproximadamente ± 0.5 pCM (± 40 años). Mediciones de 0,2 a 0,3 pCM (equivalente a ±16 a ± 24 años) son llamadas "mediciones de alta precisión", que generalmente son usadas para construir curvas de "calibración". Estas precisiones pueden lograrse solamente bajo ciertas condiciones, incluyendo una cantidad grande de material a fechar (ej. 20 g de muestra en los laboratorios convencionales),
Una muestra moderna, que se encuentre en equilibrio con el reservorio atmósfera (anterior a la década del 50), debe tener una concentración de 14C de 13,56 desintegraciones por minuto y por gramo de carbono (13,5 dpm/g C). Debido a su desintegración radiactiva, una muestra de 45.000 años tendrá 0,37 % de aquel valor. Por ello se requieren equipos de medición que detecten desde 13,5 dpm/g C hasta aproximadamente 0,005 dpm/g C. Éste tipo de medición de radiactividad se denomina “bajo nivel de conteo” (traducción de low level counting).

9.2.- Variaciones naturales en la concentración de 14C:
Libby en 1955 demostró la validez del método, con determinaciones de la antigüedad de restos arqueológicos egipcios con edades históricas (calendáricas) conocidas. Pero halló que algunas muestras presentaban discrepancias, como por ejemplo, cuando dató un fragmento de madera de acacia en excelente estado de preservación de la tumba del faraón Zoser, de la III Dinastía, procedente de Sakkara. Obtuvo una edad radiocarbónica de 3979 ± 350 años AP, respecto de la edad histórica conocida de 4650 años, con una discrepancia de 671 años.



de Vries (1958) había observado que la edad 14C de anillos de crecimiento de árboles de pocos centenares de años, diferían de las edades calculadas por conteo de anillos (dendrocronología), con una cierta periodicidad en una escala de 100 años.
Libby (1963) citaba problemas en la datación de anillos de árboles y consideraba la posibilidad de errores en la datación dendrocronológica y que ello fuera el origen de las discrepancias, entre ellos los “anillos falsos” (“false rings”). Como estos problemas potenciales eran muy conocidos y corregidos por los dendrocronólogos se generó un gran interés en investigar esas discrepancias.
Ésta anomalía es conocida actualmente como “wiggles” o “variaciones seculares del 14C” (“secular variations”) y se pueden deber a variaciones en la velocidad de producción de 14C por cambios en la intensidad de la radiación cósmica o en la intensidad del campo magnético terrestre y han podido ser estudiadas mediante el empleo de anillos de crecimiento de árboles, que guardan información de la atmósfera del pasado.



9.7.- Fraccionamiento isotópico:
La mayor parte de las moléculas de CO2 del aire atmosférico pesan 44 (12 + 16 + 16), en menor cantidad pesan 45 (13 + 12 + 12) y en extremadamente menor cantidad 46 (14 + 12 + 12) porque tienen carbonos de diferentes pesos atómicos: 12CO2 , 13CO2 , 14CO2. En procesos bioquímicos como la fotosíntesis, para formar hidratos de carbono, las plantas toman preferentemente el dióxido de carbono con 12C (12CO2 ) sobre el dióxido de carbono con 13C (13CO2 ) de la atmósfera. No se conoce el mecanismo molecular último, pero las enzimas de los seres vivos “discriminan” negativamente las moléculas de CO2 que tienen los isótopos pesados y “escogen” preferentemente las que tienen el isótopo normal. La misma “discriminación” se da con los isótopos pesados 18O, 15N, 34S.
De manera opuesta, la concentración de los isótopos pesados, en el bicarbonato oceánico y en el carbonato de valvas de moluscos, es más alta que en el CO2 atmosférico.
Esta modificación de la abundancia isotópica del carbono cuando se han formado los compuestos, respecto de la composición en la atmósfera, se conoce como "fraccionamiento isotópico". Este "fraccionamiento" que ocurre en la naturaleza da errores de una magnitud entre 0 años 14C (árboles; carbón vegetal; etc) hasta 400 años 14C más “viejos” (valvas de moluscos marinos; corales, etc.). (Lerman, 1973; Tauber, 1983).
Se ha determinado que el empobrecimiento en el isótopo 14C es el doble que el empobrecimiento que se produce en el isótopo 13C en un compuesto de carbono. Desde el momento de la muerte e independiente del tiempo, la relación de los isótopos estables del carbono 13C/12C no se modifica en la muestra. Por ello midiendo la relación 13C/12C en la muestra fósil se puede corregir la actividad medida de 14C en la misma, debido al fraccionamiento isotópico, para luego calcular e informar la edad 14C convencional (Stuiver and Polach, 1977).
Este fenómeno de fraccionamiento isotópico es definido como la diferencia relativa en la abundancia isotópica entre dos componentes; muestra respecto de estándar:
( 13C / 12 C ) muestra
δ 13C = ----------------------------- . 1 x 103 (8)
( 13C / 12 C) PDB
La relación 13C/12C de una muestra se mide en forma relativa respecto a un estándar internacional denominado PDB, que corresponde a un fósil marino Belemnitella americana, de la Formación PeeDee (Carolina del Sur, EEUU) con un valor δ 13C = - 25 ‰ (Craig 1961). La medición de la cantidad de éstos isótopos se lleva a cabo mediante Espectrometría de Masas. Para expresar los resultados de valores muy pequeños, se multiplica por mil (8). Es evidente que si los organismos “discriminan” contra el isótopo pesado los valores de δ 13C de la materia viva serán negativos.
Una muestra que contiene 1 ‰ más 13C ( δ 13C = - 24 ‰) que el estándar de referencia (δ 13C = - 25 ‰), tiene 2 ‰ más 14C, significando que es 16 años más joven (1 ‰ 14C es equivalente a 8 años).
Dado que el análisis de la composición de los isótopos estables es mucho más preciso (± 1 ‰ ) que la medición de la actividad 14C (≥ 3 ‰) la incertidumbre en el valor δ 13C no contribuye a la desviación estándar de la edad 14C.
A continuación podemos observar un diagrama de valores δ 13C ( izquierda del gráfico) y la corrección de la edad (a la derecha), de materiales naturales.
Como los primeros estándar usados fueron de madera, entre ellos los anillos de roble de 1890 (ya citados) se eligió el valor del PDB en – 25 ‰ porque ese es el valor
de δ 13C de la madera.



Mook, W.G. and H.J. Streurman (1983). Valores δ 13C de materiales naturales.
Las edades determinadas, con lo visto hasta el momento, empleando 5568 ± 30 años se denominan EDADES RADIOCARBÓNICAS o años radiocarbónicos. El año 1950 ha sido establecido por convención y aceptado internacionalmente, como el año 0. La sigla AP que acompaña a la edad significa antes del presente, o sea antes de 1950 (en inglés BP = before present).
Por convención (Stuiver y Polach 1977), las edades radiocarbónicas se deben informar además, corregidas por δ 13C. En éste caso, se denominan EDADES RADIOCARBÓNICAS CONVENCIONALES.

9.8.- EFECTO DE RESERVORIO:
Como hemos mencionado en páginas precedentes, el CO2 atmosférico tiene una concentración radiocarbónica del 100 pCM. Los organismos terrestres (vegetales y animales) metabolizan directa (vegetales) ó indirectamente (animales) el carbono atmosférico, por consiguiente los compuestos orgánicos formados (proteínas, hidratos de carbono y grasas), tendrán una concentración de 100 pCM. La edad de un organismo terrestre viviente será de 0 años 14C AP (100 pCM). Por consiguiente, la "edad del reservorio" atmosférico es de 0 años.
El carbono inorgánico disuelto (CID) de las aguas superficiales oceánicas (capa superior de unos 100 m de espesor), cuyos carbonos provienen del CO2 atmosférico, poseen globalmente una actividad 14C menor que la del carbono atmosférico del orden del 95 pCM . Los vegetales y animales marinos que metabolizan el CID de la capa oceánica superior, tendrán una concentración del 95 pCM. Si se determina la edad en un organismo marino viviente (molusco, foraminífero, coral, ballena, foca, etc.), ésta será de 400 años 14C AP. Por tanto, la "edad” de la capa superficial oceánica (edad del reservorio), es de un valor medio global (R) de 400 años 14C AP; por lo tanto, los animales y vegetales que toman el carbono del CID de la capa marina superficial tienen un “efecto de reservorio” de 400 años 14 C.( Harkness 1983; Olsson 1983).
La edad de una muestra de un organismo cuyo hábitat haya estado en ésta capa superior oceánica, se verá incrementada en 400 años 14C AP respecto de una muestra terrestre contemporánea. Ejemplo, una madera de 1.000 años 14C AP y un hueso de ballena, cuya muerte fue contemporánea, dará una edad de 1.400 años 14C AP. Por lo tanto: Edad muestra terrestre = Edad muestra marina – Edad del reservorio marino.
Para corregir con exactitud las edades 14C de muestras marinas es necesario el conocimiento de la desviación regional de la "edad del reservorio marino" respecto de la “edad del reservorio” global. Los valores del efecto de reservorio marino regional se expresan como DR en años 14C = R’(t) edad 14C de la región – global R(t) ( 400 años) ; (Stuiver and Braziunas, 1993).
Algunas aguas superficiales continentales (lagunas, arroyos, ríos) pueden tener un CID con concentraciones radiocarbónicas, menores al 100 pCM. Por ejemplo, el CID del agua de una laguna puede tener una concentración de 85 pCM. Las plantas sumergidas y los animales que metabolizan el CID de esa laguna tendrán una concentración del 85 pCM. La edad de un organismo que metaboliza el CID de esa laguna tendrá 1300 años 14C AP en vida. Algunos autores de lengua inglesa denominan a este efecto de reservorio que presentan los cuerpos lagunares como "hard water effect" (Deevey et al., 1954; Southon et al 1995).
En ciertos casos, moluscos terrestres pueden incorporar carbono de diferentes fuentes (Goodfriend and Stipp, 1983), de vegetales y también de carbonatos de sedimentos antiguos (0 pCM) que se presentan en superficie. En este caso, éstos organismos tendrán un "efecto de reservorio", que puede llegar a miles de años 14C (Figini et al., 1989; Tonni et al., 2001).
La edad 14C convencional (Stuiver and Polach, 1977) que informan los laboratorios, no tiene corrección por efecto de reservorio, por ello los investigadores deben estar alertados de esta situación.

10.- CALIBRACIÓN DE LAS EDADES RADIOCARBÓNICAS:
Un supuesto básico del método de datación 14C (Libby et al., 1949) es que la concentración radiocarbónica en la atmósfera es constante a través del tiempo (100 pCM). Esto es respetado cuando los laboratorios calculan e informan la edad 14C convencional (Stuiver and Polach, 1977).
Éste supuesto básico no es completamente cierto. Existen “variaciones seculares” en el contenido de 14C del dióxido de carbono atmosférico (de Vries, 1958; Willis et al., 1960; Suess, 1965, 1970; Damon, 1968; Damon et al., 1978; Stuiver and Kra, 1986; Stuiver and Becker, 1986; Pearson et al., 1986; entre otros autores) que son debidas principalmente a: (1) la radiación cósmica no ha sido constante en el tiempo por variaciones en el campo magnético terrestre y ello ha ocasionado alteraciones en la producción natural de C-14 atmosférico; y (2) durante las fluctuaciones climáticas Glacial – Postglacial sucedieron variaciones en el intercambio entre el dióxido de carbono atmosférico con otro de los reservorios del carbono (océanos), provocando modificaciones en la concentración de 14C de ambos reservorios.
Como ya lo hemos mencionado en páginas precedentes, la datación dendrocronológica de anillos de crecimiento de árboles (de edad calendárica conocida), posibilitó la contrastación con las edades radiocarbónicas . De estos estudios surgieron las denominadas “variaciones seculares del 14C”. Contrastando curvas dendrocronológicas con curvas de edades radiocarbónicas, se observó que ésta última mostraba mayores o menores aproximaciones con la primera. Estos estudios permitieron convertir las edades radiocarbónicas convencionales en edades calibradas (que significan edades calendarias).
La relación entre las dos escalas de tiempo se realizó determinando miles de edades 14C de anillos de árboles (Sequoia gigantea; Pinus aristata; etc.) datados en forma absoluta en años calendarios por dendrocronología (Stuiver and Kra, 1986). Existen curvas de calibración para muestras del Hemisferio Norte hasta 26.000 años 14C AP (IntCal04 Reimer et al, 2004). , que se encuentran sistematizadas en varios programas de computación. McCormac et al (2004) para el Hemisferio Sur (SHCal04) presentan una calibración 0 a 11.000 años AP.


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jueves, 18 de marzo de 2010

PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO- César Alfredo Borzone – Alejandro Colli

PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO Y PROCESOS DE MERCANTILIZACIÓN
LA RELACIÓN ENTRE EL ESTADO, LOS PUEBLOS ORIGINARIOS
Y LA COMUNIDAD CIENTÍFICA.

César Alfredo Borzone – Alejandro Colli

Instituto Superior del Profesorado “Dr. Joaquín V. González”

cesarborzone75@yahoo.com.ar

A MODO DE INTRODUCCIÓN

El presente trabajo intenta presentar, en el marco de la reivindicación de los derechos de los pueblos originarios y la restitución del patrimonio cultural de estos últimos, un modo de abordar las relaciones complejas que se entretejen entre el patrimonio arqueológico y los procesos de mercantilización, a partir de la consideración de diversos actores sociales: el Estado nacional, la comunidad científica, los organismos privados, y los pueblos originarios, entre otros.

El objetivo consiste en abordar aquello que es denominado como patrimonio arqueológico nacional -que no posee una definición unívoca, sino multiplicidad de interpretaciones-, la utilización política de dicho patrimonio por parte del Estado, así como también la creación de instituciones paradigmáticas, como los museos, en los que se presentan los materiales como exhibición de culturas muertas o primitivas, negando, más o menos encubiertamente, el derecho y la propiedad que sobre el mismo tienen las comunidades indígenas.

Para esto, es necesario retomar lo que se denomina procesos de mercantilización del patrimonio, que se observa a partir de las diversas formas de explotación económica del mismo planteadas por la configuración que ha adquirido el Estado y el Mercado bajo los supuestos del paradigma del capitalismo posmoderno y globalizado.

Se recurre a la figura del turismo como forma de explotación económica del patrimonio arqueológico basado en el consumo y la dominación, que implica simultáneamente el beneficio de determinados grupos sociales y el menoscabo de los derechos políticos, económicos y culturales de los pueblos originarios.

Estas reflexiones no pueden ser conceptualizadas sin considerar el rol del Estado. El Estado constituye una forma particular de las relaciones sociales, es decir, no es simplemente una institución, ni un aparato y lo que refiere a lo estatal no es tan sólo la función desempeñada, sino la forma histórica en que se desempeña. (Menéndez, 2004)

Las políticas sociales se instalan como modalidades del Estado interviniendo en las cuestiones sociales y en las condiciones de posibilidad de derechos de ciudadanía. Éste, en tanto promotor de leyes, políticas sociales y culturales, confiere determinados derechos a lo pueblo originarios, a la vez que es uno de los actores involucrados en la promoción de la explotación económica del patrimonio cultural de dichos pueblos. La supuesta contradicción lógica, no hace más que poner en evidencia la posibilidad de ser y no ser al mismo tiempo, ya no como incoherencia, sino como condición de posibilidad.

Finalmente, a partir de retomar los diálogos que se están generando entre la comunidad científica y los pueblos originarios, a partir del reclamo de estos últimos, se podrá reflexionar sobre la función social que cumple el arqueólogo, y sobre el quehacer arqueológico y su posición frente a las comunidades indígenas, al Estado, y a la comunidad académica de la cual forman parte.


¿DE QUE HABLAMOS CUANDO DECIMOS PATRIMONIO ARQUELÓGICO?

Conceptualización del patrimonio
Mantecón (2005), retomando los aportes de García Canclini (1987), define al patrimonio como una construcción social. Esto es, como una cualidad que se le atribuye a determinados bienes que son seleccionados como integrantes del patrimonio de acuerdo con jerarquías que valorizan algunas producciones en detrimento de otras. Es decir, la construcción del patrimonio implica una “operación dinámica, enraizada en el presente, a partir del cual se reconstruye, selecciona e interpreta el pasado.” (Mantecón 2005: 65)

Esta selección y preservación del patrimonio se entiende como una actividad productiva, creadora de valor económico, simbólico y político, que requiere necesariamente abordar las dinámicas que se despliegan entre los grupos hegemónicos y los pueblos originarios. Estos últimos pueden definirse, según Moscovici (1986), como minorías activas lo que los convierte en posibles fuentes de influencia social, y por lo tanto, de transformación de la realidad.

Las dimensiones de valor mencionadas están interrelacionadas, y sobre el conjunto de ellas es que opera el proceso de apropiación social de esos bienes. De este modo, se afirma que el patrimonio cultural está formado por “un conjunto de elementos a los que liga el destino común de ser proveedores de un sentido de comunidad, de pertenencia, de identidad, a condición de ver abolidas sus conexiones preexistentes con otros conjuntos expropiados y empobrecidos; bienes que a sus creadores ya no les pertenecen y han sido succionados hacia otros círculos de utilización, engarzados en otros contextos para cumplir funciones nuevas cuya significación les es ajena.” (Gorosito Kramer 1989 en Delfino y Rodríguez 1995 : 49)

El patrimonio designa objetos, materiales y simbólicos, generando interrogantes sobre sÍ mismos, lo cual implica una dimensión temporal por ser éstos –los objetos incluidos en el patrimonio- bienes legados por las generaciones pasadas. Estos objetos o situaciones en si no son arqueológicos o culturales, sino que son significables. Es decir, susceptibles de receptar diversos significados en diferentes contextos, significados que son elaborados por los sujetos y asignados a los objetos en el proceso uso-relación.

Los elementos del patrimonio cultural tienen una significación particular en función del contexto sociocultural, aunque al ser apropiados por otros grupos sociales y ser implantados en nuevos contextos, se produce un proceso de resemantización. Los bienes que hoy se incluyen en la categoría de patrimonio fueron producidos en el pasado con fines diversos, distintos en su conjunto de los que se les asigna en la actualidad.

Museos y sitios: La utilización política del patrimonio
Durante el proceso de conformación de los estados nacionales, a la vez que se expandían las fronteras agrarias en detrimento de la población indígena y su proletarización forzosa, se adoptaron determinadas políticas culturales para la consolidación de la identidad nacional. En este marco, los museos fueron las “instituciones paradigmáticas (...) que se crearon junto con el desarrollo de la noción de patrimonio histórico y cultura nacional” (González Montes 2005 : 1)

En esta línea, los objetos y restos humanos de los pueblos indígenas seleccionados a partir del proceso de patrimonialización, son expuestos como material de culturas primitivas y atrasadas, las cuales son superadas por la civilización occidental (sic). Estos materiales allí expuestos, son exhibidos como botines de guerra, de la guerra que libró el estado nacional contra los pueblos originarios, en la que “redujeron a restos arqueológicos lo que una vez fueron sociedades vivientes (...) muertos lo indios, sus restos culturales son exhibidos con deleite necrofílico en las vitrinas de los silenciosos museos-catacumbas actuales, (...) esos restos y la memoria de las sociedades que los produjeron les son expropiados a sus descendientes, son resemantizados y apropiados por las clases hegemónicas.”(Delfino; Rodríguez 1995: 45).

Los objetos museificados son tratados desvinculadamente de su historia, de las relaciones sociales que les dieran origen y sentidos, así como también de los descendientes de los autores de dichos objetos.(Rocchetti 1998)

Los estados nacionales han recurrido a la arqueología como disciplina que le otorga una visibilidad al pasado social y político, a partir del montaje de sus materiales en los museos, dando lugar a los estereotipos del uso del pasado como política, despojados de sus significaciones originales. En este sentido, la exhibición de culturas en las salas correspondientes a las ciencias del hombre en el Museo de Ciencias Naturales de la Ciudad de La Plata, presentadas como muertas o primitivas, corresponde a la aplicación de una política que necesitó, para poder afianzar la figura del ser nacional, de una conquista sobre un interior considerado como bárbaro.
“Del mismo modo que en los últimos dos siglos los museos europeos constituyeron sus colecciones sobre la base del saqueo de bienes culturales a sus colonias, los grandes museos nacionales, lo hicieron sobre el despojo del interior. Esta estrategia reprodujo una suerte de "colonialismo interno", bajo el signo ideológico del positivismo y el proyecto político de la Generación del '80.” (Delfino y Rodríguez 1992: 2)

Los párrafos previos permiten reflexionar sobre el lugar social de los museos, definiendo a los mismos, según Lappassade (1979) como un analizador. Los analizadores se constituyen como herramientas de análisis y de intervención institucional que catalizan las significaciones, permitiendo hacer visible aquello que estaba oculto y disimulado en el conjunto del sistema. Según Lourau (1994), es toda persona, situación u objeto que permite revelar la estructura de la institución, que la obliga a hablar. Al igual que la producción de subjetividad al interior de las fábricas o de las compañías, en los museos se “producen modelos de comportamientos, mantienen normas sociales, integran a sus usuarios dentro del sistema total (...) un fragmento de la clasificación social y la lucha de clases” (Lourau 1994: 13)


¿ESTADO O MERCADO?: SOBRE LOS PROCESOS DE MERCANTILIZACIÓN

Globalización y sistema capitalista
La globalización se define como una nueva narrativa al interior del sistema capitalista basado en multiplicidad de intercambios culturales y económicos. La globalización constituye un proceso en el que a partir de la creciente comunicación e interdependencia entre los distintos países del mundo, se unifican mercados, sociedades y culturas, a través de una serie de transformaciones sociales, económicas y políticas que les dan un carácter global. (García Canclini. 2002)

Los modos de producción y de movimientos de capital se configuran a escala planetaria, mientras los gobiernos van perdiendo atribuciones ante lo que se ha denominado la sociedad en red. La globalización corresponde a la etapa del capitalismo, conceptualizado como desorganizado, de acumulación flexible o posfordismo, en la que “los procesos de concentración y centralización del capital adquieren mayor fuerza, envergadura, alcance. Invaden ciudades, naciones y continentes, formas de trabajo y de vida, modos de ser y de pensar, producciones culturales y formas de imaginar" (Ianni en Bayardo 1997).

Este proceso da lugar al surgimiento de regiones supranacionales, las cuales buscan constituirse en nuevos polos de poder económico y político. Conlleva una complejidad multidimensional al converger en ella procesos económicos, comunicacionales, y migratorios, que acentúan la interdependencia entre distintas clases sociales de muchas sociedades, y generan una interconexión supranacional superior a cualquier etapa anterior. Lo que hace de este proceso una máquina homogeneizante y segregante son las desigualdades y asimetrías de los intercambios que se establecen.

Lo que se plantea supone que la ecuación patrimonio-identidad nacional se ve desplazada por la de patrimonio-venta-consumo, guiada por una nueva lógica: la del Mercado. La articulación de la lógica del Estado, junto con la lógica del Mercado, permite abordar la cuestión patrimonial como algo cada vez más cercano al turismo y a los medios de comunicación. Al patrimonio se le ha asignado un valor económico que está basado en la explotación, ya no ilegal, sino legalizada del mismo.

Esto no significa que se hayan abonando prácticas asociadas al tráfico ilegal de piezas arqueológicos, cuyos principales consumidores siguen siendo los coleccionistas. Dentro del marco de la legalidad, se registra como aumenta la explotación económica del patrimonio de los pueblos originarios, por parte de nuevas entidades privadas, como el Estado, principalmente a través del turismo en museos, sitios y paisajes arqueológicos, resemantizando constantemente sus significados.

El patrimonialismo cultural se basa en una formación económica capitalista, la cual necesita destruir los principios comunitarios de los pueblos originarios y transmutar en fuerza de trabajo libre a los aborígenes y su descendencia.

Las políticas culturales
La conversión a una nación unificada requirió de procesos de comunalización que implicaron el uso del pasado como política, es decir, que para legitimar al estado-nación se pusieron en marcha mecanismos que incluyeron: sentido de pertenencia, espacios donde se jueguen los signos diacríticos de la nación, y finalmente, los medios para lograr acuerdos mediatizados por los imaginarios sociales.

Las políticas surgidas de los estados nacionales en el proceso de construcción de la hegemonía de la clase dominante, se centraron en la expropiación de la autonomía simbólica y material de los pueblos originarios, es decir, se apropiaron política y materialmente de las expresiones sociales de los oprimidos. (Díaz Polanco. 2000)

Las políticas culturales abarcan todas las intervenciones del Estado y de las organizaciones civiles sobre lo simbólico, permitiendo así la construcción de la hegemonía política y la integración y asimilación sin tener en cuenta el proceso clase-etnia. La apropiación del Estado de los bienes culturales denominados como patrimonio arqueológico nacional, sirve a las clases hegemónicas para legitimar su dominio en una continuidad temporal ficticia.

La utilización del capital simbólico que ofrecen museos, arte de consumo y artesanías populares en términos de patrimonio cultural, permite la construcción de una matriz para la sustentabilidad de una identidad que sea la expresión social e ideológica de pertenencia a la nación. Esto se logra a través del control de la identidad mediante la expropiación de los elementos que la constituyen o por su reducción al patrimonio cultural oficial. Hoy las políticas culturales implementadas por el Estado, en tanto relación con los pueblos originarios, se basan en la apropiación-explotación del patrimonio de los mismos.


Nuevos ropajes para viejas prácticas sociales de apropiación: La explotación del turismo
El patrimonio, como se fue definiendo en las páginas anteriores, constituye un espacio de disputa económica, política, social y cultural en lo que respecta a su uso. El patrimonio cultural se convirtió en un recurso para la actividad turística lo cual significa la configuración de un entramado de diversos actores, cada uno con intereses particulares, entre los que se incluye el Estado, el sector privado, los pueblos originarios y la comunidad científica. Este panorama no deja por fuera multiplicidad de ideologías, que van desde el consumo depredador, la dominación, la colonización encubierta, y tantos otros usos como fines políticos específicos.

El turismo se está transformando en una de las mayores industrias del mundo, dando lugar a una verdadera industria del patrimonio, en la que éste es utilizado con la lógica del espectáculo y del consumo. Esta manipulación desconoce intencionalmente los derechos políticos, económicos y culturales de los pueblos originarios, situación que no hace más que acentuar la polarización de la riqueza, el deterioro de los recursos naturales, y el uso elitista del patrimonio de los pueblos originarios.

Al respecto, puede mencionarse la polémica actual en relación a los niños de Llullaillaco. En marzo de 1999 un grupo de investigadores de la Universidad Católica de Salta, con el apoyo de organizaciones internacionales (National Geographic Society) y el aval del gobierno de la provincia de Salta, realizó una expedición al volcán Llullaillaco, a 6700 metros sobre el nivel del mar, donde hallaron 3 niños pertenecientes a la Civilización Inca. Este Santuario de altura, tal como es denominado por el Museo de Arqueología de Alta Montaña (M.A.A.M) corresponde al lugar en el que se realizaba el ritual conocido como Capacocha. “Hoy, este maravilloso hallazgo está aquí, conservado, investigado y presentado al público en el Museo de Arqueología de Alta Montaña de la provincia de Salta, que propone un viaje de 500 años para ver y entender una cultura que aún hoy permanece viva.”[1]

Si bien la estructura y dinámica del museo se presenta de manera que, bajo una mirada ingenua, puede significar la contemplación de determinados derechos, diversos actores –las propias comunidades, sectores del mismo museo, grupos de investigadores y estudiantes de la Universidad Nacional de Salta, público en general- se han pronunciado en contra, instalando el debate, así como también un genuino ejercicio de ciudadanía.[2]

En el mismo sentido, podemos referirnos al sitio denominado Ruinas de los Quilmes, las cuales se encuentran en la zona de los valles calchaquíes, en la provincia de Tucumán. La antigua ciudad de los Quilmes fue investigada a principios del siglo XX, luego el sitio perdió interés científico hasta 1977, momento en que el gobierno de la provincia decide su reconstrucción con fines turísticos. En el año 1992 el sitio fue dado por decreto a concesión a un inversionista privado, autorizando en 1995 la construcción de un hotel dentro de los límites del sitio, sobre los cimientos de recintos domésticos santamarianos.

La visita al sitio permite apreciar la utilización mercantil del mismo. Encontramos un pequeño museo con algunas piezas del lugar, un local dedicado a la venta de productos artesanales y no artesanales (fotos, remeras, etc), un bar, y para finalizar, el hotel en que tiene hasta una piscina (sic)



Al interior del museo, los relatos sobre la historia de los indios Quilmes, los presenta como pueblo extinto, luego de haber sido trasladados a la provincia de Bs. As. Podría pensarse que nos encontramos aquí, frente a un desconocimiento intencional, ya que hace algunos años las poblaciones de los alrededores se constituyeron como Comunidad India Quilmes, efectuando, en la actualidad, reclamos de tierras en la región. En este caso, el Estado no se ha pronunciado al respecto, siendo la comunidad indígena sistemáticamente ignorada en su condición de sujeto de derechos en lo que respecta, no sólo al paisaje arqueológico y objetos, sino en su pertenencia a la tierra.

Estas mismas situaciones se replican en diversos puntos de la Argentina, donde se registra la aplicación de determinadas prácticas en detrimento de los pueblos. Al respecto, se hace mención a la Quebrada de Humahuaca, y a la declaración de la misma como patrimonio de la humanidad. En consecuencia, más y nuevas activaciones patrimoniales y de turismo.





La declaración como patrimonio de la humanidad, su explotación económica y la ingerencia en el paisaje arqueológico, no sólo del Estado y las entidades privadas, sino también las entidades supranacionales, pone de manifiesto los procesos propios de la globalización, tal como han sido definidos previamente.

La activación como bien supranacional promete, a su vez, el desarrollo sustentable de la región y cierta reactivación económica que beneficiaría a los pobladores. Es importante mencionar, que los primeros cursos de capacitación realizados en Tilcara, promovidos por el gobierno provincial, el gobierno nacional y la UNESCO, fueron en relación a la gastronomía y la hotelería- Esto da cuenta no sólo del énfasis del supuesto desarrollo regional en la explotación turística, siendo nuevamente los pueblos cosificados de sujetos a objetos, como un elemento más del paisaje turístico, sino también del lugar social que les es otorgado.

DERECHOS Y PROPIEDAD

Los pueblos originarios como minorías activas
Las luchas que llevaron a cabo los pueblos indígenas durante siglos para mantener su identidad en torno a una cultura propia, en conjunción con la crisis generalizada de los modelos desarrollistas, facilitaron que, con mayor frecuencia, los gobiernos y sociedades civiles de los países de América Latina reconozcan el derecho de los pueblos originarios a mantener su identidad y su especificidad cultural, considerándolos como integrantes legítimos de Estados multiétnicos.

Las poblaciones indígenas sobrevivieron al avance de las fuerzas de la modernidad. Mucho fue lo que perdieron, pero también mucho lo que resignificaron, inventaron y revivieron en contextos complejos y oposicionales. En este sentido, y retomando los aportes de Moscovici y Doms (1986), las denominamos como minorías nómicas activas.

Las minorías se conciben, por un lado, a partir de criterios cuantitativos, es decir, constituyen una fracción relativamente menos numerosa. Sin embargo, para que las mismas puedan desarrollar procesos de innovación y cambio, deben no sólo estar reconocidas socialmente, sino además, poseer ciertos elementos idiosincráticos que los caracterizan como grupo diferenciado. En este sentido, las distintas comunidades, así como también los pueblos originarios como totalidad, no rechazan las normas dominantes –en este caso lo establecido por el Estado y los organismos internacionales y supranacionales- por no comprenderlas o por no poder adoptar esas normas, sino que las rechazan como consecuencia directa de un posicionamiento distinto. “Una minoría nómica, al contrario que una anómica, adopta y proclama una norma de recambio, una contra-respuesta que responde con mayor precisión que la norma dominante a sus creencias, sus necesidades o a la realidad efectiva.” (Moscovici; Doms 1986: 78)

Los recursos culturales –materiales, demográficos, conocimiento, emotivos, simbólicos, comunicacionales- son definidos como todos aquellos dispositivos de una cultura que son necesarios poner en juego para concretar un proyecto social y conseguirlo. El interjuego entre los procesos de dominación y resistencia genera la emergencia de culturas diferenciadas -cultura autónoma, cultura enajenada, cultura apropiada, cultura impuesta- a partir de dos ejes: propiedad de los recursos culturales –propia/ajena- y decisión en lo que respecta a dichos recursos –propia/ajena.

En esta sentido, es posible pensar sobre la posibilidad de un movimiento en nuestro país, de alguna forma de restitución de los objetos concentrados en los grandes museos capitalinos a los museos regionales, locales o incluso a sus propietarios originales, cuando ellos aún existan como grupo con identidad cultural propia. ¿En qué serían diferentes los museos de arqueología si las naciones indias del continente compartieran en ellos el poder de decisión junto a museólogos y arqueólogos, respecto de qué piezas exhibir, como distribuirlas y como organizar las colecciones?

Pueblos originarios y legislaciones garantistas
La determinación sobre qué debe ser protegido, por quién y con qué propósito ha sido, por lo general, dominio del Estado y los arqueólogos, y los reclamos de los pueblos indígenas se vieron frustrados en un sistema legal de protección que no dio –ni da- lugar a la participación de terceros. “En la actualidad, la ineficacia del Estado Nacional como custodio del patrimonio ha generado en la sociedad civil y particularmente en comunidades y agrupaciones indígenas, un mayor interés en cuestiones relativas a la preservación cultural, que se han traducido en reclamos diversos. En ese marco, las categorías utilizadas en la legislación vigente resultan insuficientes para proteger adecuadamente un patrimonio que se está volviendo menos nacional, unívoco y científico para tornarse más local, multívoco y subjetivo.” (Curtoni y Endere 2003:278)

Como consecuencia de los reclamos que los pueblos originarios vienen haciendo hace tiempo, el Estado promulgó algunas leyes sociales destinadas a las comunidades indígenas, leyes que finalmente caen en lo que denominamos letra muerta, ya que por un lado promueve ciertos derechos, a la vez que sosteniendo el uso indiscriminado del patrimonio de los pueblos originarios.

A modo de ejemplo, podemos reflexionar sobre el caso de las restos humanos hallados en el volcán de Llullaillaco, hecho que pone de manifiesto el conflicto entre el discurso legal y el de los pueblos originarios. En 1999, el centro Indígena Kolla de Salta presentó una denuncia ante el fiscal federal solicitando que promueva acciones frente a lo que consideraba una violación a los derechos de los antepasados. El fiscal desestimó la denuncia aduciendo que la expedición contaba con la autorización del gobierno provincial. El resultado de esto fue la denegación de derecho de consulta a los pueblo indígenas, y en consecuencia, una acción anticonstitucional, ya que nuestro país ha reconocido la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos, a partir de la aceptación, ratificación e incorporación de los tratados internacionales en la Constitución Nacional (art. 75).

Asimismo, la Ley 25.517 establece que los museos deben poner a disposición de las comunidades indígenas los restos humanos que formen parte de sus colecciones, y su vez explicita que “cualquier emprendimiento científico que tenga por objeto a las comunidades aborígenes, incluyendo su patrimonio histórico y cultural, deberá contar con el expreso consentimiento de la comunidad interesada.”(Ley 25.517; art. 3) Está demás volver a mencionar que es precisamente esto lo que no sucede ni en los ejemplos mencionados -Niños de Llullaillaco; Ruinas de los Quilmes- ni en tantas otras situaciones.

Por otro lado, y hasta podría decirse en contradicción a ciertas legislaciones, la Ley 25.743 de Protección del Patrimonio arqueológico y paleontológico, considera al patrimonio arqueológico como una parte integrante del patrimonio nacional y le da la tutela y titularidad del mismo al Estado Nacional, sin mencionar en absoluto la participación de los pueblos originarios en dichas políticas. Esta situación de desigualdad también ha suscitado reclamos por parte de las comunidades, ya que lo consideran violatorio y anticonstitucional, de acuerdo a lo plasmado en el artículo 75 de la Constitución Nacional. Al respecto se haría necesario, tal como lo expresan las propias comunidades, “promover los mecanismos pertinentes para que la ley 25.743/03 sea revisada integralmente y modificada luego de un proceso de consulta y debate en cual participen los pueblos originarios, los arqueólogos y todos los demás actores sociales que tengan un interés genuino en la protección de dicho patrimonio, a fin de tener en cuenta la multiculturalidad implica en el tratamiento del mismo”(Declaración de Rio Cuarto- Mayo 2005)


CONSIDERACIONES FINALES

Como se intentó sostener a lo largo de las argumentaciones previas, el proceso de construcción patrimonial está vinculado a la utilización del mismo como recurso de unificación nacional, es decir, crear-sostener la identidad nacional. En la actualidad, se incluyen, dentro de esa dinámica, los procesos de globalización, a partir de los cuales se resignifican procesos y fenómenos desde la lógica del Mercado.

Sin embargo, estos discursos hegemónicos y dominantes, traen implícito la emergencia de discursos de resistencia y procesos de lucha, en los que las comunidades son protagonistas en lo que respecta a la defensa de sus derechos y reivindicaciones culturales. En este sentido, otorgar un carácter dinámico y social al patrimonio, revaloriza “a los pueblos y culturas vivientes en relación con los paisajes arqueológicos, incluyendo el entrono natural como parte del patrimonio, implica la inclusión de diferentes actores sociales y puntos de vista en la definición y gestión del patrimonio arqueológico.” (González Montes 2005:11)

Frente a este estado de situación es central reflexionar y deconstruir-construir el lugar social que la arqueología como disciplina, y el quehacer antropológico en particular. Los arqueólogos no son neutros, sino que su accionar da cuenta de determinado posicionamiento que alude a condicionamientos ideológicos. Es necesario reconstruir los lugares sociales desde los cuales se acercan a las comunidades, y poder trabajar con estos grupos sociales oprimidos del continente americano: los pueblos originarios. Intentar ser funcionales socialmente, tomando parte por reclamos de los pueblos originarios y, acompañando a éstos en su lucha por la restitución de su patrimonio cultural. Es necesario que desde los campos académicos, sea cual sea la disciplina, se considere su rol social,( Gili 2005) tomando conciencia del mismo, especialmente en lo que hace a las ciencias sociales que pretenden involucrarse en procesos de reconstrucción de memoria social y colectiva.

Hoy en día la arqueología se encuentra atravesada por situaciones de conflicto moral, se ve cuestionada en cuanto por el tratamiento que hacen de su objeto de estudio, por diversos actores sociales. No puede definirse exclusivamente desde el segmento de ente académico, sino que, los arqueólogos –como toda otra disciplina- en tanto actores sociales son portadores de sentidos, involucrándose ética, social y políticamente.( Gili. 2005)

El desafío sería entonces, poder identificar y explicitar el entramado de condicionamientos sociales, políticos, económicos, culturales, que condicionan nuestro acercamiento a los objetos de estudio, es decir, a los sujetos, fenómenos y procesos que intentamos comprender.


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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[1] Fragmento del folleto de difusión del M.A.A.M.
[2] Comunicación personal con personal del MAAM, Salta, septiembre de 2006. En la actualidad los Niños de Llullaillaco no están siendo expuestos en el museo, a pesar de las presiones de determinados sectores, en el que se incluyen a los “turistas” que también reclaman poder ver completamente el espectáculo que se ofrece.