jueves, 15 de octubre de 2009

Etología humana

Etología humana
Juan Carlos Raya Pérez.
Introducción
De no ser porque somos humanos y escribimos sobre nosotros mismos, no habría reparos sobre el título de este escrito. Porque lo de “etología” se refiere a los animales, pero no a los humanos. De cualquier modo, este escrito no tiene pretensiones. Como dijera Hilary Callan (Etología y sociedad), no pretendo que la etología nos de una explicación suficiente y necesaria de la vida social humana. Aunque no soy etólogo ni sociólogo, sólo quería escribir algo así como: al parecer, no es difícil establecer contacto con los humanos. Si los chimpancés nos evitan y no se dejan ver, los humanos muestran incluso tendencia a ser filmados, entrevistados y observados sin mayores problemas, últimamente hasta a la hora de defecar, miccionar y cosas por el estilo, como si cada individuo lo hiciera de manera diferente. En cierto modo, parecen depredadores observando a su presa, gozando por anticipado el festín, disfrutando de su superioridad, que pronto harán sentir sobre la víctima.
Las evidencias apoyan la idea de que entre los monos, especialmente entre los primates, el agrandamiento del encéfalo, de la neocorteza, les ha servido para manejar las relaciones entre ellos, estableciendo alianzas, dirimiendo conflictos y soportandose lo mejor posible en esas tremendas concentraciones que han aparecido al paso del tiempo. Viviendo juntos sin convivir, mirarse sin verse, hablarse sin oirse. O unirse para tenderle un lazo a la presa.
¿Cuántas especies hay en el género Homo?
Probablemente nunca nadie se lo planteó abiertamente por ese prurito que tienen los humanos cuando se refieren a sí mismos, autoelogiandose y autoengañandose, pero pareciera posible la existencia de más de una especie de Homo; son tan parecidas entre sí las poblaciones que ha sido aceptado el clasificarlas todas como Homo sapiens, pero quizá un análisis más cuidadoso, donde se tomen en cuenta marcadores moleculares, comportamiento, color de piel, talla, lenguaje y organización social, etc; permita separarlos por lo menos en subespecies. Todo indica que si se tratara de otro género ya se le habría separado en especies y subespecies, pese a ser fértiles las cruzas entre ellos (tampoco se les ocurre a las parejas que no pueden tener hijos que quizá se deba a esas barreras que se van formando a medida que se da el proceso de especiación). Adelantándome en esto y pese a la gran mezcla que ha habido recientemente, podría haber una subespecie por continente, y aún más. Una observación curiosa: si bien los machos y las hembras, humanas no muestran interés sexual por otros primates, los otros primates parecen excitarse ante la presencia de hembras humanas en estro. La indiferencia, deliberada o no, respecto a otros individuos con los cuales podrían aparearse, pero que parece impedirlo la no aceptación de la coloración de la piel, la estatura o la preferencia por sujetos con otras características, sin duda ha contribuido a la especiación y “subespeciación” dentro del género. Y aunque la “creación” de una especie es hasta ahora algo más bien subjetivo, cabe preguntarse si el cambio de un nucleótido en una secuencia dada es justificante para crear especies y subespecies dentro del género humano. Porque ahora se sabe que las diferencias entre humanos y entre grupos humanos están a nivel de cambios en un solo nucleótido. Creo que lo anterior refuerza la idea ya aceptada que todos los primates, y sobre todo los grandes monos, son parientes unos con otros. Para dar idea de su obcecación por ser y sentirse “únicos” proclaman son cierta alegría y satisfacción que el Homo sapiens neardentalis era en realidad otra especie. Más propiamente, subespecie. Y sin embargo se resisten a separarse como tales entre las ramas vivientes del género.
Aunque la especiación en humanos parece haber sido acelerada y ha propiciado, al parecer, la pérdida de sensores de feromonas, sobre todo de las feromonas de otras especies de monos. No olvidamos que los chimpancés, una especie que podría cruzarse con los humanos, tienen distinto número de cromosomas, pero siguen manteniendo muchísimas características en común.
La organización social
La sociedad humana esta fuertemente jerarquizada. En las observaciones de hasta unos cinco mil años de antigüedad se señala la existencia de un macho dominante (el macho alfa) que era respetado por millones de subalternos, pero en reportes más recientes se señala la existencia de hembras dominantes (la hembra alfa). No sabemos con certeza si este cambio se ha dado recientemente en la especie (la presencia de hembras dominantes) o si fue pasada por alto o soslayada por los observadores que se habían ocupado del asunto. A diferencia de lo que ocurre en otras especies, por ejemplo en los lobos, hienas, perros salvajes, aquí los sujetos dominantes no son los únicos en reproducirse, incluso parecen reproducirse menos que los dominados. Esto ha llevado a una sobrepoblación de humanos, aunque no pueda ser invocada como la única causa.
El cómo el dominante mantiene su poder sobre millones parece cosa de misterio, pues encontrándose incluso a miles de kilómetros, su figura es respetada y temida. Algunos han asociado esto con la divinidad, con el hecho de que el dominante o la dominante fueron una especie de dioses capaces de castigar a distancia y saber lo que hacen sus súbditos aún sin estar presentes. Entre los registros arqueológicos humanos se muestra claramente que esto ocurrió por lo menos en el pasado, aunque resulte difícil de demostrar ahora pues las relaciones de dominio parecen haberse vuelto más sutiles en cierta forma, pero más groseras en otras. Por ejemplo, es bien sabido que los dominantes mantienen ejércitos de lacayos armados con todo tipo de armas y se les ha visto dispersar furiosamente concentraciones de subordinados cuando el macho o la hembra dominante consideraron que esas concentraciones ponían en riesgo su supremacía. Además, el dominante o alfa ejerce su dominio directo sobre cierto número de individuos que a su vez, cada uno de ellos, lo ejerce sobre un número mayor, en una especie de pirámide de dominantes y dominados, una clara jerarquía de mandos. Ahora que se ha descubierto que entre las abejas y las hormigas existen genes que determinan el comportamiento subordinado, o que destinan a una para ser la reina dentro de la colmena o el hormiguero, y a las otras para “obedecer”, resultará interesante tratar de saber si existe un gen o genes equivalentes en los humanos. Aunque de entrada clamen que ellos son mucho más complejos, resultados muy recientes prueban que si existen genes que influyen notablemente sobre el comportamiento humano. De hecho, estos sujetos, los que permanecen armados, parecen tener muy desarrollado el arco-reflejo. Cuando algún individuo les arroja algo, o simplemente grita o hace manifestaciones de descontento, ellos de manera automática responden golpeando con las cachiporra o lanzando objetos, disparando, etc.
La reproducción humana
Volviendo a la reproducción, las hembras paren un crío cada dos años en promedio, aunque pueden parir uno cada año y otras uno cada 3 o 4 años. Como se dijo, las hembras dominantes parecen preñarse con menor frecuencia pero no sabemos a ciencia cierta la causa; se ha postulado que la tensión generada por el puesto de mando las incapacita para la reproducción, aunque también parece haber una disminución en la cuenta de espermatozoides y una baja en la líbido de los machos y hembras dominantes. Se ha especulado que esto también tiene que ver con el color de la piel, ya que afecta principalmente a los blancos, pero falta hacer una sistematización de estos estudios. El no detectarse en individuos con otro color de piel, distinto al blanco, puede deberse simplemente a que no se les ha estudiado. También sabemos que algunos animales son capaces de ovular al momento de la copula para asegurar la fecundación, como los conejos, o pueden evitar la preñez en tanto no consigan un macho adecuado, como el caso de las chimpancés. Ignoramos si esto podría ocurrir entre humanos.
Reportes antiguos sobre la especie humana, incluso de pocos años atrás, indicaban que la hembra amamantaba al crío durante 2 o 3 años, y en algunos casos, 4 o 5; esto además parecía ayudar a evitar un nuevo embarazo, pero las observaciones actuales indican que las hembras alimentan con su leche a los recién nacidos durante unos pocos meses y enseguida los destetan. Incluso, es muy alto el número de hembras que no ofrecen el pecho a los recién nacidos, no sabemos si a causa de algún desorden hormonal y/o a la alta densidad poblacional, como ocurre en otras especies, por ejemplo, las ratas, en las que se ha observado este tipo de comportamiento: cuando la población esta hacinada las hembras abandonan la camada; pero así como en las ratas, bajo condiciones normales, al faltar la madre otra puede amamantar a sus crías, así entre humanos, pese al hacinamiento, las crías que no reciben el pecho de la madre son alimentadas por nanas o enfermeras con jugos de frutas, harinas e incluso leche procedente de otras especies, logrando que un gran número de críos sobrevivan de esta manera.
De nueva cuenta, mientras los reportes antiguos señalaban que los críos permanecían junto a los progenitores (o junto a la madre y al macho que había escogido por pareja) hasta que eran ya completamente adultos, es decir, mucho después de alcanzar su madurez sexual, en las observaciones recientes se consigna que muchos críos abandonan desde muy temprano el sitio donde viven los presuntos padres y forman comunidades de individuos jóvenes, muchos sin alcanzar aún la madurez sexual, que muestran gran solidaridad entre sí y parece ser la manera en que logran sobrevivir por lo menos hasta la madurez sexual, para tratar de reproducirse y perpetuar sus genes.
Estas comunidades de humanos jóvenes son muy vulnerables y, aunque no tienen ya depredadores en los territorios donde llevan a cabo sus actividades (la causa es que han llevado a la extinción a los otros depredadores), son constantemente atacadas por los lacayos armados de que se hizo mención y por otros machos adultos que quizá de esa manera sienten reafirmar su jerarquía dentro de la sociedad. Vale la pena consignar otra observación insólita: algunos machos dominantes que tienen cierta certeza de su paternidad respecto a determinado crío, aún cuando se alejen de él por ser ésta la costumbre entre algunos (o muchos) machos, se dedican a acumular determinados bienes para dejárselos a su crío y asegurar en cierto modo su supervivencia: parecieran darle la razón a los que postulan que los replicones (o genes) tratan de perpetuarse a toda costa. En este caso recuerdan a las avispas que atrapan orugas o cucarachas para asegurarle la alimentación a la cría cuando esta eclosiona del huevo. Y otra paradoja: muchas de las veces los hijos de los dominantes no heredan aquellas características que convirtieron a sus padres en jefes de casta o líderes de cierto grupo; pareciera que en esta especie estos caracteres se heredaran más débilmente que en otros animales, como las hienas, lobos, etc.
Las mencionadas diferencias entre lo reportado hasta hace años y las nuevas observaciones, podría ser indicativo de la rápida evolución por lo que pasa el género humano, pero es difícil asegurarlo. Antiguamente las parejas una vez establecidas parecían mantener el vínculo hasta que uno de los dos moría; en la actualidad, es común observar que muchos individuos (tanto hombres como mujeres) cambien varias veces de pareja a lo largo de su vida reproductiva y permanezcan como machos e incluso hembras solitarias cuando ya no se reproducen, sobre todo en el caso de los machos pues pese a poder reproducirse aún, generalmente son desplazados por machos más jóvenes. Esto puede explicar también el que las crías abandonen a los dos integrantes de la pareja, pues no siendo el padre o la madre biológica de ellos son más fácilmente agredidos por uno o por ambos. Sabemos que los chimpancés llegan incluso a matar y comerse a los críos que la hembra tuvo con el macho de otro clan. No sabemos si los humanos llegan a este extremo, pero todo indica que sí, por eso los críos buscan seguridad en el grupo de jóvenes. La altísima densidad poblacional ha llevado a una feroz lucha por el espacio y los recursos. Al igual que otras especies animales, el confinamiento de muchos individuos en un espacio pequeño desata gran cantidad de conflictos, pero es de resaltarse la capacidad de reacción y destrucción de los humanos, sin paralelo en el reino animal y es probablemente una de las “razones” por la que los propios humanos, al parecer, se ponen aparte de todos los otros animales, incluyendo sus primos cercanos, chimpancés y gorilas.
Dada su organización social, cuando un macho o hembra dominante entra en conflicto con el macho o hembra de otro grupo, generalmente se involucra a miles y aún a millones de humanos subordinados y cuando un jefe decide pelear es casi imposible para los subordinados no tomar parte en el conflicto. Así, los muertos llegan a contarse por miles o millones. Se ha observado a brigadas de humanos apilar montañas de cadáveres en desniveles del terreno para luego tratar de cubrirlos con tierra, demostrando cierto respeto y reverencia por los congéneres, una vez muertos. Esta es una de las características más extrañas de la conducta humana. Porque la lucha continua sobre los cadáveres. Debe señalarse que los machos o hembras alfa rara vez participan en la lucha de modo directo; primero envían a los individuos armados, después a otros machos, finalmente mujeres y niños, hasta que uno de los dos se rinde y así logra mantenerse con vida y disfrutar aún de un buen lugar para vivir y mantener cierto número de subordinados, los que considere el vencedor que no representan un riesgo para él.
Estos individuos que permanecen constantemente armados son una especie de casta elegida para morir en defensa del líder, como se dijo antes. Otra casta claramente diferenciada parece ser una de hembras mantenidas para el servicio sexual de los machos, jóvenes sobre todo, o de los viejos incapaces ya de conseguir hembras para aparearse. Estas hembras aunque no muy respetadas por los otros miembros de la sociedad, parecen lograr mediante esta actividad sitios aceptables para sobrevivir ella y sus críos, en caso de tenerlos, cosa que no podrían hacer si no mantuvieran la gran cantidad de encuentros sexuales que tienen con los machos que las solicitan. Sabemos que entre los chimpancés las hembras copulan con muchos machos para asegurar de algún modo la tolerancia y ayuda de estos para ella y su cría. Quizá algún parecido suceda entre humanos. Y es que aún cuando las hembras alcanzan la madurez sexual alrededor de los doce años y los machos un poco después a estos miembros jóvenes no les está permitido copular libremente, siendo constantemente vigilados y desalentados por los machos y hembras adultos. También se ha observado que las hembras pueden alejarse una gran distancia de su hogar para poder conseguir alimento para las crías. Mientras ella viaja toda esa distancia, puede ser que la madre de ella se haga cargo de la prole, u otra hembra sin hijos. A veces puede ser una hembra con críos, pero esto es más raro.
El comportamiento sexual observado es muy diverso. Se observa que los machos siguen por largas temporadas a las hembras y deben cumplir con un comportamiento de los más estereotipados y complejos que se han registrado. Solo hasta después de cumplir con todo eso la hembra acepta al macho a su lado, aunque sea por una noche o un día. Otros se agreden antes de la copula y parecen necesitar de ese estímulo antes de ayuntarse. Algunos recorren sitios y lugares con representaciones de diversas hembras antes de estar listos para copular con alguna. Otros ni siquiera buscan pareja. En las relaciones entre géneros, se ha reportado que las hembras son más competitivas entre sí, pero a la vez más solidarias cuando se trata de enfrentar a un macho. Esto nos recuerda a las hembras de los otros primates, que son quienes finalmente determinan si un macho será o no el dominante dentro de la tropa.
Es casi imposible tipificar la conducta sexual humana pero en prácticamente todos los grupos parece tener algo de tabú, pues se ocultan para la cópula y aún los machos y hembras alfa requieren casi en secreto a hembras y machos jóvenes para copular, a los que parecen tener derecho en virtud de su status. En general parecen tener preferencia por los individuos que recién maduraron sexualmente, pero la competencia es tan reñida que se vigilan fuertemente unos a otros para que nadie se adelante y goce de los púberes libremente. Muestran una preocupación excesiva por el sexo y parecen avaros guardando la fortuna propia y la ajena, sin permitir que esta circule libremente, aunque bien que lo haga en cierto modo de contrabando.
Los conflictos
La territorialidad es otro rasgo que caracteriza a los humanos. Es normal, entre ellos, que un macho o hembra de cierta jerarquía delimite claramente su territorio y agreda e incluso mate a los que osen invadirlo. El macho permite y cobija a alguna hembra dentro de su territorio, haciendo lo propio a veces la hembra dominante con algún macho de su interés, además de un cierto número de subordinados que son tolerados dentro del territorio a cambio de prestar ciertos servicios a la pareja dominante. A veces incluso la pareja dominante mantiene a la fuerza dentro de su territorio a los subordinados, a la manera que las hormigas toman como esclavas a otras.
Dada la jerarquización de la sociedad los dominantes se adueñan de los mejores territorios, aquellos con abrevaderos y manantiales, árboles frutales y buenos pastos o algún otro bien que consideren valioso, y expulsan de el a los sujetos de menor rango. Pero a diferencia de otras especies donde una vez que comen los dominantes se permite que se acerquen los subordinados, aquí no se permite a los subordinados acercarse en modo alguno. Se ha visto que dejan a los frutos pudrirse y los pastos quemarse antes que permitir la entrada de extraños.
Así debido a la concentración de recursos por parte de unos cuantos sujetos dominantes, se ha visto poblaciones enteras sucumbir de inanición. Al parecer nadie se ha preguntado si este comportamiento es patológico, cosa que han señalado reiteradamente para ciertas facetas de su conducta sexual.
Podríamos decir que las características más conspicuas de los humanos son su gran agresividad, que le han permitido colonizar todo el planeta y eliminar a todos sus competidores, su gran capacidad reproductiva que le ha ayudado en su expansión a lo largo y ancho del planeta. Ya mencionamos a los alfa que envían a la muerte a miles y millones de subordinados; a veces, parece que se tomaran represalias o castigos en contra de estos sujetos que de alguna manera son responsables de la muerte de tantos, pero otras parece que se les premia y condecora; obviamente, esto es difícil de interpretar para cualquier observador. Incluso se ha reconocido últimamente la utilidad que pueden tener para quienes detentan el poder los sujetos que por cuestiones sin duda genéticas son lo que ellos llaman “psicópatas”, sujetos de una depravación natural: depravación conforme a natura y de quienes señala H. Melville (Billy Budd, marinero) “no tienen vicios ni pecados pequeños. No toman parte en nada sórdido o sensual; de talante equilibrado y conducta discreta parecen estar sujetos a la ley de la razón, pero sólo la utilizan para llevar a cabo lo irracional; es decir, para el cumplimiento de un objetivo que en lo gratuito de la maldad parecería participar de la locura, pero donde aplicará un juicio frío, sagaz y cuerdo”. Podría decirse que estos son los únicos que no matan en el nombre de Dios.
Los psicópatas, al parecer, han abundado en todas las épocas, pero han sido más o menos perseguidos dependiendo de los vaivenes de la sociedad a la que pertenezcan; como dijimos, últimamente se les ha valorado por la utilidad que pueden tener para los dominantes. A otros, sin ajustarse acaso a lo dicho para los psicópatas, se les ha visto entrar a campamentos donde hay machos viejos, hembras, críos y jóvenes desarmados a los que comienzan a matar en un frenesí semejante al que se reporta para los chimpancés en algunos casos, cuando despedazan a un compañero y luego comen su carne. En documentos antiguos se hace referencia a las matanzas que hacían entre grupos; se podían matar uno o varios individuos y luego se procedía a devorarlo. Y aunque parece que pueden cometer este tipo de actos sin pestañear siquiera, no parece algo permitido. En todo caso, se permite el sacrificio o la matanza, pero no se devora a la víctima, ¿Acaso para evitar la transmisión de ciertas enfermedades?, Como la encefalopatía espongiforme. En el pasado se comprobó que esta enfermedad se transmitía al comer víctimas infectadas.
Su sociedad ordenada en jerarquías, casi castas, aún no bien estudiada y comprendida pues pese a que las hembras parecen tener un papel subordinado parecen tener el control de todo de manera sutil. Son ellas quienes se pasan largos años tratando de enseñar a los jóvenes como buscar y preparar alimentos, como “hacer” su cama y mantener recogido y aseado a fin de alejar las enfermedades del territorio que ocupa la familia. Los machos se ven torpes para casi todo este tipo de tareas, pese a la preocupación de la hembra. En cierto modo recuerdan a las hembras chimpancés enseñando a los jóvenes a atrapar termitas con una rama, o a partir nueces con un palo y una piedra. Además, existen lugares especiales donde acuden los jóvenes para ser enseñados sobre todo lo referente a los propios humanos; pasan largos años allí antes de que sean admitidos a tomar parte en alguna otra actividad. Se les enseña a ser dóciles y a obedecer órdenes; a quién se muestra rebelde se le castiga y/o excluye. Dado que estiman en mucho lo que ellos llaman “premios”, a los más sobresalientes se les premia mucho a fin de que sean emulados por los otros. Se cree que con esto los machos y hembras dominantes también evitan o postergan la disputa por el poder, que podría ser muy reñida si no se les descalificara de esta forma a los jóvenes, fuertes y en plenitud de facultades físicas. Aquí volvemos a lo de las castas: pese a su juventud muchos individuos jóvenes de las castas más desprotegidas son reclutados para el trabajo sin que se les envíe a esos sitios de aprendizaje. Esto podría explicar el que, cuando avanzan en manada traten de pasarse unos otros, sin ningún orden aparente, atropellándose. Por qué avanzar en grupo es una de las primeras cosas que aprenden. Siempre respetando las jerarquías.
Será interesante observar el crecimiento poblacional pues si bien la solidaridad se hace presente cuidando de los recién nacidos, la gran densidad poblacional parece ir liberando o propiciando mecanismos tendientes a reducir el número de individuos, como la agresividad intraespecífica y la baja natalidad entre las capas superiores de la población. La aparición de los psicópatas podría deberse a uno de estos mecanismos autorreguladores de la población.
Todas las disparidades en comportamiento llegan al grado que se ha reportado que un mismo gesto o actitud, llega a ser desconcertante para ellos y entre ellos; se supone que darse la mano y sonreírse es una muestra de amistad (a veces de sometimiento), pero puede suceder que inmediatamente después, o luego de un lapso, uno de los salutantes mate arteramente al otro, o se enfrasquen en peleas por demás sangrientas. Lo que casi puede asegurarse es que hasta cuando juran ser sinceros están mintiendo. Su arte en el fingimiento es tal que aún entre ellos les es difícil discernir cuando están “actuando” y cuando su actitud es verdadera. Es difícil elaborar un estudio sistemático sobre la etología de esta especie dominante que ha arrasado con todo; si la diversidad en comportamiento se debe a que son en realidad varias especies, es algo que debería estudiarse, como se dijo.
Parecen estar en un proceso de radiación muy acelerado; ocupan todos los nichos posibles: los hay omnívoros, carnívoros, herbívoros, planeadores, anfibios. La omnivoría parece ser la condición primitiva en ellos y la que podría explicar en parte su gran éxito como especie. Sus primos más cercanos, los chimpancés, lo son en cierto grado, lo que apoya esta hipótesis. Se diría que esta especie crea y ocupa nuevos nichos para evitar la extinción de buena parte de su población, reduciendo la competencia entre ellos. Algunos son de actividades diurnas, otros muestran su mayor actividad durante la noche y aún otros lo hacen a intervalos, durante el día y la noche. Al parecer, paralelamente con esta radiación se da una fijación de características como la hipercinesia, la astucia y desconfianza, la agresividad misma. En algunos grupos se observa cierta pasividad, estolidez en otros. Algunos de estos grupos viven dentro del seno de otro u otros grupos. A la manera de lo reportado para los arrecifes de coral o la selva, por ejemplo, se podría decir que unos viven en la base o el fondo del ecosistema, otros en medio y otros ocupando los posibles huecos que quedan entre un nivel y otro. Algunos toman sobre sí la tarea de asear a los habitantes del ecosistema y de esta manera aseguran su alimento. Algunos más parecen especializarse en recoger los restos de alimentos que dejan los otros miembros. Como en todo ecosistema que se acerca a la madurez, ningún nutrimento se desperdicia, se ocupan todos los nichos (el espacio/tiempo) y todo parece reciclarse dentro del propio sistema. Aunque, como es obvio, no deja de tener cierto intercambio de materia y energía con su entorno. La paradoja es que al no haber “productores”, dependen enteramente de lo que les llega desde el exterior. Esto y su alta densidad poblacional parecen amenazar con el caos sus ecosistemas.
Aunque no se tienen resultados a la mano –al parecer los mantienen en secreto- ellos mismos han llevado a cabo experimentos masivos donde exponen a poblaciones enteras a agentes mutagénicos y/o cancerígenos. Entre estos sujetos de experimentación se incluye a los grupos profesionales armados. Parece no haber resultados concluyentes, al menos en cuanto a obtener sujetos mutantes con mejores características que sus progenitores. No hay noticia de que se haya obtenido un solo mutante extraordinario y benéfico. Para estos experimentos parecían usarse machos en su mayoría, pero quizá debido a una corrección metodológica ahora ya se incluyen hembras jóvenes en mayor número e, incluso, preñadas. Es de esperarse que con estas modificaciones se obtengan resultados más rápidamente, si no espectaculares.
Finalmente, la secuenciación del genoma humano y su comparación con grupos locales y hasta cierto punto aislados, ha confirmado que hay ciertos cambios de nucleótidos presentes en un grupo pero no en otro. Será interesante continuar con este tipo de investigaciones. Quizá tengamos la suerte de “ver a la evolución en plena acción”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario