lunes, 12 de octubre de 2009

La revolución darwiniana

Jean Rosmorduc*
Quisiera abordar mis breves comentarios bajo dos enfoques: el del historiador de ciencias en que me transformé en el plano profesional, y el del marxista que no he dejado de ser.
Ser historiador de física conduce inevitablemente a leer la historia de las ciencias y de las ideas científicas considerando como "hilo conductor" (según decía Einstein) la sucesión de concepciones y de teorías que marcaron esta ciencia. Tengo tendencia a privilegiar a Galileo sobre Vesale o Harvey, a Newton y Huygens sobre Buffon, a Fresnel sobre Lamarck, etc. Sin embargo la importancia de lo que se puede llamar legítimamente la revolución darwiniana -ªno solo en biología!- golpea (en el sentido más fuerte del termino) incluso a quien está más atraído por Maxwell que por Darwin. Se trata de una mutación que toca no solamente una disciplina o un campo de disciplinas científicas, sino al conjunto de las concepciones de una sociedad e incluso a la misma sociedad Es una revolución cultural en el pleno sentido de la expresión (no la desnaturalizada acepción de los acontecimientos de 1966 en China). Por ejemplo como transformación en la ciencia misma: sabemos que un cambio no se opera haciendo "tabla rasa" del pasado; inciden cambios graduales preparando y precediendo esta ruptura decisiva que es la revolución. En este caso las obras de Maupertuis, Bonnet, Buffon, Lamarck, Geoffroy, Saint Hilaire... jugaron ese rol (sin que por eso tales autores sean "precursores" de Darwin). También como fenómeno de una época, determinado en parte por esta e inversamente condicionándola fuertemente -un poco como lo hizo la revolución copernicana en el marco del siglo XVI y XVII. En efecto, el siglo XIX, fue un periodo marcado por sucesivas conmociones: en política por supuesto, en el terreno económico y social, en muchas disciplinas científicas (la biología, la química, y también la física, las matemáticas, la geología...); en el marco cultural tanto como en el de las teorías económicas.
La historia científica nació en el siglo XIX, igual que la termodinámica, la astrofísica o la genética. La idea de evolución esta profundamente anclada en las concepciones de lo que Michelet llamó "el siglo de la máquina". Posiblemente el genio de Darwin no hubiera tenido oportunidad de manifestarse tan espectacularmente sin la existencia de ese clima favorable, sin lo que Galileo llamaba el espíritu de la época. Más allá de las incomprensiones que pudieron haber existido entre Marx y Darwin (el Diccionario consagra un artículo a este tema), ambos innovadores pertenecen a la misma época, aunque no haya una relación causal entre la publicación de El Origen de las Especies y la Introducción a la Critica de la Economía Política.
La teoría científica de Darwin, a través de sus diversos seguidores es un ejemplo espectacular de las repercusiones, negativas y positivas, que puede tener una obra de esa dimensión. Positivas, especialmente en el dominio científico. Negativas, a través de las desviaciones del eugenismo, de la sociobiología... Es verdad que, incluso para pensadores bien intencionados (ªy no todos lo son!) la extrapolación es tentadora. «Acaso no sucumbieron los mismos Marx y Engels? En todos los aspectos, la obra de Darwin fue modeladora y ejerció una profunda influencia en el pensamiento de las décadas -o siglos- posteriores.
* Historiador de ciencias. Facultad de Brest.

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