sábado, 8 de agosto de 2009

TEORICOS PARA EL MUSEO

El Museo Lugar de reconciliacion?
Le Musée lieu de réconciliation?
The Museum space for reconciliation?

Marc Moure (Francia)





"La historia nos obsesiona. Otra cosa es querer habitarla […] Habitarla querría decir actuar. Cuando usted hace un psicoanálisis, su finalidad última no es devolverle su infancia temprana, sino liberarlo de la memori, para afrontar el devenir y establecer entre el pasado y el presente algún otro tipo de circulación."


Cuando se hace psicoanálisis, el destino final no es llevarnos a nuestra infancia, sino liberar nuestra memoria de ella para enfrentar el futuro y establecer entre el pasado y el presente otro tipo de circulación.»

Pierre Nora



El museo entre el deber de la memoria y el derecho al olvido

Imaginemos que los habitantes del planeta Venus vienen un día para visitar nuestros museos. Algunos pensarán seguramente que esto no es posible, que los extraterrestres no existen. Pero hay unos museos que muestran la vida de los extraterrestres, lo que prueba que existen.

Imaginemos que visitan en Moscú las exposiciones del Museo de la Historia del Siglo 20, las que han sido abiertas recientemente. La historia de los campos stalinistas del Gulag, que tuvieron como 20 millones de víctimas o posiblemente más, es contenida en una sola vitrina, mientras que la liberación del campo nazi de Auschwitz por el Ejército Rojo ocupa una sala entera. En Beijing los museos no hablan de la Revolución cultural de Mao, que posiblemente hizo a más víctimas que el terror de Stalin.

En Quito, nuestros visitantes verían por todas partes indios en las calles, con sus ropas multicolores y su sufrimiento. ¿Pero en qué museo de la ciudad se cuenta la historia de la colonización? En los EE.UU, país más democrático, nuestros visitantes verían con alivio que existe en Washington un gran museo sobre el Holocausto, situado sobre la avenida del Nacional Mall que es el centro simbólico del país. Pero son los europeos los que son responsables por genocidio del pueblo judío, y no de los americanos. ¿Dónde están los museos que hablan de los genocidios cometidos por los americanos sobre su propio suelo o sobre las víctimas de sus bombardeos en otros países? Además nuestros visitantes buscarían en vano, sobre el Nacional Mall, un museo nacional consagrado a la historia del pueblo negro de los EE.UU.
Estos ejemplos exttremos ilustran una situación que conocemos muy en distintos niveles. Nuestros museos no muestran los hechos históricos de manera completa u objetiva. Hay grandes olvidos y mentiras en su presentación de la realidad histórica. Estos agujeros en la memoria de los museos evolucionan con el tiempo, se aumentan o se vuelven a cerrar, otros se abren, con relación a los cambios de su sociedad.
¿Cuáles son las razones de esta situación? Es necesario establecer la diferencia entre dos dimensiones esenciales que, en la realidad vivida, están estrechamente vinculadas, la una a la otra

. En primer lugar, el hecho es que los museos, sus colecciones y sus exposiciones, son la expresión y el instrumento de procesos socioculturales y políticos, que caracterizan a las sociedades en cuyo interior existen. La elección de los hechos históricos que ilustran no es en gran parte más que el resultado de una relación de poder entre distintos grupos que constituyen estas sociedades. Es una situación particularmente evidente en los Estados totalitarios, pero que señala también a las sociedades democráticas en distintos grados.

Además, toda sociedad mantiene con su pasado relaciones emocionales y móviles. Es el ámbito de la memoria colectiva, caracterizada por la interdependencia entre la necesidad de acordarse y la olvidar. Una sociedad construye su identidad jugando a la vez sobre los dos registros; sus miembros permanecen juntos no solamente por recuerdos comunes sino también por olvidos comunes. Los museos son pues lugares a la vez de memoria y lugares de amnesia, que no solamente permiten a la sociedad conmemorar momentos importantes de su historia sino, al mismo tiempo, deshacerse de la carga que representan los recuerdos, especialmente aquellos que traumatizan y que pueden obstaculizar su supervivencia y su desarrollo.

Querría ahora presentarles dos experiencias que ilustran estos distintos aspectos y que, hasta cierto punto, desafiaron mis certezas de museólogo.

El pueblo de "sami" (que parecen ser "lapones") es un pueblo indígena de cerca de 30.000 individuos que viven en las regiones del noroeste de Europa, es decir, Noruega (dónde vive la gran mayoría de los sami), Suecia, Finlandia y Rusia. Se ha considerado tradicionalmente al pueblo sami como "un pueblo sin historia". Su cultura ha sido presentada en los museos escandinavos con las de otros pueblos "primitivos" de África, Asia o América, y no con la de los noruegos o suecos.
Los sami de Noruega obtuvieron la creación de sus propios museos, tras un importante movimiento de reivindicaciones que tuvieron lugar en los años ochenta. Existe una decena hoy de museos sami situados en distintas regiones de Noruega, que no solamente se consagran a la cultura sami pero que son administrados por un personal de origen sami.

He visto, hace algunos años, el museo sami de Arran en la región de Tysfjord en el norte de Noruega; me habían pedido que los ayudara a planear su exposición permanente. Mi rol no consistía en producir esta exposición para el museo, sino en contribuir a desarrollar el contenido y la forma, por medio de un diálogo con el personal, teniendo por objeto la historia y la cultura de los sami de la región.
Durante nuestro trabajo que consistía en definir temas que pudieran presentarse en la exposición, me pareceió q ue había uno particularmente importante, que ilustraba claramente la discriminación que el pueblo lapón había sido el objeto por parte de la sociedad noruega. Además, el museo tenía entre sus numerosas colecciones numerosas fotografías, documentos y objetos que permitían ilustrar este tema de manera convincente. Pero a pesar de todos mis argumentos, el personal del museo se negó a tratarlo en la exposición, reduciendo que era "demasiado pronto para hacerlo". Se trataba de la historia de investigaciones antropométricas de las que esta población había sido objeto en los años 1910-30, por parte de un grupo de científicos pretendiendo probar la existencia de una raza sami, adoptando fotografías y medidas del cráneo y otras partes del cuerpo de los miembros de la comunidad.

Los campos de concentración son, desgraciadamente, uno de los monumentos más característicos de ' historia del siglo 20. La imagen de barracas rodeadas de alambradas de alambre de púas y dominadas por las torresde vigilancia, es uno de los grandes emblemas de esta "edad de los extremos" de los que habla el historiador Eric Hobsbawm, para designar el período 1914-1991 que se ha caracterizado profundamente por el desarrollo de los sistemas totalitarios.

Durante estos últimos años, asistimos en muchos países a la apertura a numerosos museos y exposiciones consagrados a la historia del Shoah. Además podemos visitar varios antiguos campos que dicen de manera elocuente al martirio del pueblo judío y otras víctimas del sistema nazi. Por el contrario, la historia del sistema de Gulag estalinista parece haberse disuelto en el tiempo y los infinitos espacios rusos. A pesar de una desgarradora revisión de la historia del país que tuvo lugar en los años noventa, y que pusieron al día las pruebas del terror perpetrado por el Estado soviético sobre su propio pueblo, no hay aún hoy museo nacional del Gulag en Rusia. Además sólo hay, conocido por mí, un único campo que haya sido conservado y transformado en local de de museo. El Estado ruso no hace prácticamente nada para recoger y conservar los testigos materiales de los campos y los recuerdos de los supervivientes. Son voluntarios, y en particular los miembros de la organización humanitaria Memorial, los que tienen la responsabilidad de esta tarea.
En la inmensa Siberia, los restos de millares de campos de trabajo son poco visibles hoy. En su mayoría eran de dimensiones reducidas, de construcción primitiva y situados en lugares aislados. Poco a poco se borraron en la memoria y en los paisajes de tundra, de la taiga y de las estepas. Pedí un día al fotógrafo Alexandre Kuznetsov, quien trabaja como periodista en la ciudad de Krasnoiarsk, en el centro de Siberia, que me mostrara las fotografías de restos de los campos del Gulag que había visto durante sus viajes en la región.. Una de sus forografías mostraba la ruina de un campo y de una alambrada quemada por el fuego. De manera espontánea observaba que era deplorable que algunos destruyan así los raros rastros de que existieron campos estalinistas. Me dijo que él mismo era que era el responsable de este incendio, y viendo mi aire asombrado me explicó: "prendí el fuego porque era lo que mi padre, que había estado preso, había soñado hacer durante toda su vida".

En conclusion, ¿el museo puede ser un lugar de reconciliación?

En principio, la reconciliacióin con los otros. El museo puede ser un instrumento de diálogo entre los países y sociedades, lo cual necesita una objetividad más grande en la presentación de los hechos históricos y un respeto más grande por las diferencias culturales. Cosa que presupone la existencia de sociedades democráticas que respeten un idela de justicia.

Luego, reconciliación consigo mismo y con su propia historia. En lugar de cultivar la nostalgia del pasado, el museo debe ayudar a la sociedad a hacer el duelo de aquello que ha perdido, para volverse hacia el presente y preparar el futuro. Cosa que pude conducir , en ciertos casos, a la destrucción de parte del patrimonio, como un sacrificio necesario para exorcizar los fantasmas del pasado.

Traducción Ana Rocchietti
(Libro en preparación).

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