lunes, 12 de octubre de 2009

La antropología darwiniana

Patrick Tort*
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Durante más de un siglo -en Francia, esto se remonta a la traducción problemática y deplorablemente prologada por Clemence Royer de El Origen de las Especies-, se quiso ver en Darwin al inspirador de las teorías modernas de la desigualdad, al mentor de la eugenesia en sus versiones más duras, al teórico de la eliminación de los débiles, al gran legitimador naturalista del expansionismo occidental y especialmente del imperialismo victoriano, al ideólogo fundador del "racismo científico", al padre del "darwinismo social" y de casi todas las sociobiologías evolucionistas y al justificador oficial del triunfalismo egoísta de los poseedores. Se vio en él, simultáneamente y sin preocupación por las incompatibilidades, a Herbert Spencer, Francis Galton, Cecil Rhodes, Arthur de Gobineau y Thomas R Malthus.
Sin embargo, semejantes alegatos no solo son erróneos, sino que se oponen por el vértice a la más documentada verdad historiográfica y a la lógica de la teoría de la descendencia que el mismo Darwin aplicara en el campo de la antropología.
La responsabilidad de esta extraordinaria confusión que durante tanto tiempo ocultó una correcta interpretación de Darwin -como testimonian tantos comentarios basados en versiones y prefacios absurdos a una obra no leída-, le corresponde en primer lugar a la pantalla levantada ante el darwinismo por el evolucionismo filosófico de Spencer. Este sistema de pensamiento, que brindó un marco ideológico integral al ultra-liberalismo radical de la industria victoriana, ya estaba establecido en sus puntos esenciales cuando emergió la teoría darwiniana en la Inglaterra de los años 1860, en un contexto saturado de luchas ideológicas.
El evolucionismo filosófico-sociológico de Spencer
«Quién es Spencer? Un ingeniero inglés que repartió su vida entre invenciones ya hechas, el periodismo, los ferrocarriles y, a partir de 1840, la conformación de la filosofía y la sociología política requeridas por una concepción ultraliberal del progreso. Apasionado por las grandes visiones sintéticas que buscan remitir el conjunto de datos fenoménicos accesibles al conocimiento a un principio único de inteligibilidad, fue influido inicialmente por la ley del desarrollo enunciada por von Baer en el campo de la embriología. Preocupado por dar a esa "ley" una formulación con mayor grado de generalidad, expresó su propia "ley de evolución" en 1860 -en el "Prospectus" de sus Primeros Principios que aparecieron en 1862. La "ley de evolución" define el pasaje desde estados indefinidos, incoherentes y homogéneos a estados definidos, coherentes y heterogéneos a través de un proceso de integración y de diferenciación (un proceso que se corresponde con el aumento de la complejidad que lleva a los extremos perfeccionamientos organizativos de los cuerpos vivos, los seres humanos y las sociedades). La "ley" así enunciada se aplicará a todas las categorías de fenómenos, a todos los dominios del saber y a la misma teoría del conocimiento. La vertiente sociológica del pensamiento spenceriano es particularmente representativa de las aspiraciones de la burguesía industrial inglesa: la sociedad es un organismo y evoluciona como un organismo. La adaptación (pensada por Spencer fundamentalmente en términos lamarckianos, solo integra al darwinismo para traicionarlo) es la regla de supervivencia en el seno de una competencia interindividual generalizada: los menos adaptados deben ser eliminados sin miramientos. Así, Spencer se opondrá a cualquier medida que fuera en ayuda de los más desfavorecidos y a todo tipo de leyes asistenciales. Lo que toma de Darwin (pero a este nivel, podría ser también de Malthus) es pues el "núcleo duro" de la teoría selectiva que descubre en el mes de octubre de 1858 al conocer la intervención común de Darwin y Wallase ante la Linnean Society de Londres. Desde entonces, su preocupación será aplicarlo no al dominio en el que legítimamente debía usarse (la evolución de los organismos), sino al universo dentro del cual explícitamente Darwin rehusa hacerlo (la marcha de las sociedades humanas).
Por otro tipo de razones, relacionadas con la lucha común contra el establishment científico ingles conservador y antitransformista, aunque Darwin no apreciara a Spencer (su Autobiografía de 1876 es inequívoca al respecto) aceptó una lejana convivencia y una importación terminológica ("supervivencia de los más aptos") que probablemente han tenido más efectos negativos a largo plazo que ventajas momentáneas.
En efecto, la confusión entre Darwin y Spencer, entre la teoría de la descendencia modificada por medio de la selección natural y el evolucionismo filosófico-sociológico, tuvo nefastas consecuencias conceptuales, teóricas y políticas en Europa y en el mundo hasta que empezó a reconocerse la real diferencia y oposición entre las dos teorías. Evidentemente en el medio político-cultural de la clase intelectual victoriana se seleccionó la confusión (obviamente a costa de la claridad) a través del uso relativamente indiferenciado de términos confusos para el publico, pero con cargas semánticas y connotaciones profundamente diferentes. El deslizamiento que se opera mediante la adopción de un vocabulario de extracción "filosófica" que progresivamente se hizo dominante entre los mismos biólogos, testimonia la potencia contaminante de la ideología spenceriana: la evolución spenceriana (noción filosófica) vs. la descendencia darwiniana (concepto naturalista), el triunfo o la supervivencia de los más aptos -que rápidamente se transformará en los "mejores", los más "meritorios" o los más "fuertes" (nociones de uso esencialmente sociológico en Spencer) vs. la selección de variaciones orgánicas e instintivas ventajosas (concepto que en cuanto a lo instintivo en 1871 culminará desembocando en las posiciones antropológicas de Darwin -éticas, sociológicas y políticas- diametralmente opuestas a las del portavoz del integrismo liberal).
El primer acto de esta historia es bastante claro: en el mismo texto darwiniano. Spencer -que ya operó su reducción de Darwin a Malthus (en Principios de Biología 1864-1867)-, se detiene en la expresión "selección natural" del texto darwiniano, haciendo una crítica ya clásica y ampliamente aceptada por Darwin (la de exceso de "personalización" antropomórfica en una expresión con resabios voluntaristas, sino finalistas) y la reemplaza por "supervivencia de los más aptos". Pero no lo aplica donde sería legitimo que es la esfera de lo viviente (terreno en el que se mantiene aferrado a la "acción directa" y los "factores primarios" lamarckianos) sino que lo utiliza como llave para una antropología social evolucionista y una sociología, haciendo una utilización que se contrapone con el uso sutilmente dialéctico que empleará Darwin.
Por esto es importante identificar en la lógica de la antropología de Darwin, tal como se expresa magníficamente en La Descendencia del Hombre y la Selección Sexual (1871) lo que la opone a la hiper-selectividad biológico-social de Spencer, el verdadero inventor del mal llamado "darwinismo social" y creador de los paradigmas comunes a todos los ulteriores "sociobiólogos" de la historia.
Por qué Darwin no es un "darwinista social"
El efecto reversible de la evolución (así designado por nosotros en 1983) es un concepto-clave de la antropología darwiniana, que no se debe confundir con la antropología evolucionista. Permite pensar con Darwin el pasaje desde lo que por razones de comodidad y aproximativamente llamaremos la esfera de la naturaleza, regida por la estricta ley de la selección, a la situación de una sociedad civilizada en cuyo interior se generalizan e institucionalizan conductas que se oponen al libre juego de esa ley. Aunque este concepto no aparece formulado expresamente en los textos de Darwin, está descripto y es utilizado en pasajes importantes de La Descendencia del Hombre (especialmente en los capítulos. IV, V y XXI) obra que debe ser considerada como su tercera gran síntesis y la continuación coherente en el campo de la historia evolutiva del Hombre natural y social, de la teoría selectiva desarrollada en el Origen de las Especies. Proviene de una paradoja identificada por Darwin en el curso de sus intentos por extender al Hombre su teoría de la descendencia, y del esfuerzo por pensar el devenir social y moral de la humanidad como una consecuencia y un desarrollo particular de la aplicación anterior y universal de la ley de selección en la esfera de los seres vivos.
Tal paradoja se puede formular así : el principio directriz de la evolución que es la selección natural e implica la eliminación del menos apto en la lucha por la vida, en la humanidad selecciona una forma de vida social cuya marcha hacia la civilización tiende cada vez más a excluir los comportamientos eliminatorios, a través del juego entrelazado de la ética y las instituciones. Dicho de manera más simple, la selección natural selecciona la civilización, que se opone a la selección natural. «Cómo resolver esta aparente paradoja?
Se resuelve simplemente desarrollando la misma lógica de la teoría selectiva. Un punto fundamental en Darwin es que la selección natural no solamente selecciona las variaciones orgánicas que presentan ventajas adaptativas, sino también los instintos. Entre esos instintos ventajosos, fueron retenidos y especialmente desarrollados los que Darwin llama instintos sociales, como lo prueban el triunfo universal del modo de vida social en el seno de la humanidad, y la tendencia hegemonía de los pueblos "civilizados". Ahora bien, en el estado de "civilización", resultante complejo del crecimiento de la racionalidad, del dominio creciente del sentimiento de "simpatía" y de diversas formas morales e institucionales del altruismo, se asiste a una inversión cada vez más acentuada de las conductas individuales y sociales con respecto a lo que sería la prosecución pura y simple del funcionamiento selectivo anterior: con la civilización aparece en lugar de la eliminación de los menos aptos, el deber de asistencia que pone en marcha múltiples mecanismos de auxilio y rehabilitación; en vez de la extinción natural de enfermos, su cuidado movilizando tecnologías y de saberes (higiene, medicina, deportes) orientados a la reducción y a la compensación de las deficiencias orgánicas; en lugar de la aceptación de las consecuencias destructivas de las jerarquías naturales de la fuerza, del número y de la aptitud vital, un intervencionismo reequilibrador que se opone a la descalificación social. La selección natural, por los vericuetos de los instintos sociales ha seleccionado así, sin "salto" ni ruptura su contrario, vale decir: un conjunto de comportamientos sociales regido cada vez por más normas antieliminatorias (o sea antiselectivas en el sentido que el término selección tiene en la teoría del desarrollo del Origen de las Especies) y correlativamente, una ética antiselectiva (= anti-eliminatoria) traducida en principios, reglas de conducta y leyes. El surgimiento progresivo de la moral aparece pues como un fenómeno indisociable de la evolución, lo que es una simple consecuencia del materialismo de Darwin y de la inevitable extensión de la teoría de la selección natural a la explicación del devenir de las sociedades humanas. Muchísimos teóricos, engañados por la pantalla tejida alrededor de Darwin por la filosofía evolucionista de Spencer, interpretaron esa extensión a la ligera en base al modelo simplista y falso del "darwinismo social" liberal (aplicación a las sociedades humanas del principio de la eliminación de los menos aptos en el seno de una competencia vital generalizada). Pero tal extensión solo puede hacerse con rigor bajo la modalidad del efecto reversible que obliga a concebir la inversión misma de la operación selectiva como base y condición del acceso a la "civilización". Esto es lo que definitivamente impide que la sociobiología tenga derecho a reivindicarse darwinista, puesto que defiende lo contrario oponiendo a la lógica antropológica de Darwin la idea de una continuidad simple (sin inversión) entre naturaleza y sociedad. La operación de reversión es la que en última instancia fundamenta correctamente la oposición naturaleza/cultura, evitando la trampa de una "ruptura" mágicamente instalada entre ambos términos: la continuidad evolutiva, a través de esa operación de inversión progresiva ligada al desarrollo (también seleccionado) de los instintos sociales, produce así no una ruptura efectiva sino un efecto de ruptura, proveniente de que la selección natural encontró en el transcurso mismo de la evolución -sometida ella misma a su propia ley- una nueva forma seleccionada que favorece la protección de los "débiles", superando porque es ventajosa a la anterior forma, que privilegiaba su eliminación. La nueva ventaja ya no es de orden biológico: se ha transformado en social.
He simbolizado esta inversión progresiva con la imagen topológica de la torsión del anillo de Moebius, señalando siempre que el verdadero modelo darwiniano era el de la divergencia evolutiva seleccionada en el interior mismo del devenir del principio selectivo.
Así, como lo he dicho repetidamente, Darwin permite concebir la relación naturaleza/civilización escapando al doble dogmatismo de la continuidad (discurso de tipo "sociobiológico) y de la ruptura (discurso del tipo levi-straussiano), evitando tanto la exteriorización de lo biológico y lo social (un sociologismo que excluirá metodológicamente tomar en cuenta cualquier factor naturalista) como el reduccionismo vulgar para el que lo social no es mas que la traducción de pulsiones surgidas de determinado nivel de la biología (variable según el estado histórico de las investigaciones sobre lo viviente). En síntesis, con la concepción de esta compleja relación, Darwin posibilita imponer un continuismo materialista al concebir una inversión progresiva (como una divergencia seleccionada en el interior de la selección natural, que también evoluciona y por tanto se somete a su propia ley antes de entrar en regresión), dejando de lado el artefacto teórico del "salto cualitativo" al mismo tiempo que salva evolutivamente la independencia final de las ciencias del Hombre y la sociedad. Correlativamente, a través del tratamiento dialéctico de la selección de conductas anti-selectivas y del sentimiento de simpatía, acoplado con el del crecimiento de la racionalidad y de la importancia creciente acordada por cada sujeto a la "opinión publica", Darwin produce una teoría naturalista de los fundamentos de la moral que preserva la independencia conquistada por las decisiones y la reflexión ética (gracias al efecto de ruptura producido por la inversión), al mismo tiempo que permite que estas reflexiones se sustraigan a la influencia dogmática de las morales de la obligación trascendente.
Lo dicho, plantea inmediatamente el esquema dialéctico del "pasaje" entre lo biológico y lo cultural (para seguir con oposiciones consagradas que aquí adquieren un sentido auténticamente evolutivo). El hecho es que con Darwin, tomando en consideración la formidable conversión del universo mental que implica comprender este continuismo evolutivo, se desvanece la distinción teorizable entre dos tipos de realidades de tipo esencialista (biológica y cultural) y se reformula como dialéctica. He aquí el resultado de una teoría materialista consecuente y no cabría la sorpresa. Pero el vocabulario y los esquemas didácticos e ideológicos no se pliegan fácilmente a la dialéctica y prefieren las oposiciones tajantes, ya sea porque son más fáciles o son más prácticas frente a cuestiones en las que la exactitud parece menos importante que la claridad. Exactamente esto es lo que pasó con la interpretación de la antropología de Darwin. Sin conocerla, y en nombre de la supuesta información que se creía tener sobre el "nudo" de la teoría (continuismo bio-selectivo simple y homogéneo) se la colocó en la categoría de las sociologías biológicas, vale decir, una vez más con Spencer (pero también junto a Espinas, Vacker de Laponge, etc.).
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Darwin contextualizado
El mismo Darwin fue condicionado por una convergencia de intereses a veces muy diversos. Sus partidarios, fortalecidos pero todavía poco consolidados por el éxito de el Origen de las Especies, lo incitaron con una insistencia y un poder de convicción proporcionales a su compromiso con el autor, a salir de su reserva en lo referente al Hombre y a incluirlo en el marco de la teoría de la descendencia. Es decir: extender al Hombre que vive en sociedad y a toda forma de civilización, la teoría de la descendencia modificada por medio de la selección natural. Simplemente, se esperaba que Darwin franqueara la frontera metafísica que separaba aún al Hombre del resto del universo, derribando el último tabú al identificarlo expresamente como un miembro evolucionado del reino animal que compartía con éste y especialmente con sus representantes evolutivamente más próximos, una gran cantidad de características comunes, orgánicas y eventualmente psíquicas y de conducta. Lo que los amigos de Darwin esperaban, y con ellos un público cada vez más ansioso, era la continuación del Origen de las Especies. Por eso, desde su aparición La Descendencia del Hombre fue saludada como esa prolongación homogénea, y como el complemento que se esperaba para la constitución -cumplida la necesaria transgresión de los obstáculos teológicos- de una doctrina naturalista global y coherente basada en la aplicación de la teoría selectiva al conjunto de las criaturas.
Esto explica que no se lo leyera, porque todos creían saber lo que estaba escrito, o que incluso leyéndolo los comentaristas solo prestaran atención a los elementos que explicitaban los lazos con la animalidad, sin percibir la particular suerte -la regresión- que allí sufría la selección natural en su versión estrictamente biológica.
Escribe Darwin:
En las naciones civilizadas, aunque a la selección natural se deban originariamente los principales instintos sociales, su influencia con todo parece ser muy pequeña cuando se trata de un grado eminente de moralidad y de crecido número de hombrees que poseen bellas cualidades.
Y también:
A pesar de lo importante que ha sido y aún es la lucha por la existencia, hay, sin embargo, en cuanto se refiere a la parte más elevada de la naturaleza humana otros agentes aún más importantes. Así, pues, las facultades morales se perfeccionan mucho más, bien directa o indirectamente, mediante los efectos del hábito, de las facultades razonadoras, la instrucción, la religión, etc., que mediante la acción de la selección natural; por más que puedan atribuirse con seguridad a éste último agente los instintos sociales que suministran las bases para el desarrollo del sentido moral.
La antropología darwiniana fue pues interpretada antes que conocida. El "progresismo" naturalista -cuyo mayor interés era asestar el último golpe al dogma creacionista estableciendo una teoría de la descendencia unitaria y completa-, no podía adivinar que llevando a ese terreno sería arrastrado en una deriva bio-sociológica en la que el darwinismo real se perdería. Y es rigurosamente cierto que el principal efecto de la batalla a favor de las ideas de Darwin hasta los umbrales del siglo XX solo fue imponer tendencialmente el transformismo, sin que se hiciera justicia a la originalidad de las ideas y el método darwiniano. Los "darwinistas sociales" spencerianos o haeckerianos lo arrastraron a un terreno -el Hombre- en el que Darwin todavía dudaba considerarse experto a pesar de su magnifica obra de 1871, en tanto que Spencer preparaba su enorme Sociología descriptiva y que Haeckel meditaba su Antropogénesis. Marx mismo, apurado por su lectura del Origen de las Especies y pasado el momento inicial de entusiasmo materialista de 1860, respondía más a los "darwinistas" que al mismo Darwin cuando le recriminó proyectar sobre la naturaleza los esquemas funcionales y dinámicos de la sociedad competitiva liberal. Engels tiene menos excusas cuando en el Anti-Duhring de 1873 habla del "error maltusiano" de Darwin, y repite la misma critica en 1875 en la Dialéctica de la Naturaleza, cuatro años después de la Descendencia del Hombre. De igual manera, hoy como ayer, y por el juego de presiones históricas fácilmente identificables, a despecho del interés por una teoría materialista que fundamente el porvenir, y de las analogías que puede encontrar entre la lucha histórica de clases y la lucha natural por la existencia, cierta izquierda de inspiración marxista suele atacar a Darwin, así como inversamente lo elogia la derecha ultra-liberal (social-darwinista o eugenista), cometiendo el mismo errar de confundir la antropología de Darwin con el "darwinismo social" de sus epígonos.
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Darwinismo social, eugenesia y racismo
La cuestión de las relaciones entre darwinismo social, eugenesia y racismo está desarrollada en el Diccionario del Darwinismo con una agudeza probablemente sin precedentes. Existen distinciones históricas y teóricas entre estas tres corrientes al mismo tiempo que superposiciones parciales. Una cosa esta fuera de duda: la eugenesia en su formulación moderna (galtoniana) está profundamente penetrada por la idea generalizada de que en las sociedades civilizadas debido a las medidas de protección social y sanitaria, así como a las condiciones generales de confort que preservan las existencias individuales de mayores riesgos, la selección natural ya no juega el rol discriminatorio y eliminatorio que cumplía en la "naturaleza" con el resultado de privilegiar las mejores cepas en el plano de la supervivencia diferencial y de la reproducción. De allí el temor, abonado por miles de ejemplos, de la "degeneración" global (tema ya introducido por la psiquiatría hereditaria) de las poblaciones humanas a nivel de las características biológicas. De allí, por último, la recomendación de medidas institucionales de intervención correctiva y compensatoria orientadas a restaurar la cualidad biológica del grupo aplicando a sus miembros una selección artificial. Allí se encuentra el nudo teórico de la moderna eugenesia, y ya se ha visto hasta que punto se oponía Darwin a ello.
La extraordinaria complejidad de las relaciones entre eugenismo y darwinismo social en los diferentes países que fueron escenario de la difusión de las ideas nacidas de la biología moderna es tal que posiblemente no pueda formularse ninguna regla constante sobre una homogeneidad doctrinaria realmente estable, a excepción, tal vez, del esquema de básico que hemos descripto (Carencia de selección natural-Degeneración-Selección artificial).
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De Darwin al nazismo, hay un camino sinuoso y atravesado por corrientes cuya característica común es la traición al pensamiento integralmente desarrollado de Darwin. Porque la verdad de lo que Darwin escribió sobre el Hombre no debe ser buscada en la obra donde no dice ni una palabra (El Origen de las Especies), sino en aquella donde sí habla de eso (La Descendencia del Hombre). El transformismo darwiniano en antropología era un humanismo materialista abierto hacia una ética asimilativa y opuesto a cualquier forma de opresión y de coerción basada en desigualdades. Uno de los méritos del Diccionario es permitir el acceso a los textos que lo demuestran definitivamente.
Salvo que logremos que se lea La Descendencia del Hombre entendiendo su articulación dentro de la coherencia dialéctica de la teoría, deberemos seguir repitiendo durante mucho tiempo que Darwin no era ni eugenista, ni racista, ni neo-maltusiano, ni imperialista, ni pro-esclavista, sino por el contrario enemigo de todos esos dispositivos de las fuerzas ideológicas que repetidamente intentaron utilizar su razonamiento científico para darse el fundamento naturalista que necesitaban en cada una de sus reapariciones. Darwin se posicionó claramente contra la eugenesia de Galton, se comprometió personalmente contra el racismo oponiéndose como miembro de La Sociedad Etnológica al racismo reivindicado por James Hurt y la Sociedad Antropológica, y argumentando esta posición ética en La Descendencia del Hombre. Por otra parte, aunque tomó de Malthus un elemento de modelización matemática para aplicarlo a la dinámica de crecimiento de las poblaciones vegetales y animales en territorios con recursos limitados, rechazo la aplicación de las recomendaciones maltusianas a las sociedades humanas. Asimismo combatió la extenuación física y moral de las poblaciones indígenas introducida en las colonias como resultado por la mortífera ruptura producida por el dominio colonial. Odió la esclavitud y toda forma de dominación y humillación brutal del hombre por el hombre, como puede verse leyendo el Viaje de un naturalista, las cartas a Asa Gray sobre la esclavitud de los negros en USA durante la Guerra de Secesión , y también La Descendencia.
La porfía en mantener el error de responzabilizar a Darwin por las plagas desigualitaristas y suprematistas -contra toda evidencia lógica, histórica y textual- no puede ser completamente inocente en los que desde siempre tuvieron la posibilidad de acceder a las fuentes y constatar la vacuidad de semejantes acusaciones infundadas. Contra semejantes "errores", entre otros, se levanta desde ahora el Diccionario del darwinismo y la evolución.
* Director del Diccionario del darwinismo y de la evolución. Autor, entre otros textos, de El pensamiento jerárquico y la evolución, Aubier, París, 1983; Miseria de la Sociobiología, PUF, París, 1985; Darwinismo y sociedad, PUF, París, 1992.

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