jueves, 15 de octubre de 2009

Primatología

Primatología
Hay dos formas de saber sobre lo que éramos antes de convertirnos en humanos y lo que nos ha sucedido desde entonces: una consiste en buscar, clasificar y relacionar fósiles y restos materiales de nuestros ancestros, y la otra en comparar nuestros hábitos con los que presentan de manera natural las especies familiarizadas con la nuestra: los primates, aunque hay quien prefiere llamarlos los 'primotes'.
Primeras investigaciones
Hasta 1920 el interés sobre los primates no-humanos se centraba en analizar fósiles o animales muertos para establecer la secuencia evolutiva del hombre a través de comparaciones anatómicas. No se consideraba que estudiarlos en vivo y a todo color pudiera aportar algo al conocimiento de nosotros mismos. Eran otros tiempos, se tenían otras ideas y ya era suficientemente comprobar que el hombre decendía de los monos como para además, verse reflejados en ese espejo brincando entre los árboles. A nadie le gustaba saberse un animal...pero nos fuimos acostumbrando.
Los primeros estudios se centraron en la conducta de los chimpancés y la manera en la que resolvían problemas. Luego la observación recayó sobre los babuinos, encontrando que el sexo era una base fundamental de su sociedad y, muy probablemente, de las nuestras. Paralelamente se experimentó con aspectos más biológicos, intentando los primeros transplantes de glándulas y el cruzamiento por inseminación artificial de primates superiores, inclusive humanos, desconociendo que el pequeño espectro genético que nos diferencia resulta incompatible a cualquier intento de mestizaje.
Paulatinamente, los estudios controlados de monos en laboratorio se fueron trasladando a sus ambientes naturales al constatar que su vida social cambiaba si no se encontraban en cautiverio. Esto despertó el interés de los antropólogos en la primatología, quienes encontraron en ella una fuente imprescindible para entender al hombre como miembro del reino animal.
¿Cómo estudiarnos?
Se puede aprender mucho acerca de nuestra biología y la forma en la que hemos evolucionado estudiando a nuestros parientes más cercanos. Para ello existen dos formas de compararnos con ellos. A una se le llama analogía y a la otra homología.
En primer lugar, la analogía busca inferir las funciones de los órganos y demás partes del cuerpo a partir de la forma. Con ella podemos saber cómo actuaban o se movían en vida especies extintas comparando sus restos fósiles con las estructuras óseas de animales parecidos que aún podemos estudiar. Así, si se observa que una característica tiene una función particular en una especie, se infiere que esa misma función tenía en una especie extinta cuyos restos presentan la misma característica. De esta manera podemos sacar conclusiones acerca de cómo se comportaba un primate fósil estableciendo una analogía con una forma viviente similar.
Por el contrario, la homología se emplea para reconstruir árboles genealógicos de la evolución de las especies. Se trata de establecer la relación que tenemos con un antepasado común a partir de la similitud de las formas y de cómo estas fueron modificándose hasta obtener las características que presentan en nuestro organismo.
¿Qué tenemos en común?
Los primates tenemos características propias que nos distinguen de otros mamíferos:
1. Cinco dedos en cada mano y pie, así como la conservación de algunos huesos característicos en el esqueleto como la clavícula.
2. Nuestros dedos son prensiles, tienen yemas sensibles y disponen de uñas planas en lugar de las garras que encontramos en otros mamíferos.
3. En nuestro trayecto evolutivo nuestros hocicos muestran una tendencia a reducirse, aunque esto no impide que entre los que tenemos la capacidad del habla muchas veces nos vayamos de boca.
4. Tenemos la visión sobrepuesta en ambos ojos (visión estereoscópica) y éste sentido se ha vuelto el dominante disminuyendo relativamente la importancia del olfato.
5. Nuestra anatomía dental es conservadora con muelas simples y una tendencia a perder dientes más primitivos.
6. Hemos tenido un desarrollo progresivo del cerebro, especialmente de algunas áreas como la corteza cerebral.
7. Nuestros intervalos de gestación han sido paulatinamente más largos, con una marcada inclinación a reproducir una sóla cría a la vez y cierta propensión a los partos nocturnos.
8. Compartimos una fuerte proclividad a socializar, aunque los humanos hayamos acuñado aquella frase que dicta: 'más vale solo que mal acompañado'.
Bibliografía:
Bramblet, Claude. El comportamiento de los primates: pautas y perspectivas, México, Fondo de Cultura Económica, 1984.

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