sábado, 8 de agosto de 2009

Ética, etología y moral

Las bases biológicas del comportamiento ético
Seminario F.I.C.E., universidad de Deusto, 2001
Ética, etología y moral
Iñigo Ongay

Índice
1. Presentación
2. Historia y carácter de la etología
3. Constitución gnoseológica de la etología
4. Supuestos y metodología de la investigación en la etología
5. Sobre la agresión
6. De la agresión en el hombre
7. Agresión y antropología cultural
8. La guerra vista desde la etología
9. La raíz biológica de las normas éticas
10. Bibliografía
§1. Presentación
En lo que sigue trataremos de dar cuenta de la historia general de la etología así como del carácter gnoseológico de la misma con el propósito de arrojar luz acerca de los interrogantes principales que los descubrimientos etológicos reservan para la reflexión ética y filosófica, ante todo a efectos de esclarecer las posibles influencias y acaso determinaciones biológicas anidantes a la base de la praxis (ética pero también política moral o religiosa) del ser humano en cuanto que éste, sin perjuicio de ser humano, no puede desentenderse de los cursos que la trayectoria de la filogénesis haya podido dibujar y ello entre otras cosas dado que el hombre mismo es un animal- aunque sea racional para decirlo subrayando la diferencia específica de los escolásticos-, un primate, y no precisamente un Trono o una Potestad, ni mucho menos el motor inmóvil.
§2. Historia y carácter de la etología
Dejando de lado excursiones exhaustivas por precedentes remotos - evidentemente el Aristóteles de la Historia de los animales o de las partes de los animales- y aun próximos - señaladamente desde luego fue Darwin quien, como tantas otras veces pudo iniciar la línea de reflexión protoetológica en el capítulo dedicado al instinto en El origen... o en el conjunto de la obra titulada La expresión de las emociones en los animales y en el hombre- de la etología, cabe decir que ésta misma principia su andadura con las primeras investigaciones que Lorenz y Tinbergen ( a quien precisamente de le debe una definición clásica de la etología en términos de estudio biológico del comportamiento) desarrollaron en los años treinta; no será sin embargo, hasta 1972 cuando el premio Nobel de medicina y fisiología concedido a ambos investigadores y también a Von Frisch ( por sus relevantes estudios acerca del sistema de comunicación de la danza zig-zageante de la abeja melífera) levante acta del nacimiento de la etología como disciplina científica y autónoma. Ya en tiempos más recientes las cátedras, los congresos y las revistas dedicadas a asuntos etológicos dan muy buen testimonio del asentamiento de un campo propio de estudios y de la emergencia de toda una "comunidad científica" (en el sentido de Kuhn) operante en torno al mismo. Los resultados mismos de las investigaciones etológicas han llegado incluso a rebasar los muros de las universidades y los laboratorios, accediendo por así decir, a la Masskult de una manera insólita: así es reseñable la aparición de verdaderos best-sellers etológicos tales como puedan serlo el mono desnudo del etólogo "pop" por excelencia Desmond Morris; pero también los elevados índices de ventas entre el gran público que presentan las sucesivas ediciones de los libros de Jane Goddall o de Frans de Waal ( y en particular su apasionante monografía a propósito de una comunidad "política" de chimpancés en el zoo de la ciudad holandesa de Arnhem). La propia industria cinematográfica no ha permanecido ajena a los desarrollos teóricos etológicos como lo demuestran los filmes de dos cineastas "lorenzianos" del cine estadounidense como lo son Sam Pekimpah o Stanley Kubrick ( la naranja mecánica y 2001: odisea del espacio) pero también -fuera ya de Hollywood- la película de Jean Jacques Annaud En busca del fuego para la que precisamente Desmond Morris cumplió un trabajo de asesoramiento`.
Durante sus primeros pasos a la etología le fue dado protagonizar un episodio de enfrentamiento con otra disciplina ya consolidada, por la vecindad de los territorios de ambas y por la incompatibilidad de sus respectivas metodologías de trabajo, nos estamos refiriendo a la Psicología conductista ( liderada por sus próceres Watson y Skinner como gestores de la herencia de Thondike y de Pavlov). El núcleo de la desavenencia puede concretarse como lo hace Slater ( Slater.P J B 2000 Pp 16 y ss) en el hecho de que mientras que los etólogos - habitualmente biólogos de formación y centroeuropeos de procedencia- tendían a la observación de la conducta de un amplísimo espectro de especies animales ( desde la drosophila melanogaster hasta el grillo topo o el pez espinoso) en el seno del biotopo de la especie estudiada, los psicólogos conductistas realizaban experimentos cuidadosamente controlados- en ambientes artificiales como las cajas de Skinner o las puzzle box de Thondike) y restringidos a un pequeño grupo de especies animales (perros, ratas, palomas y aun pollos o gallinas en el caso de Thondike o incluso seres humanos por recordar la macabra historia de Watson y el "pequeño Albert"). Tales diferencias descansaban sobre el trasfondo de un desacuerdo fundamental en el orden de los principios: Los etólogos daban prioridad teorética al concepto de instinto (aun cuando éste mismo aparezca ya naturalizado en la obra de Tinbergen : vinculado a la secreción hormonal) aparejado secundum se a instancias innatas de naturaleza genotípica, frente a los psicólogos comparativistas cuyos hallazgos venían a centrarse más bien en el ámbito del aprendizaje - definido éste canónicamente como modificación perdurable de una conducta como resultado de una práctica- , impugnando por lo demás la noción misma de instinto no ya por razones de índole ontológica cuanto epistemológica; es el poder heurístico del concepto de instinto lo que se discute, toda vez que prueba demasiado si se considera la posibilidad de postular un "instinto" diferente para cada conducta.
En nuestros días parece haberse accedido a un estadio interdisciplinar en cuanto al status quoestionis de ambas ciencias, nadie duda en psicología animal de la importancia efectiva de las determinaciones innatas en la modelación misma del propio proceso de aprendizaje, los etólogos por su lado incluyen desde hace años experimentos controlados entre sus actividades diarias y han venido a reconocer el insustituible papel del aprendizaje en todo proceso conductual.
§3. Constitución gnoseológica de la etología
En principio habría que advertir que tratar de ubicar el estatuto de la etología- o de cualquier otra disciplina- en el marco clasificatorio de las ciencias categoriales efectivas ( responder a cuestiones tales como puedan serlo "¿ es la etología una ciencia en sentido fuerte- una hard science- o más bien un saber cuasicientífico a la manera de las disciplinas humanas- una softscience- o aun resulta no ser si no una pseudociencia, una mitología o una ideología?) es tarea propiamente filosófica y no científica sin perjuicio de que no pueda ser acometida de espaldas a las ciencias positivas mismas - pero tampoco a espaldas de los saberes mundanos-. Además la condición filosófica de la cuestión planteada, hace ver que tampoco puede pretenderse responder ésta de una manera neutral ni tampoco apartidista, por así decir desde "posiciones cero". Al contrario, es preciso tener disponible una completa teoría de la ciencia- remitente a su vez, a nuestro juicio, a otras coordenadas sistemáticas y symplokeikas ejercidas en el taller de las ideas.- que rinda en el miomento de elaborar taxonomías precisas de la distintiote scienciarum en orden a organizar la pluralidad de las ciencias existentes. Nosotros vamos a acercarnos a la cuestión desde unas coordenadas gnoseológicas muy precisas que creemos rinden poderosamente en los análisis gnoseológicos especiales; a saber: la teoría del cierre categorial. Por supuesto que no se trata aquí de iniciar la labor de aplicación exhaustiva de la TCC a la etología- sin perjuicio de que la labor misma promete ser fructífera- ni tampoco de desarrollar por extenso los engranajes filosóficos de la teoría de la ciencia que ejercemos. Retos ambos ( pero ante todo el primero) que haremos bien en dejar para mejor ocasión.
Para empezar, sería necesario señalar que la etología aparece a la luz de la filosofía de la ciencia del profesor Gustavo Bueno, como una disciplina enmarcable en el conjunto de las ciencias humanas en un sentido temático - en el sentido objetivo del genitivo-, es decir aquellas disciplinas, saberes, y "ciencias" que oscilando a perpetuidad entre los límites de un doble plano operatorio ( metodologías alfa y beta) no pueden segregar del todo los contenidos subjetuales y operatorios del campo- entre sus términos cuentan con sujetos operatorios diversos al propio investigador- a menos que deshagan también su carácter humano. En la economía, la sociología , la teoría de los juegos pero también en la etología se dibujan campos entre cuyos términos aparecen constantemente sujetos apotéticos cuyas operaciones no pueden quedar desbordadas en la línea del regressus si no que, al contrario que en las ciencias físico químicas ( en la mecánica de partículas o en la biología molecular no asistimos a operaciones puestas a punto por neutrinos o electrones, por macromoléculas o por enzimas y ello salvada la metáfora) o "formales tipográficas" ( las aristas de un poliedro o el centroide de un triángulo no operan en absoluto), se codeterminan en el caso de las ciencias humanas y etológicas, con las operaciones mismas del sujeto operatorio que investiga que resultan ser similares a las realizadas por los sujetos interinos del campo. En este sentido en el momento de proceder a la construcción de verdades científicas- tal y como nosotros las entendemos , es decir como identidades sintéticas sistemáticas- la etología y las otras ciencias humanas, no puede neutralizar las operaciones de los sujetos estudiados- debe incluirlas aunque solamente sea en instancias fenoménicas- y por ello se manifiesta como una estructuración necesariamente incapaz de responder al trámite de organización de un cierre categorial efectivo. Con esto no pretendemos desde luego, sostener que la Etología- pero tampoco la historia, la etnología o la sociología de la religión- sea una suerte de paraciencia, un discurso obscurantista o mitológico ( la etología no es espiritismo, cartomancia ni ufología) si no precisamente que su cientificidad, sin perjuicio de existir es bien precaria y permanece susceptible de soportar tratamientos acientíficos o metafísicos, buena muestra de todo ello nos la dan las tentativas de invasión reduccionista- en contradistinción de la sola reducción como procedimiento habitual de toda ciencia categorial- de otras esferas de la que hacen gala en nuestros días tantos etólogos y sociobiólogos, a una tal tendencia, Alfonso F Tresguerres dio el nombre , hace ya algunos años , de etologismo. En un tal sentido, la filosofía estará autorizada para intervenir, criticar o sencillamente tallar las ideas, muchas veces oscuras y confusas ( y ni claras ni distintas) que atraviesan el campo etológico, preveniendo o desentrañando si fuese menester ( y casi siempre lo es en tales casos) los eventuales peligros de hipostatificaciones o las coladuras de ideologemas varios.
No se trata sin duda , de oponernos a la etología desde un espiritualismo predarwiniano- y seguramente pre-crítico- que pretendiese querer ignorar (veraz o mendazmente, de buena o de mala fe) el hecho de la evolución o la identidad sintética tejida por la biología evolucionista, sino de contestar al "etologismo" desde la filosofía y en concreto ( o tal vez quepa decir mejor "por tanto" a la luz de la solidaridad entre el materialismo y la conciencia filosófica tal y como la expone G Bueno) desde el materialismo filosófico, sin olvidar que el hombre es un producto de la evolución de la especies , pero sin perder tampoco de vista la distinción entre categorías e ideas si no se quiere prescindir de la labor crítica que al respecto de la idea de "hombre" ( en cuanto que en virtud justamente de su condición de idea, atraviesa varias categorías sin quedar agotada por ninguna en particular) solamente le es dado efectuar a la filosofía en general y a la antropología filosófica en concreto.
§4. Supuestos y metodología de la investigación en la etología
La etología opera en asunción el cogollo nuclear de la biología evolucionista darwiniana tal y como ésta cristaliza en el seno de la Teoría sintética de la evolución puesta a punto por Mayr, Huxley, Simpson o Dovzhansky.
Como se sabe, la teoría sintética describe los mecanismos rectores de la evolución de las especies, bajo la forma de una interacción entre las presiones ambientales y la variabilidad genética de los organismos de modo que la selección natural vendría a organizar los diferentes caracteres resultantes de la mutación y las recombinaciones genéticas, descartando aquellos que devienen inviables en el trance de su actuación en una biocenosis. Precisamente en esta medida, la teoría sintética calificaría a los genes como "sujetos" de la mutación, a los organismos como sujetos de selección y a las especies como sujetos de la evolución ( ya sea micro o macro evoluciones) y ello a pesar de las posiciones contrarias de "ilustres" sociobiólogos como lo son Wilson, también Dawkins &tc.
La selección natural obraría también en el caso de la conducta de los animales, en este contexto, vale decir que la etología se nos aparece como engarzada en el campo de las ciencias evolucionistas, aquellas que, como la paleontología o la ecología deben la propia constitución de sus teoremas a la teoría de la evolución misma o por lo menos su estado presente no es pensable al margen de ésta. En efecto los etólogos suelen aludir a pruebas etológicas - que habría que situar suponemos al lado de las bioquímicas, anatómicas, taxonómicas, serológicas o biogeográficas- de la evolución en el descubrimiento de pautas comportamentales homólogas - entre el hombre y el chimpancé pongamos por caso, o entre las diferentes especies de drosophilas- patentadoras de una evolución divergente entre especies genéticamente emparentadas o en la detección de etogramas análogos que indicarían una evolución convergente ante condiciones similares al menos en cuanto a su estructura. En este caso diremos que unas tales pruebas, y las líneas de evolución conductual que manifiestan vendrían a ampliar la franja de verdad de la identidad sintética de la evolución.
Como resultado de la acción de la evolución , la etología supone que determinadas pre-programaciones -para hacer uso de los términos de Eibl-Eibesfeldt- fungen como determinaciones filogenéticas del comportamiento de cada especie animal a la manera de espectros conductuales sedimentados en el acervo genético. Ahora bien , ¿cómo aislar tales preprogramaciones comportamentales?; a este respecto la metodología que los etólogos siguen en sus investigaciones es enormemente simple .A saber:
Tras la identificación de un "etograma"- de un patrón esteriotipado de conducta, de un AFP (action fixed pattorn)- común a una especie o a varias ( identificación resultante de la observación continua de la conducta de un organismo en su biotopo), se procede a la comprobación de si unas tales pautas pueden descansar en pre-programaciones innatas en lugar de ser enteramente aprendidas; en este sentido ninguna paloma tiene que aprender a volar a la manera tampoco ningún pato precisa aprender -por trial and error- la ceremonia del cortejo, las abejas melíferas no necesitan ensayar o imitar su sistema danzarín de comunicación con el enjambre así como también los mecanismos de troquelado responden- según lo demostró Lorenz en sus famosos experimentos- a motores completamente innatos.
Ahora bien, las preprogramaciones no son enteramente innatas, muchas veces el desarrollo de la conducta se produce merced a una interacción en feed back entre el aprendizaje y las predisposiciones genéticas ( que en ocasiones incluso operan como filtros del proceso de adquisición y aun como filtros de estímulos irrelevantes para el organismo); para ilustrar esta suerte de ensortijamiento que Lorenz denominó "ensamblamiento instinto - adiestramiento", podemos reparar en la conducta del macaco rhesus en lo relativo al aprendizaje del miedo a las serpientes:
Se ha comprobado experimentalmente que los monos rhesus aprenden las apropiadas reacciones de miedo ante las serpientes- muy útiles sin duda de cara al éxito evolutivo- en virtud de una interacción social puesto que los macacos criados en cautividad no parecen adoptar reacciones de temor ante tales predadores si antes no contemplan las mismas en otro macaco, sin embargo si por medio de un trucaje experimental, los investigadores tratan que el mono desarrolle miedo a un objeto trivial (manipulando una cinta de video para que el mono tutor parezca asustarse ante la inofensiva presencia de un ramo de flores pongamos por caso) el experimento fracasará. Parece pues que una base innata regula una cierta criba de estímulos temibles, moldeando de este modo el desarrollo del aprendizaje por imitación .
En una interesante monografía a propósito de los comportamientos nidificadores de los chimpancés, J Sabater-Pi ( Sabater Pi, J 1985) advierte como los individuos criados en cautividad- al margen por así decir de toda "inculturación"- no desarrollan la pericia de construir nidos aun cuando en efecto disponen de predisposiciones nidificatorias que les inducen a arroparse con las hojas en el sentido de una incipiente conducta operatoria y manipulativa que solamente terminará por activarse del todo en presencia de un chimpancé tutor que pueda desencadenar el curso del aprendizaje.
De otro lado, conviene distinguir entre el control central y el periférico respecto a toda pauta conductual motora, esta diferenciación podría situarse en relación paralela a las correspondientes modelaciones innatas y ambientales de las conductas:
Por un lado , son ya clásicas las investigaciones de Von Holst acerca de la actividad espontánea de la médula espinal de los peces, que darían crédito a la hipótesis de un cierto control central ( desde el SNC, y en este caso la médula espinal) de determinadas conductas en tales organismos.
Del lado de la etología, K Lorenz pudo determinar la peculiaridad de ciertas conductas rotatorias del ánsar común . El mismo Lorenz conjuntamente con Niko Tinbergen descubrió que en el movimiento de recuperación de un huevo que ha salido rodando del nido de un ganso subsistían componentes fijos y componentes variables dependientes de la información adquirida desde instancias periféricas. En la recuperación del huevo el ánsar pone su pico más allá del mismo y luego lo retrae, desplazando el huevo movedizo hacia su pechuga (componentes invariables), sin embargo los movimientos laterales equilibradores del pico que sirven para mantener el objeto recuperado en su sitio se mantienen en perfecta dependencia de los in-puts exteriores (los tambaleos y oscilaciones del huevo).Las tracciones hacia el pecho, son empero inmodificables desde el exterior y no se codeterminan con respecto a ningún in-put, tanto es así que si el estímulo que ha desencadenado la operación quedan eliminados ( o sustituidos por otros como pueda serlo una piedra pongamos por caso) una vez la pauta se ha iniciado, el movimiento mismo llegará en cualquier caso a término.
De cualquier manera la mayoría de los patrones motores constatados por los etólogos no responden a una instancia rectora unilateral - central o periférica- si no más bien a una compleja retroalimentación entre los in-puts, los out-puts y la black-box que regula los procesos.
Con el fin de ratificar la patencia de pre-programaciones innatas tras el curso de los etogramas, los etólogos acostumbran a recurrir a experimentos de privación con individuos , experimentos ellos mismos hábiles para controlar - e incluso neutralizar- la variable de la adquisición y del aprendizaje en el desarrollo de estereotipos conductuales,; si los mismos etogramas se repiten tras una privación intensa de información exterior y experiencias relevantes, el etograma se deberá probablemente a motores pre-programáticos de carácter innato.
En el caso de los seres humanos- entre los que se supone , se presentan también predisposiciones y programas- la posibilidad misma de los experimentos privatorios parece quedar excluida por motivos éticos. Sin embargo pueden aprovecharse para la detección de pre-programaciones , estados naturales de privación de experiencias relevantes, en este sentido, son paradigmáticas las investigaciones del etólogo I Eibl-Eibesfeldt con niños sordos y ciegos de nacimiento- y en ocasiones además privados del sentido del tacto a causa de graves mutilaciones-, la apabullante y minuciosa cantidad de materiales - en gran medida de procedencia fílmica.- resulta ser esclarecedora en orden a la comprobación de la presencia de adaptaciones filogenéticas y coordinaciones hereditarias que determinan los movimientos esteriotipados del rostro. Como dice Eibl-Eibesfeldt:
"Esos niños, que se crían en un silencio eternos, ríen y lloran como nosotros pese a que no han podido copiar estos gestos de nadie. En caso de enojo muestran las arrugas verticales de ira y golpean con el pie en el suelo; en resumen: en esos niños va madurando poco a poco los complicados movimientos del rostro" (Eibl-Eibesfeldt I 1981 Pp 26)
De este modo , Eibl -Eibesfeldt rastrea en tales ejemplos, multitud de movimientos mímicos esteriotipados y asociados a una amplia gama de emociones (ira, vergüenza, miedo, alegría) : movimientos manuales de rechazo, sonrisa, sonrojo, pataleos &tc. Las pruebas de Eibl-Eibesfeldt dan razón incluso del desarrollo de actitudes sociales básicas de gran importancia para nosotros como lo son la confianza hacia el conocido y el temor espontáneo al extraño
Además , Eibl-Eibesfeldt, ratifica sus hallazgos mediante el cotejamiento de etogramas de diversas especies genéticamente próximas- como veremos las conductas agonísticas en los póngidos y en los humanos comparten pautas comunes- y mediante el descubrimiento de patrones muy similares entre seres humanos socializados en diversas áreas culturales ( waikas, kungs!, inuits, hotentotes, occidentales &tc) en lo relativo a comportamientos de timidez, de rechazo, movimientos evasivos ( apartamiento tímido o coqueto del rostro), salutaciones (saludo con las cejas o con la mano), abrazos y besos ( presentes ya por lo demás entre chimpancés y gorilas.), muecas bucales de amenaza ( comunes también a los mandriles et alii), tendencia amenazante a poner de relieve el hombro realzando sus perfiles por medio de erizamientos pilosos,...
Atravesando toda pauta de actuación engarzada con una coordinación hereditaria, aparecen mecanismos desencadenadores innatos de las series conductuales, estás se activan en respuesta a estímulos clave o disparadores, que funcionan al modo- mutatis mutandis debemos decir nosotros si no queremos incurrir en mentalismo como lo hacen algunos etólogos- de señales cibernéticas para el organismo en cuestión : La tonalidad rojiza de la panza del pez espinoso macho supone por ejemplo un disparador de las manifestaciones agresivas en sus congéneres - de hecho si se introduce en el acuario un objeto sustitutorio coloreado de rojo, éste mismo podrá ser objeto del ataque de los peces-, "Los petirrojos conocen a sus rivales por la mancha de la pechuga y atacan también a un manojo de plumas rojas sujeto a un palo y colocado en su territorio . Las pavas reconocen a sus polluelos por la voz y matan a los que no emiten sonidos, en cambio dan buena acogida a cualquier tejón disecado con un altavoz dentro que emita sonidos parecidos a la llamada del pavipollo" (Eibl-Eibesfeldt 1994 Pp 20). En este sentido como mecanismos desencadenadores pueden funcionar tanto cromatismos, como movimientos especiales, estímulos olfativos &tc que puedan ser identificados de alguna manera por el individuo ( aun cuando tampoco tengan por qué ser sensu stricto una señal, las ranas atacan , desde el momento inmediatamente posterior al final de la metamorfosis, cualquier objeto móvil aun cuando sea gravilla; y ello por que en sus ecosistemas tales movimientos anuncian la presencia de insectos. Sería un error sin embargo pretender que los insectos mismos señalan su presencia a los predadores), e incluso exhibiciones . Un amejoramiento de la fluidez de la comunicación interespecífica o intraespecífica puede determinar la puesta en marcha de un proceso de ritualización en la que las señales -clave queden simplificadas y exageradas por mor de la claridad en los intercambios ante determinadas situaciones ( cortejo , agresión, apaciguamiento); es éste precisamente el caso del lenguaje danzarín de las abejas, los rituales de cortejo de patos, pavo reales o empídidos Hilara Sartor, las exhibiciones de fuerza de los chimpancés machos &tc
§5. Sobre la agresión
Siguiendo a Scott, I Eibl-Eibesfeldt, caracteriza las conductas agresivas como partes integrantes de un sistema complejo de pautas agonísticas que a su vez habría de comprender subsistemas de lucha- compuestos además por otros subsistemas de agresión y de defensa- y subsistemas de huida ( formado por conductas de sumisión y de huida propiamente dicha) que vendrían a coordinarse con los sistemas de lucha de una manera reajustadora , según ya lo apunta Tinbergen, evitándose así el autoaniquilamiento ( "el luchador intrépido no llega muy lejos " habría escrito el propio Tinbergen).
En todo caso, es preciso introducir en este contexto una distinción fundamental : Habría que delimitar meridianamente el campo de las conductas agresivas interaespecíficas ( a las que nos referiremos preferentemente) en contradistinción al de las agresiones interespecíficas asociadas comunmente a pautas de predación y caza ; es claro, sin perjuicio de los parecidos superficiales, que no es idéntica la agresión de un gato a otro gato en el contexto de una disputa entre machos por los apareamientos que los comportamientos acechantes del mismo gato ante un ratón emboscado.
La extensión universal de los sistemas agonísticos de actuación entre diferentes especies animales ,ha llevado a los etólogos a pensar que la agresión no es un mero epifenómeno, sino que antes bien, responde a las presiones de la selección natural de distintas maneras : por poner un ejemplo, los módulos de comportamiento agresivo, distribuye los individuos en el territorio , ajustando las presiones de la natalidad a los recursos disponibles en la biocenosis de refrencia eventualmente inestable, por así decir la agresión misma fuerza un panorama de repoblación extensiva, difundiendo a algunos individuos ( los perdedores de cada combate) a lo largo de territorios menos favorables.`De este modo, la agresión es indudablemente funcional de cara a la selección natural, una estrategia evolutivamente estable para así decirlo:
"Supongamos que los petirrojos no combatiesen a sus iguales .Las diversas parejas podrían aprovechar entonces con demasiada facilidad una oportunidad favorable para hacer el nido bajo el mismo techo de un granero. En cuanto llegase el primer período de mal tiempo todo el grupo correría el peligro de perder la cría, pues los pájaros con su limitado radio de acción , agotarían muy rápidamente las existencias de insectos de la vecindad" (Eibl-Eibesfedt.I 1981 Pp93
Los comportamientos agonísticos también poseen indudables ventajas en orden a la selección de machos fuertes y sanos ( aquellos que resultan victoriosos en los combates) para la reproducción y, en determinadas especies, el cuidado de la prole. Es esto precisamente , lo que sucede entre las iguanas de los Galápagos cuyos machos se tornan intolerantes en la época de la reproducción, presentando entonces comportamientos territoriales - ausentes en otras épocas del año- decididamente hostiles para con sus rivales potenciales.
Ahora bien, ¿cómo explican entonces los etólogos el desarrollo de tales comportamientos?, ¿responden acaso a coordinaciones hereditarias , a preprogramaciones innatas?. Una de las teorías etológicas de la agresión más populares- y aun también más divulgadas- lo es sin duda, la que K Lorenz pudo presentar en su libro Sobre la agresión , el pretendido mal. El modelo termohidráulico expuesto por Lorenz ( también conocido entre algunos etólogos y psicobiólogos como el retrete de Lorenz con no poco cachondeo), postula una explicación de la agresión basada en la representación de una black box que segrega out-puts en dependencia no sólo de los in-puts si no también de sus estados internos. Naturalmente que sin perjuicio de que el modelo de Lorenz sea útil a efectos heurísticos - sirva por ejemplo para diseñar experimentos o para organizar predicciones- nadie esperaría encontrar una tal black-box entre las vísceras o los hemisferios cerebrales de un animal.
La idea es que la motivación que determina el inicio de una pauta de acción - comer, aparearse, agredir- depende del cúmulo de una cierta cantidad de energía de acción específica que combinándose con los estímulos adecuados puede desencadenar la conducta concreta ( la acción en cuyo curso por lo demás la energía acumulada se consume). El modelo operaría en este sentido a la manera de un depósito que va acumulando agua de un modo paulatino; el agua puede desbordar y liberarse por efecto de su sola acumulación en el depósito de cabida limitada ( en este caso la acción vendría a tener lugar por el cúmulo de energía retenida) o bien por efecto de los pesos que cuelgan de la válvula ( los estímulos clave o disparadores) ; naturalmente puede que la acción combinada de ambos ingredientes terminen por causar el desencadenamiento, pero lo interesante del modelo termohidráulico es que aventura la idea de que a mayor tiempo transcurrido desde la última descarga, mayores probabilidades hay de que la acción vuelva a tener lugar con independencia de los estímulos habidos. Y ello en gran medida es así, en efecto , muchos individuos sometidos a experimentaciones acerca del desarrollo de la motivación han descargado la energía acumulada ( en este caso la agresiva) sobre objetos de reemplazo o sencillamente sobre el vacío : Según el mismo Lorenz un estornino de su propiedad criado en casa, solía revolotear hasta el techo para capturar una mosca inexistente, los gallos de pelea atacan en ocasiones sus propias sombras proyectadas sobre la pared. Más precisos aún resultan ser el caso de la conducta agresiva del petirrojo europeo, descrita por el zoólogo David Larck. Un petirrojo al que acaba de enfrentársele con un desencadenante artificial ( un macho disecado de su misma especie) termina por atacar la zona vacía en la que sus supuesto rival había estado, en total ausencia ya de estímulo. Si se enfrenta dos peces espinosos machos a través del protector cristal de la pecera durante el tiempo suficiente y a continuación se retira uno de los rivales del campo de visión del otro introduciendo en cambio en su cámara del acuario a una hembra , el macho atacará a la hembra pudiendo incluso llegar a matarla a pesar de la tonalidad anaranjada de la panza de la hembra que en otros contextos cumpliría un papel poderosísimo de estímulo desencadenador de actividad sexual.
Es conveniente advertir, no obstante , que las conductas de agresión intraespecíficas no están en absoluto dirigidas a la destrucción física del rival vencido. De hecho, en los casos en los que los enfrentados son animales dotados de "armas peligrosas" (colmillos, garras, veneno) , potencialmente mortíferas, éstas mismas no se utilizan en el combate , si no que, antes bien , las rivalidades se resuelven por la vía del torneo, del enfrentamiento incruento ritualizado : los torneos de antílopes o cíclidos, los enfrentamientos pugilísticos de la s serpientes venenosas, permiten seleccionar a los más fuertes sin necesidad de arrojar bajas definitivas entre los perdedores.
Eibl-Eibesfeldt, da cuenta de un caso especialmente esclarecedor de ritualización del combate en torneo, el caso de las iguanas marinas de los Galápagos, citaremos in extenso su relato:
"En la época de la reproducción los machos combaten a sus iguales. Cuando se acerca un rival, el que ocupa el territorio adopta la actitud de amenaza : abre la boca, como si quisiera morder, mueve la cabeza de arriba para abajo y se balancea de un lado a otro frente al rival, con las piernas estiradas. Al mismo tiempo le muestra su flanco, que ensancha al erizar las escamas del cuello y del dorso. Si el rival no se muestra impresionado por esta conducta de intimidación, se llega entonces a la lucha. Los adversarios se lanzan el uno contra el otro, y después de haberse amenazado mutuamente con la boca abierta podría esperarse que se mordieran también. Pero esto no sucede. Las iguanas inclinan más bien la cabeza antes de que se produzca la colisión , de forma que son sus bóvedas craneanas las que chocan entre sí. Cada una de ellas tratará de sacar a la otra del campo, y ese pugilato puede durar mucho tiempo. Frecuentemente los animales hacen también descansos en los combates permaneciendo el uno frente al otro en actitud amenazante. Si uno de ellos advierte finalmente que no se encuentra a la altura del otro, pondrá fin a la lucha aplastándose sobre el vientre contra el suelo frente al adversario. Éste respeta la actitud sumisa del contrario y espera, sin proseguir la lucha, a que despeje el campo"
(Eibl-Eibesfeldt 1981 Pp 96) Todo el combate transcurre como sobre un tatami de sumo podríamos decir.
Además, el perdedor puede detener la acción agresiva, incidiendo en posturas de sumisión- cargadas habitualmente de profundas reverberaciones de infantilismos-, inhibiendo la continuación de las descargas como si apelara a la compasión del adversario : las peticiones de alimentación boca a boca por medio de regurgitaciones ( antecedente filogenético del beso según tantos etólogos) en los lobos y otros animales , o los espulgamientos amistosos de los chimpancés - que pueden tener lugar tras una exhibición intimidatoria de fuerzas del macho alfa o del aspirante beta o ganma como las que describe De Waal en La política del chimpancé- funcionan como inhibidores preprogramáticos hábiles para poner dique al comportamiento agonístico, Eibl-Eibesfeldt, Lorenz y otros han puesto de manifiesto que semejantes inhibidores subyacen también en el comportamiento del homo sapiens sapiens de nuestros días ( "La sonrisa desarma", los rasgos infantiloides resultan apaciguadores &tc).
Ahora bien, si es cierto que la agresión es funcional en el seno de la evolución - y ello debe ser así si es que responde a presiones selectiva o si al menos no ha sido barrida por la misma selección, según razonan los etólogos, como sin duda hubiera ocurrido si fuese deletérea- ; ¿ cuáles son en concreto sus funciones?. Eibl- Eibesfeldt en Guerra y paz, señala un buen número de ellas. A saber:
· Agresión vinculada a la conducta territorial : que junto a las señales aromáticas y otros mecanismos , sirven para subrayar la exclusividad de un territorio evitando la superpoblación.
· Agresión vinculada a la conservación de las pautas grupales: Según las observaciones de Jane van Lawick en una comunidad de chimpancés en la que se desarrolló la poliomelitis, todos aquellos individuos que se apartaban de las pautas dominantes eran evitados o atacados; experiencias análogas con gallos a los que se había coloreado la cresta de un tono peculiar y extraño, las recogen psicólogos como Schjelderup- Ebbe.
· En situaciones de rivalidad sexual , las conductas agonísticas vigen como una suerte de test de aptitud de los machos en orden a la reproducción, asegurándose así en las luchas por el apareamiento la buena salud de la progenie y el ulterior éxito evolutivo de la especie.
· Se ha venido a observar también que la agresión cumple su papel en la delimitación y conservación o trituración de jerarquías sociales en diferentes comunidades : De Waal tuvo ocasión de comprobarlo observando la evolución de las estrategias (pactos, coaliciones triádicas &tc) entre los chimpancés de su zoológico, también Hold advierte jerarquías definidas entre niños del jardín de infancia en la que la agresión se mantiene profundamente imbricada.

En cualquiera de los casos, el hecho de la agresión descansa según los etólogos en adaptaciones filogenéticas de base fisiológica (digamos estructuras alfa operatorias) como lo son las secreciones hormonales – ante todo la secreción cíclica de la testosterona-, los impulsos nerviosos centrales ( así von Holst y von Saint Paul lograron inducir comportamientos agresivos en gallinas mediante la estimulación eléctrica de determinadas áreas de su cerebro), y desde luego , en bases genéticas precisas como se ha podido demostrar mediante experimentos de selección artificial de ratones domésticos y el intercambio de los proveniente de troncos genéticos agresivos a madres pacíficas y viceversa.
§6. De la agresión en el hombre
En principio de que la agresión interespecífica humana es un hecho, nadie puede dudar y contra facta non vallet argumenta, queremos con esto decir , que no es opinable.
Ahora bien, ¿ responde acaso a adaptaciones filogenéticas y a preprogramaciones o motores etológicos, o es tal vez un comportamiento meramente aprendido en virtud de la imitación, del ensayo -error o del contexto cultural de socialización que tendería a hacer más agresivos a unos seres humanos y más pacíficos a otros?.
Los estudios de Reynolds & Reynolds , así como las primeras investigaciones de Jane Goodall sobre las comunidades de chimpancés, apuntaban a la hipótesis de que los seres humanos arrastran "por naturaleza", la herencia del pacifismo como es visible en el sintomático hecho de que parientes tan próximos como lo son los chimpancés conviven en grupos de carácter abierto y enteramente carentes de comportamientos exclusivistas o territoriales o de sistemas agonísticos de conducta ; el hombre en estado de naturaleza sería en este sentido algo muy similar a un "buen salvaje" rousseauniano o al menos a un "buen chimpancé" sin agresión y sin matanza.
Sin embargo, investigaciones más recientes y más cuidadosas desautorizan, al decir de Eibl-Eibesfeldt , concepciones tan armoniosas , aportando en cambio una imagen muy otra de la etología de los chimpancés y de los antropoides. A saber :
"Las nuevas investigaciones arrojaron los siguientes resultados : los chimpancés viven en comunidades ( comunities), denominadas también en inglés unit- group, larg- sized group, preband y regional population. Los miembros de dichos grupos se conocen entre sí y reaccionan ante los intrusos con comportamientos de amenaza y ataque. Dentro de la comunidad los chimpancés forman subgrupos, cuya composición puede variar, esta estabilidad despertó al principio la impresión de que los grupos estaban mal delimitados y eran abiertos" (Eibl-Eibesfeldt 1995 Pp66).
Los chimpancés forman pues grupos estables y cerrados, marcados por el marchamo de la jerarquía establecida ( en torno a un macho dominante alfa que acrisola su poder en gran medida mediante demostraciones de fuerza, capacidad de resolución de conflictos, también en virtud de su habilidad "política" en la configuración de estrategias y pactos & tc)., que respondería a los extraños en función de un esquema agonístico de "amenaza-ataque" y en muchas ocasiones en uso de armas- palos, proyectiles..-, y todo ello por excusar el importante hecho de que la dieta de los chimpancés incluye como es sabido la práctica del canibalismo ( práctica que por otro lado tampoco fue ajena al "primer europeo", al homo antecessor de Arsuaga et alii, a juzgar por lo menos de los hallazgos de la sima de los huesos de Atapuerca).
Además Lawick-Goodall tuvieron ocasión de constatar un total de doce situaciones estereotipadas que vendrían a marcar el inicio de una conducta agresiva de amenaza o ataque cuyas pautas por lo demás ( en cuanto a la exhibición de la fuerza, el blandimiento intimidatorio de herramientas -armas, el arrojamiento de proyectiles &tc) resultarían ser enteramente paralelas ( homólogas en el sentido del evolucionismo) a las conductas agresivas humanas. De entre estas situaciones típicas, destacan entre otras las que siguen tal y como las recoge Eibl-Eibesfeldt en Guerra y paz :
· En la rivalidad por cuestiones jerárquicas. Abundan los comportamientos de amenaza y escasean los de ataque.
· Como reacción de ciclista : la agresión transcurre siempre en concordancia con la línea jerárquica
· Lucha contagiosa : en un combate suelen inmiscuirse terceros.
· Como reacción frente a intrusos o a comportamientos divergentes de la pauta normal del grupo.
· Defensa de las crías por parte de las madres con la eventual ayuda de los hermanos mayores.
· Sin perjuicio de que la lucha por el alimento no sea corriente en ocasiones se produce ( ante todo en relación a las bananas y también según lo advierten Lawick- Goodall respecto a piezas cobradas.)
· Pendencias entre machos durante el cortejo de una hembra en celo especialmente atractiva.
· Sistemas conductuales de instigación dirigidos contra baduinos y seres humanos sustancialmente idénticas a las ejecutadas intraespecie.
( Para una descripción más profusa de la vida grupal de los chimpancés , no sólo ya en lo tocante a las pautas agresivas, op vid el interesante- y a ratos apasionante- relato de Waal. F 1993).
La cuestión que se plantea a la investigación en etología , una vez analizadas las pautas comportamentales agonísticas entre nuestros parientes filogenéticos, no es otra que la identificación y el aislado de los etogramas específicos ( compuesto sin duda de disposiciones, pautados, desencadenadores...) de tipo agresivo que pudieran subyacer a las conductas agonísticas de los seres humanos sean cuales sean sus esferas culturales de partida. Para ello, el procedimiento es de nuevo, aplicar experimentos de privación o, en su defecto, aprovechar las privaciones naturales investigando sujetos tales como lo son los niños sordos y ciegos de nacimiento.
En estos niños, se desarrolla normalmente ( y salvados los casos de daños cerebrales profundos) un esquema cognitivo que consagra una identidad "forastero -enemigo", "conocido-amigo" de manera tal que desde el principio de la crianza, parecen operar predisposiciones a la intolerancia que se resuelven en el rechazo, la evitación e incluso la agresión al extraño combinada con la búsqueda de acogimiento en el conocido- y palmariamente la madre sin duda- y ello sin perjuicio de que nunca haya habido experiencias reforzadoras de una tal respuesta evasiva o intolerante. Es decir, los esquemas rectores de tales comportamientos aparecen enteramente al margen de experiencias previas sin que por lo tanto , sea procedente apelar aquí a modelos de aprendizaje preñados de premisas ambientalistas, conductistas o culturalistas ( según los etólogos en este contexto no es hábil la hipótesis del trial-and-error así como tampoco el desarrollo del lenguaje responde según lo plantea Chomsky a los requerimientos teóricos de la psicología del aprendizaje de Skinner).
En ellos por otro lado se observan pautas agonísticas de conducta en orden a la conservación y la defensa de el puesto en la jerarquía ( puestos en la mesa , al lado de la madre &tC) o en lo tocante a la defensa de la "propiedad" (paquetes de regalos...)
También se ha venido a advertir, en el ser humano, la presencia de tendencias territoriales a guardar distancias y delimitar espacios frente a los espacios de los otros, en este sentido I Eibl-Eibesfeldt se hace eco de dos experimentos altamente esclarecedores. Veámoslos:
Felipe y Sommer comprobaron la constancia de los hábitos locativos mediante una batería de pruebas en bibliotecas en las que los investigadores ocupaban invariablemente mesas ocupadas- y ello aun cuando quedasen mesas vacías- y en concreto posiciones muy cercanas a los ocupantes cuyas reacciones se pretendía estudiar. Pues bien, los sujetos investigados, tendían a apartarse del intruso desde el preciso momento en que veían violado su territorio y cuando esto resultaba imposible , venían a levantar barreras artificiales- con lapiceros, libros o reglas, a la manera de delimitadores precisos de territorios y distancias individuales. Si tales tentativas distanciadoras fracasaban, las víctimas acababan frecuentemente por abandonar la biblioteca misma, a veces con perceptibles signos de enojo.
Palluck y Esser por su parte, observaron el comportamiento territorial de 21 niños afectados de un retraso mental profundo en condiciones controladas. Las conductas de defensa del territorio en la sala compartimentada de experimentación, dieron lugar incluso a amenazas y peleas sin que éstas manifestaciones agonístico- territoriales se dejaran tampoco influir por reforzamientos negativos; ésto es, la extinción operante no tuvo tampoco sitio en esta situación.
Signos territoriales serían además espontáneamente observables según lo señala Eibl-Eibesfeldt en la vida cotidiana , la costumbre de colocar a las puertas de las fincas particulares , letreros con leyendas de rechazo ( "no traspasar", "Propiedad privada" &tc) enraizarían en tales motores de carácter etológico .
Acaso lo más importante , a efectos de la filogénesis , es que el repertorio comportamental- y más precisamente también el gestual- en contextos agonísticos se mantiene invariante y universal en los seres humanos al margen de las condiciones culturales y las experiencias previas- incluso en los casos de cegueras y sorderas de nacimiento- y , aún más significativamente- un tal repertorio aparece como llamativamente emparentado y similar con las pautas agresivas de algunos póngidos. Como lo señala Eibl-Eibesfeldt , citando a Kortlandt y Jolly:
"Kortlandt señaló numerosos aspectos comunes en el comportamiento de amenaza y de lucha de los chimpancés, los gorilas y el hombre. Estas tres especies , al amenazar, por ejemplo golpean con la palma de la mano sobre una superficie. Pisotean o dan patadas al tronco de un árbol, sacuden ramas con ambas manos ( el hombre lo hace con el adversario cogido), arrancan plantas violentamente, rompen ramas, blanden ramas y palos con las manos en alto, tiran objetos , golpean con cosas , etc. Jolly señaló hace poco rasgos comunes en la mímica de amenaza y sumisión. Las adaptaciones filogenéticas al servicio del comportamiento agonístico (agresión, defensa, sumisión ) son por consiguiente , en lo que se refiere a la actividad motora, realmente viejas, con toda seguridad." (Eibl-Eibesfeldt 1981 Pp 104-105).
§7. Agresión y antropología cultural
Desde la obra de determinados antropólogos culturales ( Helmuth, Sahlins, Vallois o R B Lee) se ha tratado de sentar la tesis de que la agresión en realidad, sería un mero producto ambiental fruto de la educación, la socialización y la enculturación. De esta manera, habría culturas especialmente violentas - como lo son los waika o los yamoani- pero también otras - y en particular las correspondientes a comunidades cazadoras- recolectoras como pueden serlo los inuits, los Kwakiult o los bosquimanos kung!- cuyo carácter esencialmente pacífico les mantendría libres de manifestaciones agresivas de cualquier tipo. En concreto , los partidarios de tales constataciones, tejen toda una teoría de la agresión entre cazadores y recolectores cuyo núcleo es resumido por Eibl- Eibesfeldt en el hombre preprogramado en relación a cuatro tesis más o menos encadenadas:
" 1. Cazadores y recolectores viven presuntamente en asociaciones que no muestran aislamiento territorial. Se habla también de una sociedad " Flux" abierta y se infiere que el estilo de vida originario del hombre ha tenido que ser un "estilo nómada".
2. Cazadores y recolectores son pacíficos.
3. Su educación es permisiva de tal forma que los niños no estarían sometidos a ningún tipo de vivencia de privación. Es así como según Schimidbauer , la tan discutida educación antiautoritaria de nuestros días resultaría ser en parte una vuelta a las prácticas de la edad de piedra.
4. Como los cazadores y recolectores no son presuntamente, agresivos, se deduce que esto pertenece a la naturaleza del hombre. A fin de cunetas el hombre ha vivido durante la mayor parte de la historia como cazador y recolector. La territorialidad, la competencia, la ambición de propiedad y la agresividad se desarrollaron presuntamente sólo como resultado de la invención de la agricultura y alcanzaron su exageración patológica en las modernas sociedades industriales." (Eibl-Eibesfeldt 1981 Pp 129)
Sin embargo y haciendo acopio de un apabullante material de campo , el mismo Eibl-Eibesfeldt muestra en El hombre preprogramado y en otros lugares ( particularmente en Guerra y paz) como también las comunidades primitivas de bosquimanos y otros cazadores y recolectores presentan comportamientos de tipo agonístico, y ello aun reconociendo que tal vez en menor medida que grupos más belicosos como los waika . Vamos a agrupar las manifestaciones agresivas y las situaciones desencadenadoras que inician un comportamiento agonístico entre los cazadores y recolectores bosquimanos de las que da cuenta Eibl-Eibesfeldt en dos grandes órdenes : conducta agonística infantil por un lado, y adulta de otro:
· Entre los niños pueden desencadenarse modos agresivos de conducta por una serie de situaciones precisas como las que siguen:
A) Robo de objetos frente a la defensa de los mismos.
B) Defensa -usurpación del lugar junto a la madre o del puesto en el lugar del juego.
C) Rechazo o intolerancia ante la presencia o la cercanía de forasteros.
D) Agresiones en el contexto del juego.
E) Agresión como conducta exploratoria por parte de los niños , como escrutamiento de los límites de la libertad social.

· En lo que a los adultos se refiere, se observan conductas agresivas intergrupales ( tomando como grupos a la familia princeps, pero también a la horda o a la filiación de horda), aunque también intragrupales ( por desavenencias intrafamiliares o intravecinales y ello sin perjuicio de que tales desavenencias puedan ser ritualizadas con mucha frecuencia), o comportamientos punzantes o de burla y ridiculización frente a las divergencias con respecto a las pautas grupales comunes.
Además de los datos aportados acerca de los bosquimanos kung! , gwo y ko, Eibl-Eibesfeldt demuestra la presencia de conductas agresivas también en otras comunidades cazadoras y recolectoras , sistemas de acecho, guerra, ataques intergrupales e incluso estatuaria y arte belicoso en ámbito propios de pigmeos, esquimales, hazda de Tazmania &tc (Op vid Eibl-Eibesfeldt 1995 Pp 138 y ss). En conclusión , los cazadores - recolectores serían también tribus acechantes, guerreras, territoriales y ello a pesar de los planteamientos ambientalistas de los etnólogos y relativistas culturales, aferrados en algunos casos a posiciones míticas . Sin desdoro del reconocimiento de la plasticidad cultural y simbólica humana:
" Es indudable que el hombre es capaz de configurar su conducta de las maneras más diversas ; existen culturas que persiguen un ideal pacífico e igualitario y otras extraordinariamente belicosas y jerarquizadas. Esta versatilidad, no obstante, no prueba que la naturaleza humana sea la materia prima más indiferenciada de todas. La educación también puede reprimir inclinaciones innatas muy específicas y diferenciadas, como la aspiración a la jerarquía y la agresividad ( un problema que no vamos a discutir aquí). Las investigaciones de Mead no demuestran, desde luego, que la conducta humana sea absolutamente moldeable a voluntad." ( Id Pp 174).
A pesar de lo dicho, también existen formas de control de la agresión así como mecanismos apaciguadores. Ante todo ritualizaciones que actúan a la manera de eficaces evitadores del combate abierto ( enfrentamientos deportivos, "torneos de insultos"...) , así como formas peculiares de intensificación de los vínculos comunitarios ( rituales de regalos, danzas, espulgaciones ...).
§8. La guerra vista desde la etología
Según la trata Eibl-Eibesfeldt la guerra, definida en términos de conflicto armado intergrupal humano, aparece como resultado de un proceso de evolución cultural. Al decir de nuestro autor, la evolución cultural reproduciría la biológica en un "nivel superior de desarrollo", pues bien, también desde instancias evolutivas culturales se produciría un proceso de pseudoespeciación análogo a la especiación biológica (al aislamiento reproductivo por tanto de unidades evolutivas) en el que los grupos humanos se aíslan ocupando un determinado biotopo y delimitando su "identidad" mediante la exclusión agresiva del otro al que no le cuadraría más la idea de "ser humano", el título de "persona" que le queda retirado . Esta evolución de la cultura se basaría en preadaptaciones biológicas como el congénito "rechazo al extranjero" propiciadoras del aislamiento y de la consideración de las relaciones intergrupales como relaciones interespecies , en definitiva
"La guerra ha desarrollado culturalmente su carácter destructivo en colaboración con la pseudoespeciación. No quiero decir con esto que no posea raíces biológicas. La guerra se basa en el rechazo al extraño que en el hombre es una adaptación previa y al mismo tiempo una disposición innata hacia la agresividad" ( Eibl- Eibesfeldt 1995 Pp133).
También en otras especies - como los chimpancés pongamos por caso- aparecen manifestaciones de ataques sistemáticos intraespecíficos, con todo, la diferencia fundamental con respecto a las guerras humanas estribarían según Lorenz y Eibl-Eibesfeldt en el armamento utilizado por los hombres , que abrirían la puerta a las matanzas de congéneres y a un derramamiento de sangre de una escala desproporcionada como lo recuerda Lorenz, en relación a las agresiones habidas entre animales no humanos.
La teoría etológica de la guerra - con la de Eibl-Eibesfeldt a la cabeza- se opone con rotundidad a los planteamientos difusionistas ( a cuya luz la guerra habría aparecido y se habría difundido en el Egipto predinástico) y a los psicoanalíticos ( según Fromm la guerra vendría a ser un producto cultural degenerado, derivado de pulsiones sádicas, Walsh defiende en cambio la idea de que la guerra no sería otra cosa que una plataforma al servicio del odio de los padres, ansiosos por castigar los deseos edípicos de sus hijos) aduciendo por el contrario que la guerra deberá cumplir- en el orden de los fines operis por así decir y no de los fines operantis en cuyo seno se enrasan las teorías psicoanalíticas- importantes funciones culturales, ecológicas y etológicas ( a la manera como también el canibalismo responde también según M Harris a necesidades efectivas en el orden de la infraestructura como pueda serlo la necesidad de paliar un déficit proteínico) dado entre otras cosas que de no ser así , la misma guerra habría sido barrida por la evolución cultural, para expresarlo con el mismo autor:
"O bien es nociva o bien útil en orden a la conservación de las culturas. Si la primera posibilidad de hubiera cumplido siempre, hace mucho tiempo que se habría organizado una contra- selección, extremo éste que, como demuestra la historia, no se ha dado." ( Id Pp194).
Entre las funciones etic- como diversas a los motivos emics- que a la guerra le es dado cumplir, acaso la más importante sea la referida a la posesión grupal de tierras, fuentes de recursos y otros bienes de vital interés para las comunidades enfrentadas, en el marco tantas y tantas veces , de biocenosis inestables ( por causas climáticas, demográficas...). Como lo advierte Eibl-Eibesfeldt la posibilidad del conflicto aumenta en progresión geométrica a medida que aumentan también las cotas demográficas intergrupales en un mismo biotopo de recursos limitados, la agresividad e irritabilidad de un grupo dado descansa pues sobre asientos ecológicos de gran importancia en la supervivencia colectiva. A su vez, la agresión bélica obliga a los perdedores a emigrar, distribuyendo así los distintos grupos por cotas territoriales más amplias.
En conclusión, Eibl-Eibesfeldt señala-de acuerdo por demás con Lorenz-que las modernas armas bélicas ( desde el fusil hasta las armas epidemiológicas pasando por la bomba h) combinadas con la pseudoespeciación cultural neutralizan los mecanismos inhibitorios etológicos del instinto agresivo ( en una contienda moderna de ésas que son televisadas por la BBC no hay cabida para comportamientos de sumisión o para infantilismos , inútiles del todo cuando el misil ha sido ya accionado o el napalm rociado). Así al filtro normativo biológico ( "no matarás") que impide la matanza del congénere , se le superpone una "norma cultural" que impele a aniquilar al enemigo, el conflicto intra-específico queda instituido por la cultura como una agresión predatoria o defensiva inter-específico, en el cual cabe incluso, como ya lo apuntó C Schmitt atribuir al enemigo el carácter de hors-la-loi, la calidad de hors-la- humanité.
Sin embargo del hecho de que la guerra es funcional, no se sigue para Eibl-Eibesfeldt, que sea inevitable o que permanezca tan inextricablemente unida a la "naturaleza humana" ( homo homini lupus) que el camino de la paz constituya una senda impracticable. Al contrario, la guerra es perfectamente sustituible por otras instancias incruentas de ajuste demográfico o territorial así como el establecimiento de una pseudo especiación cultural no sepulta por entero el filtro biológico-normativo, más bien a la contra : el ser humano vivencia como "mala conciencia", la antinomia entre las normas cultuirales y las biológicas- éste sería el origen más propio de las iniciativas pacifistas y humanitarias-.. Entre una instancia y otra- entre la "naturaleza" diremos , y la "cultura"- cabe una armonización final.
Los planteamientos de Eibl-Eibesfeldt pecan a nuestro juicio de multitud de defectos - se ven atravesados de tramos enteros de confusión y oscurantismo, de gratuidades irenistas, de reduccionismo &tc- , podríamos sin embargo, reinterpretar parte de su temática a una luz más adecuada a nuestro entender, al amor en concreto de la filosofía moral del materialismo filosófico tal y como lo presenta G Bueno en El sentido de la vida, haríamos corresponder en principio- mutatis mutandis sin duda- lo que Eibl-Eibesfeldt barrunta bajo el nombre de "filtro biológico" con el plano de la ética- marcado por las virtudes espinosianas de firmeza y de generosidad, por el imperativo de mantenerse en el ser y de ayudar a los demás a mantenerse en el ser-, así como la "norma cultural" respondería a los deberes morales - cuya única virtud es la virtud de la firmeza referida al propio grupo , y "al enemigo ni agua"-. Entre ambos planos subsiste una relación dialéctica que puede dejar al descubierto sus múltiples contradicciones mutuas y las incompatibilidades que harían imposible un ingenuo armonismo- salvada la hipótesis de supresión de uno de los términos, lo cual por otro lado no sería si no un falso armonismo, ya se construya del lado de la ética o de la moral-.
§9. La raíz biológica de las normas éticas
Según Eibl- Eibesfeldt en Amor y Odio ,nuestro comportamiento moral viene dado - a lo menos en parte- por una suerte de a-priori que no sería tanto trascendental ( en el sentido de Kant, un factum de la razón práctica en la medida que es pura) cuanto inmanente, fáctico, biológico
" Se trata de saber su además de las normas de origen cultural , probadas y justificadas, hay otras innatas y fijadas biológicamente en nosotros" ( Eibl-Eibesfeldt 1994 Pp 89)
En virtud de su planteamiento, a la base de las normas y valores ético-morales universales a todas las culturas podrían detectarse disposiciones y adquisiciones filogenéticas, preprogramaciones en suma que son parte del patrimonio genético de la especie humana Así es un hecho el rechazo general del asesinato indiscriminado sin perjuicio de que un tal rechazo se ejecute de distintas maneras en unas culturas y en otras ( no es evidentemente , lo mismo la configuración moral, jurídica, religiosa... de esta preceptiva entre los inuits y entre los tutsis, en los kung! y en los waikas o la "tribu occidental" si es que cabe decir así.) Sin embargo a pesar de las divergencias, el rechazo mismo- aunque se trate en principio de algo muy general y bien vago- aparece universalmente:
"El mandamiento que dice "no matarás" se encuentra de una u otra forma en todos los pueblos , incluso entre los cazadores de cabezas y los caníbales. En ninguna parte está permitido en general matar a un semejante. Seguramente esto es ya bueno por razones de conveniencia objetiva, puesto que la convivencia social apenas sería imaginable sin tal reglamentación. Mas lo interesante es saber si reconocemos esta ley solamente por la razón o si al hacerlo seguimos una tendencia innata. De ser así nuestra esperanza de convivencia pacífica tendrá mejor fundamento que si hemos de imponer la fidelidad y obediencia a la ley mediante la fuerza y la razón pura solamente" ( Id Pp 94).
El núcleo del libro Amor y Odio, está destinado de hecho a demostrar que las inclinaciones filantrópicas y bienhechoras - un poco si se quiere al estilo de Hume en su Investigación- forman parte del acervo preprogramático que la evolución ha sedimentado en la etología de los primates y otros animales superiores, el amor vendrá pues a constituirse en un abanico conductual más reciente en términos evolutivos que el odio, algo propio de aquellas especies que tienen que velar por la manutención de la progenie. Los ritos conciliatorios y de intensificación de vínculos, las conductas confortadoras ( alimentación boca a boca, espulgamiento, alimentación nuncial con apresamiento del pico entre los cuervos, ceremonias de relevo en el cuidado de las crías con "presentes" de los cormoranes ápteros &tc) provendrían en última instancia-por ritualización pongamos por caso - del cuidado parental de la prole y no tanto de la necesidad de formación ( como es opinión de Lorenz ) de coaliciones defensivas referidas a la agresión ; solamente los animales que cuidan de su progenie han podido desarrollar instanicias vinculadoras capaces de superar la agresión, como lo resume Eibl-Eibesfeldt en un párrafo que citaremos por extenso :
" En los vertebrados superiores la mayoría de las pautas de conciliación y vinculación son infantilismos y actividades de cuidado de la prole transformados. De las ocho actividades conocidas de solicitación de los estríldidos , tres proceden del piar mendicante de los pequeñuelos y dos de la nidificación ( el origen de la octava es desconocido) . Todos los gestos de confortación en el repertorio que tienen los chimpancés para saludar ( beso , palpación, asimiento, abrazo y espulgamiento ) se derivan del contacto entre madre e hijo.
Es digno de notar que en los insectos sociales las pautas comportamentales de cuidado de la progenie se han aplicado también al servicio de la vinculación grupal. Hormigas, termes y abejas se alimentan mutuamente. Las abejas o las avispas que regresan al panal son rodeadas por las compañeras y obligadas a regurgitar algunas gotas mediante un vivo movimiento de las antenas Las ya alimentadas son a su vez solicitadas, y así se reparte el alimento" ( Id Pp 116-117)
También muchos mecanismos inhibitorios de la agresión exhiben un idéntico origen, como dijimos gran parte de los inhibidores consisten en el desarrollo de pautas infantiles de comportamientos ( solicitaciones de alimentación boca a boca en los lobos y los perros etc).
Sin embargo esta repugnancia al acto de matar al congénere ( expresada subjetivamente como compasión) no es en todo caso, la única norma moral que se basa en coordinaciones hereditarias. Muy probablemente otros valores tales como la obediencia a la autoridad o la lealtad al propio grupo - en este caso y en nuestros términos ,normas más bien morales que éticas- descansan sobre pre-programaciones innatas ; así lo demostraría en el caso de la obediencia a la autoridad , un interesante aunque sádico experimento de Milgram que pasamos a relatar de inmediato: (Op vid Id Pp101)
Se invitó a personas de diferentes profesiones a participar en un falso experimento sobre la influencia de la presión punitiva y los estímulos dolorosos en el aprendizaje. Tras un cristal , aguardaba un individuo amarrado a una silla y cubierto de electrodos, los falsos invitados debían suministrar un estímulo eléctrico - cada vez mayor dicho sea de paso- sobre el cuerpo del sujeto cada vez que éste cometiese una falta; el espectro del castigo oscilaba desde los 15 voltios de los primeros niveles , hasta los 450 de los últimos pulsadores (que además se advertía, resultaban "peligrosos"). Pues bien, a pesar de que en el desarrollo del experimento , se podían oír gritos de dolor de la supuesta víctima el 62.5% de los participantes en el experimento, obedecieron las crueles órdenes que impelían a aumentar la descarga, y ello aun cuando, algunos riéndose presos de la histeria, propusiesen al director, abandonar el experimento, afirmaran que ellos no tenían ninguna responsabilidad &tc ( lo suyo , podríamos decir, era "ley de obediencia debida") . Sin embargo, del hecho de que ningún atisbo de sadismo interfería en la conducta de los participantes da testimonio el que cuñado la autoridad no estaba presente - cuando por ejemplo el controlador, se ausentaba de la sala y pasaba a dirigir el experimento por teléfono- disminuía claramente la tendencia a obedecer la orden de aumentar la descarga - los participantes fingían aumentar la misma, pero en realidad hacían trampa-, de la misma manera, en las ocasiones en que un nuevo controlador entraba en la sala para regir el experimento, los invitados preguntaban al director si era "doctor", ante una respuesta negativa ( en ausencia por tanto de autoridad competente) pasaban a negarse a obedecer.
Estos experimentos de Milgram demuestran según Eibl-Eibesfeldt, una superposición conflictiva entre normas y valores biológico-culturales que los sujetos vivencian como conflicto interior, como un dilema en el sentido de Kohlbert.
Otra predisposición que anida a la base de nuestra praxis moral, es la disposición innata de guardar lealtad al propio grupo frente a amenazas grupales externas ( o por lo menos a fenómenos, vivenciados como amenazantes). Al igual que el anterior, esta preprogramación, le parece a Eibl-Eibesfeldt, axiológicamente ambigua.
"No debemos ceder necesaria e incondicionalmente a todas nuestras inclinaciones innatas, sobretodo en el caso de la obediencia y la lealtad, dos disposiciones de las que tan fácilmente pueden abusar los demagogos, y que por eso tienen un valor ético condicionado. Por otro lado, las inclinaciones innatas, contrarias a la agresión deben ser valoradas más altamente que ésta." (Id Pp 103)
Para Eibl-Eibesfeldt está claro que "El hecho de que una tendencia sea innata no la justifica" (Id Pp 93), esto mismo, empero, deja abierta una importante cuestión de índole extracientífica, filosófica. Los etólogos - tanto Lorenz como su discípulo Ireneaus- se han esforzado en demostrar que las tendencias agresivas e intolerantes, así como la misma identificación del forastero con el enemigo, vienen dadas por preprogramaciones que no son tanto adquiridas como innatas. Parecería que además del marchamo del amor ( si se me permite hablar así) llevaríamos también fijada en nuestra conducta la marca de Caín. Así lo reconoce también Eibl-Eibesfeldt con respecto a la intolerancia frente a las minorías, a la agresión en orden a la preservación de la pauta del grupo:
" Esto sucede, por ejemplo, con la imposición de la conformidad, la obligación de aceptar. Los hombres de todas las épocas tienen tendencias a excluir con violentas reacciones de hostilidad a los no- participantes y las minorías que difieren de la mayoría. Los demagogos de todos los tiempos apelaron al "sano sentir de nuestro pueblo" siempre que quisieron incitar a la persecución de las minorías. Esta tendencia se manifiesta ya en los niños pequeños, que se burlan de sus compañeros de juego cojos o tartamudos, y obliga a la integración a los que pueden adaptarse al grupo, lo que pudo ser una ventaja en la selección antiguamente, ya que consolidaba la unidad del grupo." (Id Pp 93).
En este sentido y si ello es así, la cuestión es cómo justificar que el "coloreado axiológico" privilegie a las preprogramaciones pacíficas, recayendo sobre éstas de un modo distinto a la manera como se aplican a las violentas, intolerantes o agresivas. ¿Por qué , diremos, hacerlo así siendo tan preprográmaticas desde el punto de vista biológico unas como otras?. Para Eibl-Eibesfeldt, la clave radica en la misma teoría de la evolución, en el hecho concreto de que las predisposiciones "pacíficas" y las tendencias al amor serían las más recientes en términos de filogénesis ( propias ya de los vertebrados, ante todo de los mamíferos, y entre éstos de los primates superiores); la cuestión es que serían superiores en el orden a su complejidad evolutiva:
" Hablamos de un ascenso evolutivo de los organismos en el curso de la filogénesis, de animales superiores e inferiores según sean más o menos complejos y estructurados. Ahora bien, no solamente aquellas pulsiones vinculadoras cuyo correlato subjetivo en nosotros es el amor al prójimo son de fecha más reciente que la agresión si no que tales pulsiones han sido además la causa de una tremenda diferenciación en nuestro comportamiento social. (,,,) Con la facultad de amar, los vertebrados superiores se elevaron por encima de la agresión y llegaron a un nivel evolutivo que debe valorarse como "superior" o más alto. Si no tuviéramos más que la agresión, es probable que todavía estaríamos en la etapa de los reptiles" ( Id Pp 92)
La objeción que se podría imponer en este contexto a Eibl-Eibesfeldt es que no se ve por qué razón el no rebasar el estadio de los reptiles debiera disvalorarse desde el punto de vista darwinista stricto sensu, al fin de cuentas los reptiles son organismos extraordinariamente adaptativos al igual que lo son pongamos por caso los insectos o los artrópodos. Entiéndase bien la crítica, nosotros también coincidimos con Eibl-Eibesfeld en dar- para decirlo con Platón - gracias a los dioses por haber nacido hombres ( y no reptiles o arácnidos) ,¿sin embargo no está Eibl-Eibesfeldt infiriendo un "deber ser " desde el punto de partida de un "mero ser"?, ¿no habría que hacerle reo de comisión de la falacia naturalista descrita por Hume y Moore? ( y ello en el caso de que tal falacia sea falaz, cosa que niegan con poderosas razones algunos filósofos también "analíticos" como Frankena desde un punto de vista lógico silogístico o J Searle desde su teoría de los actos institucionales; la falacia de la falacia), una acusación parecida la dirige Ayala contra Waddington y socios en Origen y evolución del hombre.
"La selección natural es un proceso natural que lleva a la multiplicación de unos genes y a la eliminación de otros, y a la producción de unos organismos y no de otros; pero no es un proceso en sí mismo moral como no lo es el proceso de atracción de los cuerpos debido a la gravedad" (Ayala FJ 1985 Pp 182)
Con esto queremos entre otras cosas decir que no parece del todo correcto, sobrecargar la filogénesis de lecturas valorativas no exigidas por el concepto mismo de evolución, la interpretación de Eibl-Eibesfeldt nos parece más bien mistificadora, metafísica, acrítica y ello por más que pueda pretender que "Raro es el biólogo que considera a la naturaleza efectivamente indiferente a los valores" (Id Pp 92). La evolución de las especies es lo que es, al margen de la ética o de la moral ( aunque la moral y la ética no puedan ser lo que son al margen de la evolución), otras lecturas de la evolución se mantienen en cambio tributarias de sistemas enteros de ideas oscuras y confusas, presas de mitologías como pueda serlo la mitología del progreso, sin embargo la filogénesis no es un proceso irreversible de amejoramiento progresivo cuyo término ad quem sea el hombre ( omega de todo cambio, rey de la creación, Homo homini deus), como lo advierte también Ayala:
"En conclusión pues, los seres humanos son los más progresivos con arreglo a una variedad de criterios posibles. Pero debe constatarse que, sin embargo, la humanidad no es la especie más progresiva con arreglo a todos los criterios posibles" (Ayala FJ 1985 Pp223).

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